catástrofe en asia La corrupción contribuye al incremento de la inseguridad

Filipinas, llanto sin indignación

  • La tragedia en el archipiélago asiático provocada por la tormenta tropical 'Washi' pone de manifiesto el déficit de prevención en un país donde todo está por hacer

No sólo en España se enuncian objetivos ambiciosos cuyo cumplimiento se cree posible en un plazo de tiempo más bien corto. Al poco tiempo de tomar posesión de su cargo como presidente de Filipinas, Benigno Aquino impulsó a través de la Administración la estrategia llamada "cero víctimas". Similar a lo que se ha ensayado de forma rotundamente exitosa en las carreteras de España, la nueva política debía hacer converger el número de muertes causadas por fenómenos meteorológicos en Filipinas con los valores estadísticos propios de países desarrollados. E idealmente, por supuesto, conseguir que ningún tifón o tormenta tropical provocara la pérdida de más de 1.000 vidas humanas .

La tormenta tropical Washi (denominada en el país Sendong) ha sido la número 19 y última del año 2011. Es, también, el fenómeno natural que ha convertido en papel mojado y embarrado tan loable propósito presidencial. Aunque es verdad que siempre puede haber un lugar donde se concentre el viento, formándose algún remolino o tornado, la tormenta estaba caracterizada por rachas de hasta 90 kilómetros por hora. Por otro lado, en Cagayan de Oro han caído 180 litros por metro cuadrado en 24 horas. Es mucha lluvia, cierto. Pero, aun así, ¿cómo pueden morir tantas personas en una sola noche?

El análisis desde las entrañas del propio país permite detectar reacciones muy familiares. También convierten en papel mojado la socorrida frase de bar "¡es que estas cosas sólo pasan en España!". Eso, y un trabalenguas de la malagueña Magdalena Álvarez, fue lo más oído hace unos años en Madrid tras una nevada en día laborable. Si por la isla de Mindanao pasa un tifón de media cada 12 años la gente ni se preocupa de lo que entra por el este. ¿Pero Sendong no era la tormenta número 19 de este año? Sí, pero todas circulan por latitudes situadas algo más hacia el norte o se quedan en el mar.

De todas formas, la información oficial que fluye de manera aceptable por internet no llega a quienes verdaderamente la necesita. Aunque parezca difícil de creer, es como si se aplicara una norma que dijera "lo que en internet circula de internet no sale". Sí llega a las reducidas élites y clases medias urbanas, pero para un barrio (llamado barangay) de, por ejemplo, 6.000 almas situado en el meandro de un río, con casas en la misma lámina de agua, de maderas, chapas... no hay alerta que valga. Y el agua creció, los torrentes se activaron y como encima lo hicieron en la madrugada del sábado ha pasado lo que ha pasado.

Otro clásico ibérico que también se escucha en el sur de Filipinas. "El grado de la alerta fue inadecuado"; "la alerta llegó con poca antelación". También aquí han sido los alcaldes los que han acusado abiertamente a los meteorólogos. Recogen cierta tradición de fallos clamorosos por falta de medios. Hace no tantos meses y ante un amago de tormenta severa en la capital uno de los chistes que se asomó a Twitter fue "hemos descubierto que la tormenta está justo encima de nuestro edificio. Firmado Pagasa" (el nombre de la agencia estatal, palabra que en tagalo quiere decir "esperanza"). Más allá de chistes no están tan lejos los días en los que se han anunciado acciones legales, aunque todo ha quedado en eso, en anuncios políticos.

Cuando uno viaja por el interior de Filipinas llega a la conclusión de que el problema no es la calidad de los pronósticos. El problema es que está todo por hacer en un país en el que la población crece sin parar. Los bosques de los alrededores de Manila están desapareciendo, a pesar de que hay una ley que prohíbe las talas. La corrupción municipal y regional que está muy por encima de las capacidades del Gobierno central ampara tanto las talas como la minería allí donde hay recursos. Hablamos de una minería que arrasa el terreno, que no tiene en cuenta una mínima planificación ambiental.

La bomba demográfica sobre la que ha advertido la ONU, el mismo organismo que situó el nacimiento del habitante 7.000 millones del planeta en el hospital José Fabella de Manila, provoca que lo que se puede ver en torno a ese centro sanitario se extienda a lugares en los que hay agua disponible. Barrios con casas construidas literalmente una encima de la otra que crecen sin que nadie haga nada y sin que los ayuntamientos den ningún servicio. Miseria en estado puro. Si la gente quiere vivir en la curva de un río y si les deja el dueño del terreno es su problema.

Y tampoco hace falta caer en desgracia para saber cómo se vive aquí. Uno puede alojarse en un resort de lujo, o no, que esté en la misma orilla del mar. Si se funde el hielo de los polos hay zonas paradisíacas que desaparecerán para siempre.

Pero ni a los habitantes de estos barangays de chabolas ni tampoco a los múltiples pescadores que se benefician, ciertamente, de la mayor biodiversidad marina del globo les gusta que les digan que tienen que dejar lo suyo o quedarse en sus casas. De esto se han quejado, seguramente con razón, las autoridades.

¿Y sería verdad o mentira que mientras la ciudad se inundaba su alcalde estaba jugando con su ordenador a un popular solitario de internet? Eso se ha dicho y eso es lo que ha negado el alcalde de Cagayan. Pero es algo genuinamente nuestro, el lanzar esa pregunta "¿dónde estaba usted y su equipo aquella noche?". Al menos revela que en Filipinas sí hay críticas al poder desde la prensa.

Pero la realidad no es virtual. Es tozuda. No llegan las alertas, no hay tecnología que las difunda con rapidez, no hay planificación remota, no hay cultura de prevención de desastres naturales, no se dan las circunstancias para que las personas vivan en zonas seguras y con dignidad... Mañana otra tormenta puede llevarse otras mil almas por delante. Habrá duelo pero nadie se indignará.

Y ese sí que no es un rasgo ibérico en un país que tiene tantos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios