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Sociedad

Un éxodo sin vuelta atrás

  • El campamento de refugiados keniano de Dadaab va camino de ser un asentamiento permanente por los 1.300 somalíes que llegan cada día huyendo de la sequía y la guerra.

El campo de refugiados de Dadaab, el mayor del mundo, amenaza con convertirse en un asentamiento permanente por la difícil solución de los problemas que provocan el éxodo masivo hacia el campamento: la sequía y la guerra en Somalia.

A pesar de los 30 grados que proyecta el sol en esta árida parte del mundo a primera hora de la mañana, muchos somalíes, unos 1.300 al día, llegan a los campamentos de refugiados sin saber qué encontrarán, después de un largo camino que puede durar varias semanas o meses.

La afluencia masiva de somalíes aceleró la necesidad de ampliar los asentamientos en Dadaab (este de Kenia), pero el Gobierno keniano es reticente por la posibilidad de que la situación derive en la creación de una ciudad de exiliados que, por población, se convertiría en la tercera mayor del país, tras Nairobi y Mombasa.

La extensión de Ifo, uno de los tres campos que forman Dadaab, está lista para su uso, con letrinas, parcelas delimitadas y hasta viviendas construidas con ladrillos de arcilla, pero sigue a la espera de que el Ejecutivo keniano dé luz verde al proyecto. "En Ifo 2 hay viviendas mejores que en muchas partes de Kenia. La comunidad local se queja de que ellos no tienen acceso a esas casas, a pesar de estar acogiendo a los refugiados", señaló Michael Davis, director de programas de la ONG Care International en Kenia.

No obstante, Davis aseguró que los materiales usados para la construcción de estas viviendas a duras penas resistirían las lluvias, que además suelen inundar el terreno, con el consecuente riesgo de epidemias de cólera u otras enfermedades.

Pero las lluvias no suponen una preocupación ahora mismo, sino más bien la ausencia de precipitaciones y la carencia de alimentos, en un periodo que la ONU considera la peor sequía en el Cuerno de África en los últimos 60 años, y que tiene en una situación muy crítica a unos 11 millones de personas en la región.

Además, los refugiados de los alrededores de los campamentos cortan las acacias del cinturón verde de los campos para hacer leña, acabando así con un elemento muy importante para atraer las precipitaciones.

A esta ya de por sí complicada situación, se suma la supuesta presencia en Dadaab de combatientes de Al Shabab, el grupo islamista radical vinculado a Al Qaeda, que lucha por instaurar un Estado musulmán en Somalia, cuyos miembros presuntamente van al campamento a descansar y a reclutar efectivos.

"No tenemos ninguna confirmación, pero hay quien dice que algunos pasan por aquí", indicó la responsable de Comunicación del Alto Comisariado de la ONU para los Refugiados (Acnur) en Dadaab, Bettina Schulte.

Esta milicia reafirmó su veto a las organizaciones humanitarias de la ONU para operar en las zonas de Somalia bajo su control, lo que, probablemente, prolongará el éxodo masivo de refugiados hacia la localidad de Dadaab.

Pero, en palabras de la comisaria europea de Cooperación Internacional, Kristalina Georgieva, que visitó recientemente el campamento, "Al Shabab no es un grupo compacto y hay líderes locales que permiten la llegada de ayuda a sus zonas".

"La solución es invertir en desarrollo sostenible, porque ésta no es la última sequía que va a afectar a la zona", subrayó Georgieva.

En la actualidad, unos 400.000 refugiados sobreviven en los campos de Dagahaley, Hagadera e Ifo, los tres que componen Dadaab, que se proyectaron para únicamente 90.000 personas y están totalmente desbordados.

Mientras llegaba la ayuda de la comunidad internacional, el guatemalteco William Spindler, portavoz de Acnur en Dadaab, advirtió que, si no se actúa con celeridad y diligencia, "esta situación puede empeorar".

"La solución es la paz en Somalia", aseguró confiado el somalí Bashir Ahmed Bihi, un antiguo refugiado de Dadaab, adonde llegó en 1991, y que en la actualidad se dedica a asistir a sus compatriotas en el campamento.

Pero el cese de los combates que asolaron ese país del Cuerno de África durante las últimas dos décadas no se presenta como una tarea sencilla.

Yaqub Abdi, un somalí de 73 años de edad que llegó hace tres días a Dadaab en busca de su familia, concluyó rotundo: "¡Ese país no tiene arreglo!".

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