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Birmania

La reactivación de la educación, una labor prioritaria tras el paso del 'Nargis'

  • Algunas ONG critican una reanudación de las clases que podría dificultar las operaciones de ayuda humanitaria.

Las autoridades birmanas, agencias de ayuda internacionales y grupos sociales locales luchan contrarreloj para reparar las escuelas afectadas por el paso del ciclón 'Nargis' por la región del delta del río Irrawaddy (sureste de Birmania) y que en teoría deberían abrir sus puertas el mes próximo. La importancia de esta acción humanitaria se perfila crucial de cara a los niños afectados por el paso del fenómeno metereológico.

La apertura de los colegios supondría un primer paso para la recuperación psicológica de los jóvenes birmanos. "No sólo se trata de la educación; también quieres que los niños entren de nuevo en una rutina, que tengan una sensación de normalidad tan rápidamente como sea posible para ayudarles a superar lo que les ha sucedido en las últimas semanas", explicó el subdirector nacional de la ONG Save the Children en Birmania. 

Y es que, según las autoridades educativas birmanas, más de 4.000 escuelas de primaria, enseñanza media y superior -con capacidad para más de un millón de niños-, resultaron dañadas o destruidas en el ciclón. 

Las escuelas reabrieron en el resto del país el pasado 2 de junio, tras el fin de la temporada de altas temperaturas, pero la reapertura de las instalaciones educativas afectadas por el 'Nargis' fue aplazada durante un mes entero. No obstante, las autoridades locales de algunas de las zonas más afectadas han intentado comenzar el curso escolar lo antes posible. 

La única organización humanitaria birmana con cierto peso específico son los monjes budistas, quienes con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y Save the Children organizan grupos de trabajo para gestionar las reparaciones en los edificios y crear "entornos de aprendizaje seguros" para los que se pueda importar material escolar y donde profesores preparados adecuadamente sean capaces de tratar con los estudiantes traumatizados por la catástrofe.

Ésta no es una operación del gusto de todos los grupos humanitarios, algunos de los cuales critican que devolver a los niños tan pronto a las clases podría dificultar las operaciones de ayuda humanitaria que están en curso. En respuesta, el portavoz de Unicef, Michael Bociurkiw, indicó que si algo había demostrado el pasado tsunami en Indonesia de 2004 es que "no hay mejor forma de ayudar a las familias que meter a los chavales en clase". 

Primero, porque a los niños se les concede una vía de escape, una estructura sobre la que desarrollarse y curar sus heridas. Y en segundo lugar, "porque se concede tiempo a los padres y cuidadores para que reconstruyan sus vidas" sin preocuparse por el paradero de sus niños, explicó Bociurkiw. Además, si los niños no regresan ya a la escuela, es probable que no lo hagan nunca. 

Antes incluso de la llegada del ciclón, la mitad de los niños birmanos dejaban la escuela antes de completar sus primeros cinco años de estudios, debido tanto a la pobreza como a la presión de ayudar a sus padres en el trabajo agrícola. 

"Cuanto más pronto vayan los niños a la escuela, menos probabilidades hay que de abandonen los estudios", declaró Chase. "Los niños que dejan la escuela suelen ser un problema habitual en el país, pero en una situación de emergencia, cuanto más tiempo lleven sin ir a la escuela, menos posibilidades hay de que regresen". 

Pero cuando los jóvenes supervivientes del ciclón -que ha dejado más de 133.000 víctimas entre muertos y desaparecidos tras su paso por la región el 2 y el 3 de mayo-, el regreso a la escuela se perfila como una "masiva" tarea logística, según la agencia de información de Naciones Unidas, IRIN.  "Es una catástrofe infantil", asegura Bociurkiw, "en términos de daño a la infraestructura a la que tienen acceso los niños: escuelas, clínicas y patios de juego", añadió. 

De las 4.000 escuelas afectadas, cerca de 1.200 resultaron demolidas, y otras 800 quedaron severamente dañadas, y al menos dos millares perdieron los tejados por culpa del viento. En este sentido, las agencias humanitarias están importando 200.000 cubiertas protectoras, junto con material para la construcción de tiendas o refugios básicos para los que se han utilizado cañas de bambú y plantas locales. 

Mientras tanto, queda pendiente averiguar cuántos profesores supervivientes del desastre son capaces de regresar al trabajo, y cómo se efectuará el reparto de niños por escuela. El especialista en traumas psicológicos de Médicos sin Fronteras (MSF), Kaz de Jong, declaró que un profesor que había intentado efectuar un censo de sus estudiantes tras el paso del ciclón halló que sólo 70 de sus 200 alumnos habían sobrevivido al paso del 'Nargis'.

Sin embargo, las agencias de ayuda han anticipado ya la puesta en marcha de programas de capacitación para los profesores -o bien voluntarios que se presenten a ocupar su puesto- con objeto de prestar ayuda a los afectados "en problemas psicosociales y para echarles una mano a la hora de reanudar la escuela en estas circunstancias tan traumáticas", explicó Chase.

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