TV-Comunicación

Del boicot al gallo de Manel

  • Una pancarta contra Franco causó el desconcierto en 1964 y a lo largo de estas décadas España ha ido dejando huellas imborrables en Eurovisión

Copenhague conecta con el portavoz del jurado español y no le salen las palabras cuando en francés debe pronunciar los votos. Se lía con los números y países y pasa un mal rato ante el continente. La organización ya había pasado su disgusto cuando del escenario había sido retirado un individuo con una pancarta en la que se leía "Boicot contra (los dictadores) Franco y Salazar", protestando por la presencia de España (que acudía con tres hermanos uruguayos, los TNT) y Portugal. En 1964 no estaban acostumbrados a los espontáneos y la televisión danesa, del bochorno, borró la emisión de sus archivos. Sólo recientemente se han desvelado imágenes de aquella pancarta ante la italiana Gigliola Cienquetti, que a la postre sería la ganadora. Seis años más tarde TVE imponía el bucle, el retardo, tras prenderse a lo bonzo Joseba Elósegui cuando Franco acudía a un partido de pelota vasca retransmitido en directo.

Indirectamente un boicot contra España llevó a inventar las 'postales' eurovisivas

En Eurovisión 2010, en Oslo, otro espontáneo, un catalán, Jimmy Jump, se coló por la actuación de Daniel Diges, que aguantó con entereza y repitió la canción. El último imprevisto así se produjo el pasado año a la espera de los votos cuando un espontáneo se bajó los pantalones mientras cantaba la ganadora anterior, Jamala. Sólo ese trasero impidió que el principal recuerdo de 2017, victoria portuguesa aparte, fuera el estruendoso gallo de Manel Navarro.

Hay bastantes anécdotas españolas en torno al festival memorables. También algún que otro boicot más, como el de Austria, que se a negó presentarse en Madrid en 1969. Algunos analistas sostienten que el cuadruple empate de aquella edición (incluyendo el Vivo cantando de Salomé) fue una maniobra de protesta contra Franco. Los nórdicos se marcharon de Eurovisión en 1970 y en aquel festival, el de Julio Iglesias, quedó reducido a 12 participantes. Para estirar el programa se inventaron las 'postales', las introducciones de los países, un clásico cada año. Es decir, indirectamente, fue por un anterior boicot contra España.

Nuestro país ya dio la nota contundente en 1968, con el cambio de cantante a última hora de Serrat por Massiel. El cantautor se vio desbordado por su propuesta de cantar en catalán el minimalista La, la, la. Presionado por colectivos de su tierra sólo pretendía al menos lanzar algún verso al aire en catalán. Karina, en 1971, sí dejó en el aire la primera frase de En un mundo nuevo. Se había incorporado tarde en el ensayo y la realización entendía que la letra empezaba más tarde. Aún así logró el segundo puesto, lo mismo que Betty Missiego en 1979. El jurado español fue honesto y no cambió los puntos previstos y la anfitriona, Israel, se llevó la victoria.

Antes, en 1974, Peret acudió a Brighton con la rumbera Canta y sé feliz en la que se decía: "si al sol no puedes tumbarte, ni en paz tomarte una copa, decir que estás en Europa no sirve de ná", proclama de una aperturista TVE justo cuando más se endurecía el régimen con Arias Navarro. La coincidiencia hizo que España llevara un tango al Reino Unido, Lucía con Él, en 1982 en plena guerra de las Malvinas. Éramos los únicos de Occidente que apoyaban a Argentina.

En esa línea folclorista, o étnica, se alcanzó un último puesto a conciencia en 1983, el Quién maneja mi barca, de Remedios Amaya. Cero puntos de una propuesta insólita pero que fue un gesto valiente y de calidad. Remedios, descalza y con un vestido que no le gustaba, fue mejor representante que Cadillac, La década prodigiosa o Patricia Kraus, que comenzaron a llevar a la decadencia a las representaciones españolas. Entre los representantes más lamentables, más allá del coloreado vestido de Agatha Ruiz de la Prada de Lydia (1 punto, en 1999), se hallan Alejandro Abad, Mikel Herzog o Antonio Carbonell. Compiten a la peor canción junto al Baila el Chiki-chiki de 2008, pero todos recordamos que aquello de Rodolfo Chikilicuatre era una broma pesada. Incluido otro culo ante toda Europa, el de Silvia Abril en su caída. Aún se sigue citando por youtube que otra caída, la coreografiada de Barei en 2016, fue real.

Otro momentazo para la posterioridad fue la desincronización del playback instrumental con la orquesta para el Bandido de Azúcar Moreno. Aquello fue en el Zagreb de la Yugoslavia de 1990. Las notas más desafinadas de España corresponden a representantes de este siglo entre Las Ketchup, El sueño de Morfeo, las Son de Sol, asfixiadas; junto a lo ramplón de Lucía Pérez y los desajustes de la pobre Edurne.

Por contra, quedémonos con la evocación de un par de voces andaluzas: Anabel Conde (segunda en 1995) y Pastora Soler (un injusto décimo en 2012), de lo mejor que hemos enviado en 57 años.

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