Toros

Dulce toreo, amarga espada

  • El novillero sevillano Lama de Góngora, con entrega, temple y gusto, pierde premio por el fallo con los aceros en sendas faenas Gonzalo Caballero y Sebastián Ritter, de vacío

Si dicen que hay un exceso de toros en el campo, ¿por qué los veterinarios tuvieron que examinar hasta 13 novillos para completar el encierro de Juan Pedro Domecq que se lidió ayer...? Mal pintan las cosas en el apartado ganadero, máxime con el antecedente del pasado Domingo de Resurrección, en el que tuvieron que examinar hasta 17 toros en la anunciada corrida de Garcigrande, que trajeron Morante, El Juli y Manzanares.

Nadie puede prever el comportamiento, el juego, de una res; pero sí que estos ganaderos seleccionen animales con una presentación en correspondencia a las exigencias de una plaza de primera, como es la de Sevilla. En los dos primeros festejos de abono, pinchazo en hueso. Desde luego, muy mal ha comenzado la Feria de Abril en este sentido.

En la nublada tarde, volvimos a vivir buenos momentos de toreo. En esta ocasión por la veta estética, a cargo del local Lama de Góngora, un torero con gusto, con temple, que además le echó arrestos en varias largas cambiadas de rodillas. Lástima, que todo lo que ha crecido este novillero en el manejo de las telas, lo tirará por la borda por su desacierto con el fleje. Por ello, perdió premio -probablemente, un trofeo de cada oponente.

Lama, con el tercer novillo, un dije en presentación, que apenas se tenía en pie -el primer tercio se resolvió con un puyacito-, se mostró como un torero con proyección. El novillo, de preciosa pinta: melocotón, resultó por sus azucaradas y suaves embestidas un melocotón en almíbar. El torero se gustó y gustó a la parroquia. Tras una larga cambiada de rodillas frente a toriles, se marcó un par de buenas chicuelinas en un quite. Comenzó la faena con pinturería y preciosos ayudados por alto. Con la diestra, relajado, templó y fue muy ovacionado en el cierre de una tanda con un cambio de mano deslumbrante y un largo pase de pecho. Con la izquierda abrió una serie con el cartuchito de pescao y apuntó algunos naturales de calidad aislados, aunque en varias ocasiones quedaron interrumpidos por la claudicación del novillo, que perdía las manos. Emborronó la faena con la espada.

Ante el sexto, un novillo alto, al que no le hicieron sangre ni para un análisis en el primer tercio, Lama volvió a jugársela frente a chiqueros. Sumó hasta tres largas cambiadas de rodillas. El público le ovacionó con fuerza dos tandas con la diestra, de muletazos templados; y otra al natural, de buen nivel. Además, el sevillano añadió al trasteo bellos pellizcos, como trincherillas o pases del desprecio. Pero de nuevo, marró con los aceros.

Gonzalo Caballero, con su primero, que acometía a media altura expuso mucho, en una faena que fue acogida con frialdad por el público y en la que fue cogido en el cierre, en una bernardina. Tras el porrazo tremendo, volvió a plantarse delante del novillo para dibujar la misma suerte. Mató de estocada. Tras ser atendido en la enfermería de la conmoción y la paliza propinada por el que abrió plaza, srecibió a portagayola, con un lance de pie, al cuarto, que claudicó en el primer puyazo. Su voluntariosa labor estuvo salpicada de excesivos enganchones y algún desarme.

Sebastián Ritter, con el segundo, bien hecho, impactó por momentos por su quietud. En los medios, logró dos tandas diestras notables; en una de ellas, mayestático, muy ovacionadas. También atornilló los pies en el toreo al natural a un astado que no llegaba a descolgar. Con el quinto bis, que sustituyó a un titular que se partió un cuerno al rematar en un burladero, no tuvo opción al lucimiento por la invalidez del animal, que perdía las manos cuando el torero intentaba obligarle. Mal con los aceros.

Ante una novillada con el denominador común de la flojedad, destacó por su gusto y temple Lama de Góngora, quien falló en la suerte suprema. Así fueron las cosas: dulce toreo, amarga espada.

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