primera de abono en la maestranza | domingo de resurrección

Manuel Escribano y Daniel Luque, mano a mano sin trofeos

  • Ambos diestros se muestran voluntariosos ante una miurada bien presentada y en el tipo, pero que resultó deslucida y sin motor Escribano, a punto de ser corneado por el tercer toro

De una esplendorosa Semana Santa soleada a un comienzo de temporada lluvioso en lo climático y desangelado en el ruedo. Pese a la ausencia de las figuras del G-5 por el litigio mantenido con la empresa Pagés, se registró una buena entrada en la Corrida del Domingo de Resurrección celebrada en la Maestranza, con algo más de tres cuartas partes de su aforo cubierto y eso que la climatología, con rachas de lluvia en las horas previas, no ayudaba a un espectáculo cuya taquilla precisa del sol.

Cuando los operarios retiraron del ruedo una gigantesca lona pudimos comprobar que el piso de plaza presentaba una buena imagen. Los aficionados, muchos de ellos llegados de Gerena, localidad natal de Escribano y Luque, los dos diestros del mano a mano, comenzaron a llenar los tendidos, pese al cielo cárdeno y amenazante. Los toreros fueron ovacionados antes y después del paseíllo.

Escribano, triunfador en la pasada edición con toros del hierro sevillano, aportó pundonor a raudales y se libró por tablas de una cornada seria por el tercer toro. Luque salvó con oficio y seguridad con la espada su estreno miureño. Pero el espectáculo nunca llegó a romper, en gran medida por la materia prima, una corrida de Miura, bien presentada y en el tipo, que resultó deslucida y con escaso motor.

Manuel Escribano, que recibió a sus tres toros frente a toriles con largas cambiadas y banderilleó, en conjunto, con solvencia, se mostró voluntarioso con el primer astado, pronto, cumplidor en varas, pero que fue a menos hasta buscar tablas. Lo mejor, el segundo par, en el que se jugó literalmente la barriga y la serenidad en el trasteo.

En el tercero, susto de órdago, en la larga de rodillas, en la que tuvo que tirarse cuerpo a tierra, para librar una cornada cantada de un imponente cárdeno. El toro, mugidor, le buscó en la arena y Escribano logró zafarse, aunque con una caricia en el muslo izquierdo. Aquí, de nuevo, el segundo par fue el mejor en ejecución: de poder a poder y con facilidad. Saltó un espontáneo, al que la cuadrilla detuvo, hasta sacarlo del ruedo. En la labor, con brindis a Padilla, que se encontraba en el callejón, no tuvo opciones al lucimiento.

Con el manso quinto, un galán, se mostró porfión y prendió un par temerario, al quiebro, tras citar sentado en el estribo. Lo mejor, una gran estocada al volapié en la que se jugó el tipo de verdad.

El segundo miura, único sardo del encierro, de nombre Macareno, resultó manejable, pero se rajó pronto. Aquí se vivió el único pique en quites de los gerenenses, con unos faroles de Escribano y contestación de Luque con dos espléndidas y bellas verónicas y remate con una airosa larga cordobesa. Luque concretó una labor con la franela que no pasó de voluntariosa.

Con el cuarto, Osito, un ejemplar de pinta negra y de respeto -pese a su diminutivo-, como lo fue toda la corrida, Luque cortó pronto en medio de un diluvio y no llegó a exprimir las embestidas del astado.

El imponente sexto, de 625 kilos, el de mayor peso de la corrida, salió barbeando tablas. Se lució en banderillas Curro Robles. Luque apostó por una labor encimista, robando muletazos a un astado que, por otro lado, no tenía apenas recorrido.

En definitiva, apertura con escaso mordiente y escasa historia. Y es que la corrida de Miura, decisiva para un mano a mano sin brío, careció de viveza y buenas embestidas en su conjunto.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios