Toros

Menú muy pobre y... ¡sin postre!

  • El Cid, por debajo de un buen lote, especialmente del gran primer toro Perera, en blanco con dos mansos Jiménez Fortes, de vacío y actitud en el que cerró plaza

De nuevo, problemas con el ganado. La corrida de Daniel Ruiz no dio la talla en el reconocimiento veterinario. De ocho toros examinados fueron rechazados cuatro por falta de trapío. Se tiró de nuevo de Juan Pedro Domecq, con el hierro Parladé, para remendar dos astados suyos un encierro muy dispar en presentación y comportamiento, en el que destacaron por su juego dos buenos toros -primero y cuarto-.

La terna se marchó de vacío. El Cid estuvo por debajo de su buen lote, especialmente el toro que abrió plaza, un animal aceptablemente presentado, feote y astifino, que se comportó con codicia y nobleza. El sevillano, con la muleta, tras una apertura en la larga distancia, basó su faena con la diestra, con muchos muletazos a gran velocidad. Entre otras cosas, faltó poso y temple. El comienzo del menú fue para que el saltereño hubiera dado buena cuenta de ese buen Lechón, que así se llamaba.

El Cid, con un precioso castaño que hizo cuarto, manejable, aunque se metía bastante por el pitón derecho, tampoco acertó en colocación ni logró acoplarse.

Miguel Ángel Perera, voluntarioso con el segundo, aceptablemente presentado, un manso suelto desde su salida, con tendencia a tablas y que se vino abajo de inmediato logró una tanda entonada con la diestra -pitón algo potable del astado-. Sin embargo, cuando lo intentó al natural, Mensajero le envió al destinatario extremeño un recado muy serio; a punto estuvo de cogerle. Afortunadamente, todo quedó en un susto.

Con el quinto, Golondrino, que voló por donde y como quiso, con marcada tendencia a tablas, no se hizo con él y Perera pasó las de Caín con los aceros, especialmente en el uso del verduguillo, en el que se produjo una anécdota que pudo acabar en tragedia, cuando el estoque de cruceta, en un intento del torero, salió despedido por los aires para estrellarse finalmente contra las tablas.

Saúl Jiménez Fortes, que realizó un quite por chicuelinas ajustadísimas al segundo toro, en su correspondiente quite, se desencantó de inmediato ante la mansedumbre del primer astado de su lote. Le faltó actitud, máxime teniendo en cuenta que está comenzando como matador de toros y la Maestranza es un escaparate de primera categoría. Su labor fue un suspiro. Dejo seco a Limonero, que así se llamaba, de un estoconazo.

Con el que cerró plaza, de Parladé, Falador, sí estuvo el malagueño por parlotear. Con este animal, manejable y a menos, realizó una faena entonada, en la que se entregó con valor, cerrada con manoletinas escalofriantes. Todo ello, tras recibir al toro frente a toriles con una larga cambiada de rodillas, en la que el toro se marchó sin entrar en la suerte, y otra en la que el torero, en los tercios, arriesgó una barbaridad. El público le ovacionó su voluntad y estuvo con el malagueño hasta el final, en el que el diálogo entre toro y torero acabó en una estocada casi entera arriba, pero muy tendida. Fortes precisó de dos descabellos, por lo que el posible premio se esfumó.

En resumen, fue un menú muy pobre en lo artístico y en el que incluso falló el postre final que había llegado en días anteriores en el último acto, con esa orejita concedida por un público benévolo que se marcha a la feria raudo, feliz y contento, para contar las grandes proezas que han visto en el ruedo maestrante. Ayer, ni eso, porque no hubo premio en lo que supuso un menú muy pobre y... ¡sin postre!

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