Toros

Una mala corrida de Palha cierra la Feria de Otoño de Madrid

  • Fernando Robleño, Javier Castaño, cogido aparatosamente por su segundo toro, sin mayores consecuencias, y Alberto Aguilar reciben sendas ovaciones

GANADERÍA: Corrida perteneciente a la ganadería de Palha, muy desigual y justa de presentación y de dispar aunque escaso juego. Desrazados los tres primeros toros, a menos. Muy peligrosos los tres últimos. TOREROS: Fernando Robleño, silencio y ovación. Javier Castaño, ovación y silencio. Alberto Aguilar, ovación y silencio. Incidencias: Plaza de toros Monumental de Las Ventas de Madrid. Más de tres cuartos de entrada.

Volvió Palha a Madrid...con otra de Palha. De lo que ha acostumbrado a ofrecer en los últimos años. Una corrida decepcionante en presentación y juego y peligrosa -especialmente los tres últimos toros- dentro de una tarde que sin ser larga -poco más de dos horas-, se hizo larga. Que los tres toreros dispusieran del valor y los recursos técnicos suficientemente probados evitó que se hiciera todo más cuesta arriba aún. Javier Castaño fue cogido aparatosamente por el segundo y tuvo que pasar a la enfermería. Dio la cara y Madrid respondió, al igual que sucedió con Fernando Robleño y Alberto Aguilar. Así se cerró la Feria de Otoño.

Inició su faena al segundo Castaño con inteligencia. Dio distancias para aprovechar la inercia del jabonero en sus embestidas. Acertó el torero a dejarle la muleta puesta, siempre muy tapada la salida, sobresaliendo el pase de pecho de la segunda tanda. Aunque el de Palha había mostrado más claramente su peligro en los primeros tercios, en la muleta tapó sólo en parte lo mostrado anteriormente, varias miradas al cuerpo incluídas. No se amilanó el leonés, que tiró de temple en cuanto el toro se vino a menos, que fue pronto. En la suerte suprema Castaño se la jugó y dejó la estocada con el tributo de salir prendido. Pisado y golpeado, Javier Castaño pudo levantarse en un par de ocasiones y evitar un percance mayor. Pasó a la enfermería con muchos dolores y salió para lidiar el quinto. Su esfuerzo no tuvo éxito más allá de su valorable actitud: el animal, muy descompuesto, imposibilitó cualquier intento de faena del espada, que aún así logró una buena tanda de naturales.

Alberto Aguilar presentó pronto sus credenciales para la tarde. Entonado manejo de capote frente al tercero, en el quite previo por verónicas y en un galleo por chicuelinas. Con la muleta se impuso al toro, tendente a revolverse, y consiguió robar los pases en un ejercicio de capacidad. Con el toro ya parado, pero no sin peligro, Aguilar se metió entre los pitones y Madrid supo valorar su esfuerzo. Saludó una ovación.

Cerró feria un ejemplar deslucido y difícil para estar delante. Sin humillar y propenso a derrotar en busca del torero, el de Palha no embistió por derecho. Aguilar se puso pronto y logró varias buenas series con la mano izquierda, provocando mucho la acción de su oponente. Poco más pudo hacer.

Abrió plaza un ejemplar de más pacífico juego, aunque su fuelle y su raza duraron poco. En dos tandas aprovechó Fernando Robleño para reivindicar su concepto templado y bien compuesto, antes de ver cómo se apagaba este primero.

En su empeño, continuó al natural, pero el público restó relevancia a su insistencia. El cuarto fue un verdadero peligro que puso en aprietos a la cuadrilla y al matador. Robleño lo probó, y ante la imposibilidad de nada tangible, macheteó y terminó de un hábil espadazo.

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