Toros

Otra corrida gafada por los toros

  • El fracaso de la tarde fue culpa de ellos: hasta cuándo la presencia desmesurada de los toros de Domecq en la Maestranza l Lo único salvable, la actuación de El Cid, que no llegó a ser extraordinaria

A la cuarta fue la vencida. Tres días seguidos de suspensiones, polémica la segunda, puesto que no llovió en todo el tiempo que hubiera durado el festejo, y escandalosa la tercera, ésta con cese fulminante, incluido del presidente por haberse puesto en contra de la razonable voluntad de los toreros, y de paso contra los intereses del público.

Se dio por fin una corrida en La Maestranza en plena Feria de Abril. Pero de qué manera resultó. Hasta el extremo de que la gente se pregunta ahora si no hubiera sido mejor otra suspensión. Porque vaya desastre de corrida. Lenta, de casi tres horas, y aburrida hasta la desesperación, sin un solo grano que espigar en tanto rastrojo como dejó.

Otra pregunta del sufrido personal: ¿hasta cuándo la presencia desmesurada de los toros de Juan Pedro Domecq en La Maestranza? Nada menos que tres corridas ha traído este ganadero a la Feria, una de ellas con el hierro de Parladé, y a cuál de las tres ha resultado peor. El fracaso de la tarde, una vez más, fue culpa de estos toros.

Un primer toro complicado por mirón, y porque nunca se empleó, con el que Curro Díaz desarrolló cierta estética pero sin pasar de los medios pases. La emoción de la faena, lamentablemente, estuvo en una voltereta, por fortuna sin mayores consecuencias.

El cuarto, manso total, incomodó también mucho por sus medias y espaciadas arrancadas, y esta vez se notó mucho la contrariedad del fino torero de Linares, que de paso tampoco estuvo muy seguro.

El primero de El Cid, sobrero de La Dehesilla, en la línea de los titulares, marcó pronto su territorio: donde nadie le molestara. Un manso que rehuía la pelea. Sin embargo, la buena disposición del torero le obligó a 'romper' en cierto modo para adelante, a base aguantarle y llevarle muy embebido en la flámula por naturales.

La mano izquierda del Cid en acción, lo único que se salva en la tarde. Aunque tampoco llevó sello de extraordinario al obligar la condición del toro a una faena itinerante. El hombre se puso también por el derecho para dejar claro que no había nada que hacer asimismo por ese pitón.

El quinto, sin disimular su condición de manso, por un momento parecía también que iba a 'servir'. Pero duró un suspiro. Un par de tandas a derechas, algunos muletazos en dos tiempos conforme se iba parando el burel; pases de mucho aguante, largos y reposados. Pero hasta desinflarse 'el enemigo'. Y ya se sabe cómo es la pelea entre dos cuando uno no quiere.

A Perera le devolvieron sus dos toros. De forma que se contrató con una corrida de Juan Pedro Domecq y acabó matando sendos sobreros de otras dos ganaderías.

El de Pereda, un toro bruto, le tropezó mucho los engaños, sin permitirle coger el ritmo.

El último, de El Serrano, sencillamente no tuvo voluntad de embestir, en vista de lo cual, y dado que eran casi las nueve y media de la noche, Perera abrevió sin más.

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