rosa ortega. madre del rejoneador andrés romero

"No hay mucho que decir cuando un hijo se marcha para torear a la plaza"

  • Valoraciones personales en torno a la figura del rejoneador onubense "Yo no entiendo de toros ni si rejonea bien o mal, pero sí tengo claro que para mí es el mejor", comenta Rosa Ortega

Confieso que la idea de la entrevista me la sugirió la última intervención de Cholo Simeone después de acordarse de las madres de los jugadores por aquello de algún que otro atributo. El Atlético acababa de hacer historia cuarenta años después de su última final europea. Andrés Romero la hará a partir de las seis de la tarde de hoy, cuando salte a la arena maestrante el primer toro de Bohórquez. Es indiscutiblemente el personaje que le da sentido taurino a esta provincia y a su afición en el día de hoy. Pero no el único, porque si es verdad que siempre se ha hablado de las madres de los toreros como ese soporte de sufrimiento, de espera, del a ver qué pasa, la de Andrés Romero existe y se llama Rosa. También ella se quedará en el hotel ante las particulares devociones religiosas, pidiendo todo eso que sólo piden las madres. Le hemos preguntado tantas cosas a Andrés estos días que, a priori, poco queda por indagar en los momentos previos del festejo. Por eso, Escacena tenía, sin duda, esa llave sobre la que conocer y homenajear a todas esas que se quedan siempre detrás de la vida de un hijo, sea o no torero, en unas fechas muy especiales para todas ellas. Aquí están las sensaciones de Rosa Ortega a pocas horas de que su hijo se monte a lomos de sus caballos y acometa la tarea de salir indemne de una cita que siempre marca la carrera de un torero.

No cabía buscar conversación taurina sino de sentimientos. Los de Rosa andan a estas horas en ese equilibrio en el que se aposenta la razón de que todo va a salir bien, junto a la sensación de madre que sabe que en un chiquero esperan dos toros. Se me quedó grabada esa frase de una entrevista a Concha Spínola antes de que su hijo, Miguel Báez Litri, se retirara de los ruedos. "Por fin van a dejar de haber dos toros siempre esperando en los días de mi vida". Eran las sensaciones de una madre de torero que bien sabía de cómo son las horas de corrida. Ahora, Rosa está comenzando a vivir esa experiencia. Y por eso, esas sensaciones debían de llegar en este momento. Por eso las he buscado desde la amable conversación con la madre de otro torero. Y ahí estaban.

-También desde la mujer emocionada cuando le pregunto que quién es Andrés Romero para ella...

-Andrés es un hijo muy especial a quien por circunstancias no pude abrazar recién nacido y por eso procuro hacerlo ahora muchas veces. Siempre lo miro, como a su hermano, con una cosa diferente por eso.

-Con qué jugaba ese chiquillo cuando pequeño y no me vaya a decir que con un caballo de cartón.

- (Ríe Rosa antes de contestar) Jugaba como todos los niños, a la pelota, a las canicas -tenían una fiambrera llena de canicas- y también recuerdo que le echaron una mesa de mecánica y el entretenimiento principal era quitarle las patas y darse mamporros. Y con los caballos, también. La verdad es que siempre ha habido caballos en casa y ellos se entretenían con las bestias. Recuerdo que mi marido, cuando ya no podía montar, compró una jardinera para ir al Rocío y teníamos un mulo muy bueno. El caso es que Manuel, un hombre que tenía mucho apego a la casa, siempre que llegaba era para decir: "Este mulo esta malo, el animal no bebe nunca". ¡Cómo iba a beber si estos dos siempre le daban de beber antes de que Manuel llegara! La verdad es que siempre les ha gustado, porque lo han entendido, el trato con las bestias.

-¿Y usted, es madre de estar en plaza o de quedarse en casa esperando?

-Pienso ir hoy a Sevilla y a Madrid cuando toque, pero sólo hasta el hotel. Llegar a verlo en la plaza ha sido poco habitual porque se pasa mal. Pero sí estar cerca de él porque me apetece. Me arrepentí mucho de no haber ido a Huelva, de no compartir con él aquel momento, y no quiero que se repita. Así que me iré a pedirle a la Virgen que no pase nada, aunque me voy a quedar fuera de la plaza, porque allí no aguantaré.

-Imagino que con la plantilla de santos al completo. ¿Quién manda ahí?

-Pues no sé si por casualidad o no, pero de los dos percances en la plaza que ha tenido Andrés, en Atarfe y Osuna, yo siempre he invocado a la Virgen de los Dolores y a ella encomiendo mi plegaria. Da la casualidad también de que Andrés sale de costalero con esa hermandad y en ella encuentro yo mi manera de agarrarme a la angustia de ese tiempo, cuando mi hijo está lidiando.

-¿Cómo vivís esta experiencia ante Sevilla?

-Como siempre. De una forma muy normal. No le he visto nada nervioso, aunque imagino que él por dentro debe de estar pensando cosas de cuando llegue hoy a la plaza, la gente, la corrida. Pero no suelo yo preguntarle mucho.

-Andrés tiene una bonita familia en la cuadrilla. José Luis, gente de confianza, pero sobre todo un puntal muy fuerte como es su hermano Santiago...

- Sí, entre ellos hay una relación muy fuerte. Mira que nunca se han llamado por su nombre. Siempre se dicen uno a otro mano. Siempre han ido a una en todo. ¡Hasta en las travesuras! Me acuerdo que cuando hacían cualquier trastá no había forma de saber cuál de los dos la había hecho, así que siempre estaban los dos castigaos y el castigo suyo era sentarlos en una silla. Santiago aceptaba mejor el castigo, pero Andrés siempre declaraba, aunque no hubiera sido, antes que nadie por tal de no pasar por el suplicio de estar sentado.

-El que Andrés se ha convertido en algo más que un rejoneador que apunta no debe haber sido cosa de un día.

-Yo creo que ha sido desde siempre esa afición al toro, porque desde que estaba en el colegio de Umbrete, de lo que más venían llenos los cuadernos era de dibujos con los hierros de ganaderías.

Después, entre conocer a uno y a otro fue poco a poco llegando el primer caballo, el conocimiento con Diego y Pablo a base de los percances que tuvieron los dos, y todo ello hasta llegar a donde estamos.

-Que no es otra cosa que a escasas horas de un paseíllo en Sevilla.

-Cuando mi hijo empezaba a querer ser rejoneador recuerdo que un día le compre una figura que era una maestranza pequeñita a modo de cenicero y le dije: "Toma con esto te vas a tener que conformar". Y no, se ve que con aquello no se conformó. Hubo además un día de compras por Sevilla que las amigas me decían, a modo de broma cuando pasábamos por el hotel Colón: "Rosa ya mismo estás aquí cuando Andrés toree en Sevilla".

Y mira tú lo rápido que ha llegado y cómo se ha rodeado todo esto. Esa es una de las cosas que más pienso en estos días.

-¿Que piensa la madre del hijo rejoneador?

-Nada de particular. Yo no entiendo de toros, ni sé si torea bien o mal porque no quiero juzgar eso. Pero sí tengo claro una cosa: que sea como sea, esté como esté, para mí siempre es el mejor.

-¿Quién llama para decir que la cosa marcha en condiciones?

-Pues entre toro y toro Santiago o José Luis me ponen el mensaje. Después, cuando la corrida ha terminado, bien desde la furgoneta o bien desde el hotel, Andrés ya me cuenta como fue todo.

-Lo que no podrá negar es el orgullo que da ver cómo está todo el mundo volcado con Andrés en estos momentos?

-Es bonito, claro que sí. De cualquier forma, estos dos han sido unos chiquillos que siempre han tenido un poder de comunicación con gente de cualquier edad. Ya pudiera ser de cacería, que les encantaba ir con su abuelo, como de cualquier tema. Yo sé que los dos, y en este caso Andrés, son de hacerse querer.

-¿Qué se le dice a un hijo cuando se marcha a torear?

-Yo creo que no hay mucho que decir. Son momentos difíciles. Yo me limito a tenerle planchada su ropa, sus camisas y lo que sí hago siempre es darle dos besos a la cruz que lleva puesta. Solo eso. De lo demás, una poco puede hacer.

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