Toros

"No es fácil saber que ya no tengo que ensillar el caballo al amanecer"

  • Tras cuarenta años de profesión, la jubilación retira a José Escobar, mayoral de Cuadri, de un modo de vida donde el toro marcó a uno de los personajes mas populares del campo bravo onubense

Está cayendo el sol en Fuente La Corcha, la pequeña aldea donde el protagonista se ha ido a vivir. José Escobar, el decano de los mayorales del campo bravo onubense, divisa desde aquí las últimas hectáreas de un territorio que anduvo a caballo entre vacas y toros durante más de cuarenta años. Se ha buscado, como guardianes de su retiro, un nogal, diez cabras, dos naranjos, una tropilla de gallinas y, sobre todo, su familia y ese caliqueño permanentemente acomodado sobre los labios.

Escobar ha pasado de ser You, una definitiva referencia en el paisaje de Comeuñas y La Pelá y se ha convertido en José, un hombre en edad de jubilación, dos hijas y una esposa que han dejado las calles de Trigueros y vuelven al campo como la mejor opción de la vida que les queda por delante.

-Ya van quedando pocos mayorales…

-Bueno quizás todavía no es definitivo, pero sí…cada vez le cuesta más trabajo a la gente joven hacerse cargo que este trabajo lo lleva para adelante la afición que tengas. Esto se va acabando. No se si es porque hay menos afición o por qué será. Ahora ya no se nace en el campo como antes. Con el ganado desde chiquitito, aprendías otra vida, vivías el ganado. Ahora manda mucho el reloj y quien trabaja quiere comodidades que nunca antes se había echado a faltar. Yo no miré nunca sábados, domingos ni fiestas.

-¿Cuarenta años dan para ver mucho y mucho para no mirar ?

-Y tanto que he visto. Ha visto uno tanto entre toros y vacas... Cuarenta años son mucho y mucho sentimiento. Se dejan muchísimas cosas y, aunque me voy por gusto, me acuerdo mucho y lo he pasado mal al comienzo. De lo bien que nos hemos llevado. No es fácil saber que cuando llegue el amanecer ya no tengo que ensillar un caballo y salir a campo.

-Como mayoral, se puede decir que has sido hijo, hermano y ahora padre con experiencia. Muchos jefes y, sin embargo, amigos...

-He tenido mucha suerte de que ellos le hayan echado cuenta al mayoral. Compartimos muchas cosas y casi siempre lo tuvimos claro y coincidimos porque sabemos lo que buscamos. Si algo le gusta a uno en la tienta, es difícil que no le guste a todos.

-¿Qué hay de aquellos primeros tiempos?

-Pues guardo un especial recuerdo de las charlillas que tenía con don Celestino. El fue quien me enseñó a conocer el toro en su profundidad. Era un gran aficionado. Cuando yo salía al campo iba descubriendo que lo que me había dicho de cada reata, era la verdad. Lo más importante es tener muchísima afición. Con afición todo se aprende. Hay que dejar que el campo te enseñe y dedicarle muchas horas. Es bonito conocer un toro, aunque sea viendo solo la punta del pitón.

-¿Y esa memoria prodigiosa para manejar nombres, números, reatas, de dónde sale?

-Mi padre era igual y también mis hermanos. Es cosa de naturaleza, pero ya te digo, mi padre se manejaba con un chivito que naciera con una precisión que no era normal.

-Y, sin embrago, el teléfono apuntado en la cinta del sombrero para no olvidarse de llamar… La curiosidad de aprenderse cientos de números de vacas y ser incapaz de recordar las nueve cifras de un teléfono… ¿Curioso, no?.

(Ríe José sobre lo que ha sido su eterna costumbre, la de utilizar siempre las vacas para acordarse de los teléfonos).

-Me digo: "¿Fernando?...pues Fernando es la mengana, la perengana y termina en la Ferianta. ¿El de Vélez? La Triguera, la Clavellina y la Crisantema" y así se defiende uno.

-¿El momento más amargo. El peor?

-Los años aquellos después de la célebre Beneficencia en la que Tacholero metió abajo la ganadería. Cuando llegamos desde Madrid al campo, don Celestino tenía ya preparada la reata de vacas y el semental para el matadero. Sólo le faltó meternos en el camión a Fernando y a mí. Era un hombre que nunca se arrugaba ante los problemas ni ante las soluciones.

-¿De dónde viene este respeto general cuando salen toros que no funcionan o temporadas donde las cosas no pinten bien?

-No se decirte por qué es así. A mi entender, creo que hay dos cosas fundamentales que han sido la humildad con la que se han tomado todos los momentos y el que se ha ido siempre con la verdad por delante. Fernando es siempre un hombre que, aunque haya dos metros de nieve, ahí ha estado siempre cuidando la imagen de la ganadería.

-¿El momento más bonito...?

-Todas las salidas al ruedo, las salidas por la puerta grande. Todo eso es importante para los ganaderos, pero también para un mayoral. Hubo veces en que la responsabilidad de la plaza de Madrid parecía que era lo más y resulta que, después en cualquier plaza pequeña también se pasa ese pellizco de responsabilidad y de alegría. Ahora llevamos unos años bonitos.

-¿El toro que más te marcó?

-Unos pocos de toros. Quizás Clavellino, Poleo… Me llegó mucho Aragonés. Hay otro muy especial que fue uno que lidió a puerta cerrada José Luis Parada en la plaza de El Judío. Creo que he visto pocos toros más bravos que ese. Ese día se me saltaron hasta las lagrimas viendo que un toro tan bravo no me lo iba a poder traer para el campo. Revisor, en Valverde, también fue uno de los recuerdos más grandes y bonitos que tengo, por lo emocionante que fue.

-¿Volvería a ser mayoral?

-Sí…..pero de Cuadri. Que me perdone quien me escuche porque yo no desprecio a nadie, pero si hay que estar, que fuese con don Celestino. Para revivir de nuevo todo, porque esa fue mi vida y estoy orgulloso de ella. Me encantaría. Del trabajo no me he quejado nunca. Mientras había sol y luz del día, palante. Siempre me dije que hasta que no tuviese cien años no me retiraría, pero está visto que también es bueno tener claro cuando es el momento correcto para hacerlo.

-¿Que le dejó el toro en todo este tiempo ?

-Me acuerdo de cuando lidiamos la primera vez en Madrid. Las cosas rodaron bien y entonces me dijo el ganadero que esa noche nos quedábamos en el Meliá Castilla. Uno, que estaba acostumbrado a vivir en el campo, en esos chozos, en fin la vida, me quedé pensando cómo era posible que de la pared saliera aire fresquito o caliente a voluntad. Pensé: "Si mi padre el pobre viera esto..." Uno, que se había criado en el campo toda su vida. Era una vida nueva la que me brindó siempre el toro. Viajar, las gentes, la preocupación de que los toros llegaran bien, las peleas en los corrales, muchas noches de vigilia. Muchas cosas nuevas que no hubiese tenido si los ganaderos no me dan la responsabilidad que tuve durante tanto tiempo.

-Puede usted presumir de que le han respetado muchos los toreros y la gente del toro.

-Pues sí. Yo estoy muy orgulloso de ello. Los profesionales siempre me dejaron hablarles y aconsejarles sobre cómo enlotar y puedo decirte que no me equivoque mucho y que tanto toreros como apoderados siempre me dieron las gracias después de la corrida. Lo de la confianza está bien, pero claro, después no les puedes fallar… Y gracias a Dios, casi siempre acerté. Recuerdo el Poleo que salió en Madrid en el 96, que le tocó a Mejías. Le dije a su apoderado: "Le ha tocado al matador un toro con el que ya tiene media puerta grande abierta. La otra media la tiene que abrir su torero". Me dijo el hombre: "Vale, vale". Total que en banderillas el toro se lo llevó por delante a Mejías y tuvo que lidiarlo Esplá. Cuando a ese toro le estaban dando la vuelta al ruedo, el apoderado del mexicano vino hasta el burladero de mayorales y me dijo: "Le doy la enhorabuena, no solo por el triunfo, sino por lo que usted me ha dicho, porque era toda la verdad que tenía dentro el toro".

-¿Y cuál fue ese toro que una tarde va y te equivoca de lleno?

-Un Crisantemo que se lidió en Badajoz y no salió como yo esperaba. El toro estaba en una corrida de Madrid, le dieron un puntacito y después se toreó en Badajoz y esperaba yo mucho más de ese toro. Me engañó de lleno. Después, en el campo, hay pocos toros que me hayan engañado, aunque siempre hay alguno que te avisa de que en esta profesión uno no debe descuidarse nunca.

-¿Qué le ha dicho el ganadero cuando llegó la hora del último trabajo ?

-Bueno, yo no he tenido una despedida tajante. Ellos saben donde estoy y que mi experiencia la tienen a su disposición. Tendré tiempo para volver a ir al cortijo, verlos a ellos y disfrutar del campo. Pero si sé que Fernando a algún aficionado le ha dicho: "Qué triste está Comeuñas sin You". Eso me llega al alma porque es verdad que bajo cualquier condición, lo que hemos sido es una gran familia y eso no lo desbarata ningún tiempo. Tendré que ir mas veces a Comeuñas.

-¿Imagino que el caballo se lo habrán dejado ?

-Si, sí, lo tengo allí. Cuando esté aburriote está claro que volveré a ver las vacas y los toros. Ellos también han sido una parte importante de mi vida.

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