Feria de nuestra señora de la salud

La grey que puebla la plaza

  • Los japoneses estuvieron presentes intentando asimilar la muerte de un ser vivo. Para espectáculo, Juan Plata.

LA tarde de ayer era de esas que complican la vida de cualquier escritor de crónicas de ambiente. De cualquiera menos de los que tenemos la suerte de sentarnos al lado de Juan Plata. Y si encima hay por allí unos japoneses, la crónica sale sola. En el tendido del 4 aparecieron un grupo de orientales cargados de bolsas de elcorteinglé. A los orientales es fácil confundirlos pero yo ya he aprendido a distinguirlos. Si llevan bolsas de elcorteinglé no pueden ser chinos. Antes, sólo venían japoneses o coreanos a las plazas de toros, pero hoy día los chinos, además de terremotos y represión, tienen poder adquisitivo y vienen desde Shangai. Además, los chinos visten con colores apagados y sin marcas tipo Gucci. Los coreanos se distinguen de los japoneses porque ellas llevan las piernas menos arqueadas, como si hubiesen pasado la vida subiendo y bajando del pony. En el caso de las japonesas, parece que el pony lo llevan siempre debajo. Además, las japonesas tienen pasión por las marcas, los móviles rosas con brillantitos y las bolsas de elcorteinglé. Identificado el país, se pudo observar a los nipones extrañados de que los aficionados tirasen las cáscaras de cacahuetes al suelo, al igual que las de pipas, las bolsas vacías de patatas y las colillas. Con decir que uno de los japoneses llevaba un cenicero portátil que parecía un mechero con apertura para echar las cenizas, se puede comprender su grado de asombro ante la capacidad española para generar basura. Los japoneses llevaron a la plaza su propia comida, sandwiches que compraron ya saben dónde y tupper de arroz tres delicias que, aunque no sea chino, no anda lejos de lo que es un tupper de sushi. Los japoneses son gente atenta, hasta el punto de que a partir del tercer toro sacaban sus pañuelos para solicitar la oreja mientras pelaban las pipas que les habían regalado para que comprendieran la idiosincrasia hispánica. Cuando murió el primer toro alguna se echó las manos a la cara pero aceptaron la muerte de un ser vivo con naturalidad. Está visto que el budismo no es lo que era. ¿Y había gente de otras nacionalidades? Estaba Juan Plata, de La Carlota, herencia germánica de cuando los emigrantes rubios llamaban a las puertas de Carlos III. Juan Plata es cronista taurino de la radio de su pueblo y en tiempos fue enterrador. Ayer nos enteramos que una vez perdió la cabeza de un muerto pero que la recuperó porque la reconoció debido a que tenía los pelos muy largos. Dicho esto, no sé que hace la gente quedándose en casa, con la grey que puebla los tendidos y el espectáculo que ofrecen.

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