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Visión agregada

La mejora de la productividad de la economía española

Cristina Campayo Rodriguez

Profesora Titular de Economía Aplicada de laUniversidad de Sevilla

Un precepto claro del análisis económico es que el crecimiento económico sostenido ha de basarse en el continuo aumento de la eficiencia con que se obtienen las producciones, uno de cuyos mejores indicadores es la productividad del trabajo (medidas aquí por producción por hora trabajada). Su progreso, tanto más fácil cuanto más competitivo son los mercados, favorece la reducción de los costes de producción y de los precios de los productos, permitiendo al mismo tiempo el aumento de la renta de los factores productivos trabajo y capital.

Una de las consecuencias de la crisis ha sido la desaceleración del ritmo de crecimiento de la productividad en casi todos los países industrializados, como resultado de la caída de la producción, la destrucción de empleo y, también, por el menor aprovechamiento del capital tecnológico y humano. Sin embargo, en la economía española está teniendo lugar un proceso de signo  diferente: la productividad del trabajo ha elevado su ritmo de crecimiento tanto a nivel agregado (una tasa media anual de casi un 2% de 2007 a 2011) como en casi todos las ramas de actividad (en la industria y construcción, sobre todo, pero también en algunas de las actividades de servicios).

Sin lugar a dudas, este hecho tiene su origen más inmediato en la fuerte caída del empleo que se ha registrado desde que se iniciara la crisis, como consecuencia de los fuertes ajustes efectuados en las actividades menos productivas, especialmente la construcción y las de servicios más ligados al consumo de los hogares. Ahora bien, al igual que en la etapa de expansión las razones del lento avance de la productividad habían de buscarse en otros factores diferentes a la estructura productiva, en esta etapa de crisis no son sólo los ajustes en el sector de la construcción los que explican las mejoras alcanzadas por la productividad.

Las pérdidas de empleo en España en estos años de crisis se han concentrado en los trabajadores temporales  y los de menor nivel formativo. Es un hecho asumido que los trabajadores temporales, normalmente, son menos productivos que aquellos con empleo indefinido, ya que no reciben una formación adecuada en el trabajo y se ven obligados a rotar con frecuencia entre empresas. Lo que ha originado un incremento de la calidad  y nivel formativo de las personas que han permanecido ocupadas, aumento del capital humano,  que ha redundado positivamente en la productividad de la economía.

Si a lo anterior se une que, a diferencia del período de expansión, son las exportaciones españolas las que están evitando una mayor contracción de la producción española, y como es sabido, las empresas exportadoras están más abiertas a la competencia externa, utilizan más capital físico y tecnológico, emplean más capital humano y son más productivas, está claro cuáles son los orígenes más inmediatos de  los avances tan necesarios de la productividad de la economía española, que además están permitiendo una mejora en la competitividad.  

No obstante, la consolidación de estas mejoras de productividad requiere seguir avanzando en las modificaciones de características estructurales de la economía española, como son la excesiva carga de las regulaciones gubernamentales, la falta de eficiencia en el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, la ineficiencia y rigideces en el funcionamiento del mercado laboral. Así como, en otros aspectos de su funcionamiento, tales como el reducido esfuerzo innovador, el limitado progreso en la incorporación de las tecnologías de la información o las deficiencias en el sistema educativo español.

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