Visión agregada

El modelo productivo: hacia dónde dirigir los esfuerzos

La economía española y consecuentemente la andaluza habían disfrutado de un largo período de crecimiento económico y del empleo. Un crecimiento impulsado por la demanda interna, que ha evidenciado desequilibrios que se han hecho más patentes desde el inicio de la crisis y que son de mayor intensidad en el caso de Andalucía. Estos desequilibrios han determinado una pérdida de competitividad de la economía que se constata en el elevado déficit exterior fruto del aumento del diferencial importaciones-exportaciones.

Una de las variables donde se refleja con mayor precisión la pérdida de competitividad (que suele ser consecuencia del menor crecimiento de la productividad y/o de la calidad relativa de los bienes y servicios) de una economía, es la del valor de las exportaciones. Las cifras disponibles reflejan que los productos agrarios tienen un peso muy relevante en las exportaciones andaluzas (18,8% del total) en comparación con el conjunto nacional (5,8%), mientras que, por el contrario, el peso de las exportaciones industriales, a pesar de ser muy elevado (72,8%), es sensiblemente menor al que se registra en España (91,0%). Con ser esta estructura reveladora, lo es aún más el reducido peso (en función del valor monetario) que las exportaciones andaluzas tienen en el agregado español, indicativo del menor atractivo y/o menor valor de los productos exportados desde Andalucía en comparación con España. En concreto, el valor total de las exportaciones andaluzas representa entorno al 9,3% de las españolas, con un peso reducido de las industriales (7,4%) y comparativamente mayor de la agricultura y los servicios sin comercio.

El crecimiento a medio y largo plazo de la economía española, extensible a la andaluza, pasa por la necesidad de diversificar el patrón de crecimiento, potenciando actividades con menor apalancamiento, de alta rentabilidad y orientadas a la demanda externa. Junto a esto, es necesario abordar las reformas necesarias en el sector financiero y en los mercados de productos y de trabajo, que propicien la transición hacia un modelo de crecimiento más equilibrado.

El cambio necesario, evidentemente no es fácil, pero es posible. En ese sentido hay, por un lado, sectores de alta productividad e intensivos en tecnología, caso de la fabricación de maquinaria y material eléctrico, construcción aeronáutica y espacial, actividades informáticas, actividades de asesoramiento y consultoría de empresas en los que se cuenta con una base suficiente para esperar el cambio. Y por otro, existen sectores cuya demanda va a estar vinculada a los cambios demográficos estructurales que se están produciendo, caso de las actividades sanitarias, de servicios sociales y personales, las recreativas, culturales y deportivas, las de comercio y las de turismo en los que se dispone de ventajas competitivas que se deben impulsar. 

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