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En Marbella ya no quedan grifos de oro

  • La muerte de Khashoggi y la puesta en venta de la mansión de Gunilla, escenario de numerosas fiestas de la jet-set, entierran una época dorada

¿Se imaginan a Amancio Ortega derrochando a diestro y siniestro y organizando fiestones con montañas de caviar iraní para pavonearse entre sus iguales de ser el más rico del mundo? Pues esa fue la Marbella de los 80, un paraíso del despilfarro en el que tenían su sitio las grandes fortunas de medio mundo, de jeques que se paseaban en Rolls Roice y medían con la mirada la eslora de otros yates atracados en un flamante Puerto Banús para asegurarse de que el suyo era el más grande de todos.

Pero esa Marbella, que el alcalde Jesús Gil dejó herida de muerte con las mamachicho metidas en su jacuzzi, está agonizando con la pérdida de algunos de sus grandes emblemas. El martes, sin ir más lejos, falleció en Londres Khashoggi, aquel traficante de armas con el que tan bien congenió la llamada ‘jet-set’ marbellí. En aquellos años la fiscalía anticorrupción ni estaba ni se le esperaba y había cierta impunidad para blanquear el dinero sobrante (de vaya usted a saber qué) en grandes fiestas sólo al alcance de los todopoderosos del lugar. Khashoggi presumía de tener de oro la grifería de Al-Baraka, su lujosa mansión y escenario de muchas de las fiestas más exclusivas. Yde oro era también el marco de fotos con el que el millonario obsequiaba a sus invitados al finalizar cada evento.

La muerte de Khashoggi supone también la muerte de aquella época dorada, a la que hay que añadir otras pérdidas sonadas como la de Jaime de Mora y Aragón, que se fue por la puerta de atrás y sin hacer mucho ruido, y el príncipe Alonso de Hohenlohe, el que realmente hizo que Marbella dejara de ser un pequeño pueblo de pescadores de la Costa del Sol para convertirla en uno de los lugares más envidiados del mundo. No hay más que ver cómo dejaron los okupas el palacio marbellí de la princesa Soraya para darse cuenta de que ya no corren los mismos tiempos.

La Marbella que dejó Gil ha dejado de interesar a uno de sus rostros más emblemáticos, la omnipresente Von Bismark, que desde hace años tiene en venta su Villa Sagitario porque "ya Marbella no es lo que era" y porque "tiene gente guapa, pero sin carisma".

Ese carisma al que se refiere Gunilla lo siguen teniendo algunas de las ‘top’ que tuvieron un sitio destacado en la jet set, desde Isabel Preysler hasta Naty Abascal o Cari Lapique, pero ahora que no corren buenos tiempos, no hay motivo para la ostentación. Sus casas ya no tienen un sitio preferente en las páginas de las revistas del corazón, esas en las que, con tanta asiduidad, mostraron durante años los últimos caprichos comprados en los bazares más exclusivos de medio mundo.

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