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Vivir en Sevilla

Retales de creatividad

  • El 'patchwork', con origen en el siglo XIX, apasiona a centenares de mujeres en Sevilla.

Hace unos 150 años, escoceses e ingleses emigraron a Estados Unidos en busca de una vida mejor. El sueño americano les llevó a cruzar el Atlántico, pero no fue oro todo lo que relució. Sobrevivir fue duro y las familias de las clases sociales más bajas, especialmente del medio rural, utilizaron, a modo de reciclaje, prendas de vestir viejas que cortaban para crear piezas mayores, tales como colchas que se enriquecían con la técnica del quilt, un tipo de acolchado hecho a mano. Este es el noble origen del patchwork, una técnica de confección que ha pasado al estatus de trabajo artesanal y que cada vez adquiere más adeptos.

Anualmente se celebra en el municipio de Tomares un encuentro provincial de patchwork. En su primera edición contó con 60 participante; sin embargo, este año, en su quinta edición, han participado 240 mujeres no sólo procedentes de la provincia de Sevilla, sino también de Huelva y Cádiz. "Esto ya lo hacían nuestras abuelas, sólo que no lo llamaban patchwork. Los americanos son muy listos, se lo llevan todo", comenta con una aguja y un retal estampado en la mano Francisca Vera, una vecina de Guillena de 70 años que lleva ya cinco temporadas como alumna en un taller de patchwork. "La primera vez que vi mantas hechas con esta técnica fue en las películas americanas. Al principió me pareció imposible, pero después pensé por qué no iba a poder hacerlo yo".

A su lado, Amalia Silva muestra sus creaciones. "A mi nieto le he hecho una colcha llena de figuras geométricas y coches. Todo a mano". Uno de sus mayores logros es un mural japonés que se disputan sus hijos. "Soy viuda y esto me entretiene mucho, aunque me voy a dejar la vista aquí".

Estos bloques de parches de colores, técnica que algunos historiadores remontan al ancestral Egipto, no sólo se ven en mantas y tapices. Bolsos, camisetas, baberos y muñecas han sucumbido a una labor artesanal más comunitaria que individual. "Antes, las mujeres se reunían para coser e intercambiar telas, diseños, patrones. Era una forma de economizar. Ahora, con los talleres para mujeres, pretendemos, además de recuperar ese espíritu de comunidad, servir de espacio de encuentro donde las mujeres puedan evadirse", explica Carmen González, profesora de patchwork en Dos Hermanas. Este rasgo comunitario hizo de la técnica un estilo de diseño muy popular durante la época hippie.

Este trabajo, antiguamente, se enfocaba más al tema utilitario que al diseño. Hoy es un trabajo manual muy bien valorado por su exclusividad, la dedicación y tiempo de entrega de quien lo hace, por su estética y por sus infinitas aplicaciones y posibilidades. No es extraño encontrar un cubrecama colgado en la pared como obra de arte. Las telas sobrantes han pasado a un segundo plano, y hoy se usan telares especiales compradas o intervenidas por el artista con distintas técnicas como el batik, shibori y distintos bordados, muy valorados en Japón. Pero esto ya son palabras mayores, propias de aficionados. Ante todo, el patchwork es un hobby.

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