La Semana de la Moda de París se despidió ayer a lo grande con uno de los desfiles más esperados, el de Chanel. En esta ocasión, la firma de las dos 'C' entrelazadas no ha llamado tanto la atención por el continente, sino por el contenido. Lagerfeld suele sorprender con vistosos decorados, llegando a reproducir en sus desfiles desde una estación espacial hasta un supermercado, aunque este año la escenografía ha quedado en un segundo plano y eso que la propuesta no era para nada habitual e incluía desde un estanque hasta unas cataratas.

El Gran Palais se convirtió esta vez en las Gargantas del Verdon, uno de los escenarios verdes más destacados de Francia. Y, aunque espectacular, aquella propuesta quedó eclipsada por la propia colección, que no duda en mostrar una primavera plastificada. Chanel recibirá el buen tiempo no sólo con gorros de plástico transparente (uno de los complementos más repetidos del desfile) sino también con botas, botines, bolsos, gabardinas, minicapas a modo de peinadoras y hasta guantes de este material. Compartiendo protagonismo con el plástico, el siempre presente tweed, que esta vez se empapa de aires sesenteros con prendas repletas de flecos. Para los días de fiesta, Lagerfeld acorta el largo de los vestidos y abullona las mangas. Deja sitio también para las minifaldas, una prenda que en los últimos años ha tenido un escaso protagonismo en su colección.

En cuanto a los tonos, hace apuestas monocromáticas en blanco y en negro, aunque deja su espacio también a la gama de azules (incluyendo el denim) y grises.

En el front row de Chanel se vieron rostros tan conocidos como la princesa Alexandra de Hannover o la top de los 90 Cindy Crawford, que siguió atenta los pasos de su hija Kaia Gerber sobre la pasarela.

Isa Brea