MBFWM 2016

Fashion Week Madrid: Desde el cibelespacio

Fashion Week Madrid: Desde el cibelespacio

Fashion Week Madrid: Desde el cibelespacio

VIP y prensa cara a cara, compitiendo por ser la grada del front row con más estilo (y descaro). Una pasarela les divide, ésa por la que los diseñadores harán pasear a las modelos con sus nuevas propuestas. De eso se trata, en principio. Una fashion week es verdaderamente ecléctica, e incluso psicodélica. Un espacio, una ciudad, que de repente concilia valores, ideas y tendencias bajo un denominador común que es la moda en toda la extensión de su palabra. Y todo se traduce en dinero. El poder de una semana de la moda no tiene ni conoce límites, se trata de un acontecimiento social que traspasa fronteras y una valiosa oportunidad de negocio que pocos quieren dejar pasar. Es por eso por lo que ayer, paseando por el pabellón 14.1 de Ifema, donde desde el jueves se está desarrollando la 63 edición de la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid, no sorprendía ver como marcas de toda índole compartían espacio sin ningún roce, a pesar de tener un mismo fin: promocionar sus productos y sacar tajada, claro.

Madrid compite estos días en expectación con Londres, ya que sendas semanas de la moda se están celebrando de forma casi simultánea. Muy atrás queda ya Nueva York, que se celebró la semana pasada, y en el horizonte ya se dejan notar Milán y, cómo no, París. El mundo de la moda es así, vertiginoso.

No eran ni las 10 de la mañana y la Feria de Madrid era eso, una feria. Y una pasarela toda ella. Los reyes del street style iban haciendo aparición por el Cibelespacio con esos outfits que no se pondrían para cenar con la familia en Nochebuena, pero que en ese ambiente, de dress code indefinido en la que el secreto para brillar está en divertirse y atreverse, hacían las delicias de fotógrafos y fashionistas de lo más variopintos. La sala de prensa va llenándose y los secadores están a tutiplén en peluquería. Luján Argüelles aparca su coche y Alaska y Mario se dan un baño de multitudes en la zona del guardarropa. Un chico de buen ver pasa con un burro de ropa al hombro, una modelo joven -y mal pagada- reza por no tropezar sobre la pasarela sobre sus 'andamios' de 20 centímetros y la bloguera de turno aprovecha para hacerse el selfie de turno y compartirlo en su cuenta de Instagram inundado la foto de hashtags inverosímiles.

"Para mí el bricolaje no tiene secretos", contaba mientras tanto la presidenta de la Comunidad Madrid, Cristina Cifuentes, a sus íntimos minutos después del desfile de Ágatha Ruíz de la Prada, uno de los platos fuertes de la agenda de ayer de la antigua Cibeles. Antes, en ese mismo asiento, habían estado Pelayo Díaz e Hiba Abouk presumiendo de amistad para siempre. Y Rossy de Palma con Bibiana Fernández, entre otros tantos. También andaba por allí Nieves Álvarez, grabando su programa de TVE. Cada desfile es un mundo. Un pequeño universo de personajes mimetizados con el ADN de la firma que se disponga a desfilar en la que los protagonistas son, a priori, el séquito de celebridades amigas que aplauden y sonríen enseñando sus bonitas dentaduras blancas ante los flashes al comienzo de un desfile. Sin darse cuenta participan y alimentan el gossip, esa palabra que viene a definir el cotilleo de la moda. Y es más común de lo que parece, claro está en ese universo alter ego, que brilla. Literalmente. Todos vivían su particular cuento de la Cenicienta, disfrutando de esas mieles que regala la moda en un evento de estas dimensiones hasta que aparece la calabaza.

Una foto publicada por MBFWMadrid (@mbfwmadrid) el

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Tecnología, gastronomía, moda, comunicación, salud, automoción... Todos quieren estar en la semana de la moda. Todos quieren participar de ese negocio que se llama moda y que resulta igual de rentable o más sin hacer moda. Desde los stand hasta maquillaje pasando por las zonas destinadas para el descanso o a pie de pasarela, en este inmenso escaparate hay clientes que están pero otros tantos potenciales por descubrir. Así, no es de extrañar que, como dato, la fashion week neoyorquina se traduzca en unos 865 millones de dólares de ganancias. Casi el doble que la Superbowl, el evento deportivo más importante de Estados Unidos. Otro dato.

"El mundo de la coctelería está secuestrando recursos de otros mundos que no son estrictamente la cocina, por ejemplo la moda, la arquitectura o el arte. Y son influencias que le van muy bien. Para mí, el mundo de la copa tiene bastante poco de ciencia y mucho de arte", contaba ayer a este periódico Marc Álvarez, group manager de los restaurantes de Albert Adriá en Barcelona. El bartender es el creador de los cócteles con los que diseñadores, modelos, periodistas e invitados brindarán en los kissing room de después de los desfiles, ese momento en el que todo el mundo quiere felicitar a la firma por el trabajo realizado en su nueva colección. Marc es uno de los cuatro artistas -junto al diseñador Mau Morgó, el laboratorio de videoarte Eyesberg Studio, el músico y compositor Francesco Tristano- que han unido sus saberes para dar vida a The Art Room by Bombay Sapphire, un espacio único y efímero, en el que la firma de la famosa ginebra botánica fusiona de una forma sorprendentemente natural el mundo del arte, la música, lo audiovisual, el diseño, la moda y la coctelería, y que viene a reafirmar lo multiforme que puede llegar a ser una semana de la moda. Esas jornadas fashion en las que todo converge y fluye con pasmosa facilidad. Pero sobre todo en las que se descubren cosas y en las que se puede aprender si estamos dispuestos a dejarnos sorprender. Por algo están de moda.

Artículo publicado por Gema Amil en los diarios del Grupo Joly

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