Veinte años sin Gianni al frente de la casa Versace

La evolución de la Casa Versace

Imagen de uno de los desfiles de la marca italiana

Imagen de uno de los desfiles de la marca italiana

Su estilo descarado y provocador no siempre gustaba, pero lo convirtió pronto en uno de los referentes de la moda más vanguardista. Junto a Giorgio Armani y Gianfranco Ferré hizo que el diseño italiano empezara a hablarle de tú a tú a la moda parisina y a la alta costura en los años 80. Gianni Versace encontró a sus amigos y mejores clientes en el mundo del espectáculo y, hasta Lady Di le hizo un guiño a su estilo descarado el día que decidió empezar a vivir una vida ajena a palacio. Pero el día que Andrew Cunanan, un gigoló venido a menos y convertido en asesino en serie, se cruzó en el camino del diseñador, no sólo echó por tierra sus planes de ser el primer hombre en viajar al espacio, sino que hizo que Gianni dejara de ser un genio para empezar a convertirse en mito.

El próximo verano se cumplen 20 años de la temprana muerte de Versace. El diseñador italiano falleció a los 51 años en la puerta de su lujosa mansión de Ocean Drive, Casa Casuarina, una finca ostentosa de aires mediterráneos, como el propio Gianni; una mansión excéntrica que años después de su muerte salió a subasta y fue convertida en hotel de lujo. Por qué Cunanan eligió a Gianni entre sus víctimas sigue siendo, a día de hoy, una incógnita y, mientras unos aseguran que fue por celos (decían que Cunanan se había enamorado de alguien muy cercano al diseñador), otros aseguran que fue por poner en su expediente de asesino en serie el nombre de un homosexual de renombre con el que poder pasar a la historia; los más enrevesados, en cambio, vieron en la paloma muerta que apareció junto al cadáver del diseñador un gesto más que evidente de que había sido la mafia la que había encargado el asesinato, una hipótesis que volvió a cobrar fuerza en 2010 con un libro de Giuseppe Di Bella, un antiguo miembro de la mafia calabresa, que hablaba de las deudas pendientes del diseñador con el padrino Paolo de Stefano.

Sea como sea, lo que está claro es que la muerte de Versace marcó un punto de inflexión en su marca y un vacío importante en las pasarelas, donde Gianni se había coronado muchos años antes y donde contaba con la complicidad de las grandes supermodelos, que el día de su entierro lloraban desconsoladas por la muerte de un amigo.

El cuero, el raso, los imperdibles XXL, las medusas doradas… éstos fueron algunos de los elementos que se hicieron imprescindibles en el ascenso meteórico de aquel italiano que fue criado entre patrones y retales de una conocida modista de pueblo y que en sólo ocho años empezó a encontrar un sitio privilegiado en las mejores pasarelas del mundo.

Ahora que se van a cumplir 20 años de su muerte y que Versace se acaba de apear de la alta costura parisina para centrarse en otros escenarios más rompedores como Nueva York, Los Ángeles o Hong Kong, es el momento de decir a los millenials que Gianni no sólo fue el hermano de Donatella Versace, sino un visionario de la moda actual. Cuando en 1982 presentó su famoso vestido de malla, pocos vieron detrás de aquel diseño una obra de ingeniería; pero Gianni sabía que no podía conformarse con los patrones clásicos para llegar a estar entre los grandes. Por eso, más allá de su provocación, también fue reconocido por ser de los primeros en aplicar la ingeniería y el láser para conseguir diseños únicos, siempre rompedores y vanguardistas.

Gianni era una persona extremadamente correcta, pero también fría y ambiciosa. Por eso cuando creó su marca a finales de los 70 confió su imagen a la Diosa Medusa, convencido de que, como en la mitología, la firma desprendería una belleza hipnótica sobre aquel que se fijara en ella, creando una atracción de la que sería difícil desprenderse. Como así fue. Los patrones descarados de Gianni Versace se convirtieron, aún después de su muerte, en un clásico de las mejores alfombras rojas. Si en vida encontró entre sus fieles a grandes de la música o el cine (desde Elton John a Madonna pasando por Hugh Grant o Elisabeth Hurley y su archiconocido vestido de grandes imperdibles con el que causó sensación en la premier de Cuatro bodas y un funeral), después de muerto ha seguido contando con la misma legión de seguidores en las alfombras de los grandes premios, ahora con nombres tan actuales como Penélope Cruz o Lady Gaga.

Para Versace su gran musa siempre fue su hermana pequeña, Donatella, por la que sentía adoración y a la que, casi desde sus orígenes reservó un sitio destacado en su empresa (como a su otro hermano, Santo, al que hizo responsable de las finanzas de la marca). Pero cuando a finales de los 80 aquella rubia de larga melena y labios carnosos empezó a despuntar al frente de la línea más juvenil de Versace, a Gianni dejó de hacerle tanta gracia y comenzó un inusual enfrentamiento que hizo que no pensara en ella, sino en su hija Allegra, como heredera universal de la firma. Por eso el día que Gianni apareció con dos tiros en la cabeza en la puerta de su mansión, el mundo de la moda pensó que la firma de la medusa se iría también con él a la tumba, ya que el 49% de Versace quedaba a partir de entonces en manos de una niña de sólo 11 años, a la que el destino le tenía guardada una herencia de 225 millones manchada de sangre. Allegra nunca se sintió atraída por seguir los pasos de su tío, al que quería como a un padre, y desde entonces ha dado más titulares por sus problemas de peso que por su vinculación con Versace, firma en la que se terminó implicando.

A pesar de que la marca ha tenido épocas difíciles, como la que vivió hace una década, cuando generaba pérdidas millonarias, la trayectoria de Versace ha sabido mantenerse en lo más alto gracias a la aportación de Donatella, que fue la que cogió las riendas de la dirección creativa tras la pérdida de Gianni. Su estilo nunca fue tan provocador como el de su hermano, pero supo mantener intacto el embrujo de la medusa, que aún hoy sigue generando ese halo embaucador con el que su hermano la creó hace ahora casi 40 años.

Isabel Brea

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