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Cultura

En la cocina con Rossini

Barroco sin fronteras. Programa: Cuarteto nº 1 en Fa Mayor, Cuarteto nº 4 en Si bemol Mayor y Cuarteto nº 6 en Fa, de G. Rossini. Intérpretes: Guillermo Peñalver (flauta), Óscar Argüelles (clarinete), Rafael Mira (trompa) y Carles Cristóbal (fagot). Fecha: Sábado, 21 de noviembre. Lugar: Iglesia de los Terceros. Aforo: Casi lleno.

Dispóngase de base una gruesa rebanada de pan frito en mantequilla y sobre ella acomode un filete de unos dos centímetros de grosor cortado de la parte central del solomillo de ternera y levemente pasado por una sartén muy caliente; sobre la carne coloque una rodaja de foie de oca tan sólo marcada y suavemente caramelizada y culmine la presentación con una generosa porción de trufa negra (yo le añadiría, para adecuarlo a los gustos actuales, una espuma de coliflor al eneldo y una reducción de vino de Oporto al clavo). Y ya tenemos un Tournedó Rossini. Se cuenta que Rossini sólo lloró dos veces en su vida: cuando murió su padre y cuando se le cayó a un río un pollo trufado (se non è vero…). Varios son los manjares que han pasado a la historia con el sobrenombre de Rossini y éste que les he propuesto, y que daba nombre al programa que cerraba el ciclo de Barroco sin fronteras, no puede ser más evocador de lo que el público pudo disfrutar en los Terceros: ingredientes contundentes, con personalidad acusada, pero que sabiamente combinados entre sí, en su justa proporción, dan lugar a una explosión de sabores armónica y maravillosa.

Así ocurrió con los cuatro instrumentistas de este concierto. Cada uno de por sí es un solista de altísima categoría y cada uno de estos instrumentos, en su forma original, posee un timbre muy acusado e incisivo, desde lo etéreo de la flauta de Peñalver a la acidez de la trompa de Mira; pero cuando los cuatro consiguen empastar como ayer lo hicieron, el resultado es sólo comparable a la degustación del Tournedó Rossini. Cada uno de los solistas pudo mostrar su virtuosismo y su amplitud de fiato en las variaciones del cuarteto nº 6, sobresaliendo por su valentía la interpretación de Rafael Mira en la endemoniada trompa natural. El momento de mayor sensibilidad fue, sin lugar a dudas, el Andante del cuarteto nº 4, de una línea de canto absolutamente delicada. Sólo eché de menos un poco más de acentuación en el Rondó del cuarteto nº 1, pero esto, como la sal en la comida, es cuestión de gustos. Bon appétit!

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