La planificación del Sevilla FC

Otro gran chirrido de la plantilla

  • Machín comprobó en Krasnodar que, por muy obligado que esté, la segunda unidad está muy por debajo del bloque que funciona bien

  • Roque Mesa, Nolito y Muriel, los más retratados en la derrota en Rusia

Muriel saluda a Pablo Machín al abandonar el campo en Krasnodar.

Muriel saluda a Pablo Machín al abandonar el campo en Krasnodar. / Vladimir Ivanov

Una constatación, cuando es tangible, tiene infinitamente más fuerza que unas meras sensaciones. La derrota, el número de goles encajados, la contabilidad real de las ocasiones recibidas, las veces en que el rival generó situaciones de superioridad numérica, las estadísticas en niveles de posesión y en número de pérdidas propias, las transiciones ataque-defensa que obligan a repliegues intensivos mal organizados… No es casualidad una regresión tan acusada, tanto cambio hacia peor, no ya en el resultado, sino en la dinámica general, cuando han entrado en el equipo una serie de jugadores y han salido otros.

Evidentemente obligado por el tremendo volumen de esfuerzos acumulados, Pablo Machín se decidió a tirar claramente por una segunda unidad que, en varios casos, le devolvió –como suele decirse en sentido figurado– la camiseta. De diez jugadores de campo, el soriano introdujo justo la mitad de novedades y la plantilla volvió a chirriar con estrépito en Krasnodar dejando malas y preocupantes señales de cara al futuro a la espera –también es verdad– de que se recuperen algunos lesionados que han dejado ciertas partes de la planificación al desnudo.

Roque Mesa

Un desastroso encuentro de un jugador que sus dos últimos partidos como titular acabaron con derrota y una pésima imagen del equipo, Betis y Getafe. Además, viene de lejos esa inseguridad general del equipo con el canario en el campo. Ya en otras citas el Sevilla dejó al descubierto cierto agujero negro en su asociación con Banega. Ante el Villarreal, también hay que recordarlo, Gerard Moreno hizo bastante sangre buscando esa zona muerta del campo, los pasillos interiores, por donde el Krasnodar en la vuelta de Roque Mesa al equipo, generó superioridades con suma facilidad.

Comenzó en esa posición de interior corto que Machín ideó para Sarabia y Franco Vázquez ya con un déficit de trabajo que mermó el sistema defensivo, y en la segunda parte tomó las funciones de Banega como pivote de cierre, lo que ya acabó de enterrar las posibilidades del equipo. Incapaz de dar el balón bien a cinco metros a un compañero libre de marca, no sólo eran las transiciones que provocaba, sino su vergonzosa interpretación del repliegue necesario en estos casos. Tiene un problema de ritmo por cortedad fisonómica de las palancas inferiores y la salida de Pereyra le llegó como un tsunami. Hasta tres paredes hizo el uruguayo para plantarse delante de Vaclik en el 1-1.

Nolito

No se le recuerda un buen partido desde su llegada al Sevilla, y ya va para cerca de año y medio. El gol que tuvo la suerte de anotar no lo exime para nada de otra actuación más en su línea habitual. Juego de enredo, sin llegar a ninguna parte para acabar casi siempre perdiendo la verticalidad. Mala toma de decisiones, una voluntad que acaba aturrullándole las ideas y no dar la salida correcta nunca al juego, ni por dentro ni por fuera. Primero por la izquierda, luego por la derecha… las pilas además se le suelen acabar antes de la hora de juego.

Muriel

Terminaba de cuadrar el círculo de despropósitos de un cuarteto delantero que Machín cambió en su totalidad y que significó el comienzo de la pérdida total del sitio de la zona de tres cuartos de campo propia hacia delante, tanto para defender como en fase ofensiva. No tiene limpias las ideas y da la impresión de empezar a temblar cada vez que mira, con pánico, a la portería rival. Increíble que no metiera la cabeza en el balón de oro que le puso Arana (minuto 12) y la batalla que está dentro de su cabeza lo llevara a otra elección. Recibió un golpe y Machín no se lo podía creer cuando, totalmente ido, le dijo a los quince minutos que quería irse del campo. En la segunda parte sí es verdad que mejoró su imagen en un par de acciones.

Gnagnon

Sin ofrecer un partido estridente como el del Getafe, dejando algunas anticipaciones prometedoras al inicio, todo el mundo coincide en que deja situaciones raras, muy raras. Para empezar, Machín lo probó en el perfil izquierdo viendo cómo lo pasó de mal en su última aparición y para colmo coincidía por ahí con otro jugador que crece hacia arriba pero que todavía es muy permisivo e incapaz de sacarse de la cabeza la idea que trae de lo que es un lateral brasileño, Arana.

Parece haber afinado algo en su aspecto físico por lo que se aprecia desde el exterior, pero no puede decirse que inspire tranquilidad. Dejó para el recuerdo de los horrores un intento de control suicida de cara a portería queriendo bajar el balón como cuando el pie trata de amortiguar la caída de un móvil para evitar el desastre.

Sergi Gómez se echaba la mano a la pierna y Kjaer amagó con claudicar después de que ambos lo hayan jugado todo desde el 26 de julio y parece grave que una inversión de 15 millones no esté para mucho. Ni siquiera para la prueba de la impedancia bioeléctrica, vulgo la báscula.

Quincy Promes

El único que se podía salvar, aunque sin terminar de romper. Del holandés, en su primer partido como titular, lo negativo que puede decirse es que echó de menos socios mínimamente cualificados. Queda la duda de cómo habría sido su partido de haber estado mejor acompañado. Apenas perdió balones, lograba unir las jugadas que le llegaban y lo intentó con varios disparos. Ofrece soluciones y, de momento, es el único que puede dar garantías de no desentonar si Pablo Machín decide pasarlo a la primera línea de infantería, esa línea que, a día de hoy, está muy lejos para algunos. Pero mucho.

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