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Luis Navarro Ardoy | Profesor de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide

“Hay mucha gente de izquierdas que siente afecto por la bandera de España”

  • Este sociólogo, entre rockero y valleinclanesco, ha conjugado una amplia carrera como profesor e investigador con el trabajo en la trastienda de las instituciones públicas

Luis Navarro Ardoy, en la UPO

Luis Navarro Ardoy, en la UPO / Juan Carlos Vázquez

Coleta hasta la cintura, varios aros en las orejas, barba valleinclanesca y currículum de empollón... Está claro que estamos ante un personaje. Sin embargo, Luis Navarro Ardoy (Úbeda, Jaén, 1976) sorprende al entrevistador por lo ponderado de sus respuestas y por una amabilidad que, a veces, se vuelve timidez. Cuando posa para el fotógrafo Juan Carlos Vázquez un compañero grita con sana chufla: “¡el icono de la Olavide!”, pero después de la risa pensamos que sí, que algo de icono tiene este hombre que acude a las aulas como quien va al Fun Club. Sin embargo, el hábito no debe tapar una trayectoria en la que ha conjugado la docencia y la investigación científica con el trabajo en instituciones políticas. Profesor en la UPO, es presidente del Comité de Investigación de Práctica Sociológica en la Federación Española de Sociología Regional y fue técnico de gabinete de la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social y coordinador de análisis y seguimiento de la Oficina del Portavoz del Gobierno en los años de Griñán. También ha realizado numerosos trabajos de consultoría para instituciones públicas y empresas de investigación privadas, españolas y extranjeras.

–Tiene usted más pinta de rockero que de profesor universitario.

–Bueno, incluso llegué a tener un grupo musical, Molécula. Ahora, para divulgar la sociología, he impulsado un vídeo titulado La sociología en marcha y la actuación musical SOC&BEER. Divulgar en el bar. En ambos casos, el objetivo es dar a conocer nuestros trabajos más allá de la academia, para que muchas personas lo entiendan. Pero tenemos poco tiempo para dedicar a la divulgación...

–¿Por qué?

–En la universidad estamos sumidos en una constante evaluación de nuestros méritos y es un hecho que las exigencias de publicación en revistas de impacto dificultan que hagamos acciones de divulgación. Tengo una canción que dice algo así: “Estoy muy quemado de que ya nadie me pregunte qué estoy investigando, sino dónde estoy publicando”. Estoy convencido de que la investigación académica en sociología sirve para la mejora social.

–Una pregunta a bocajarro: ¿Las encuestas del CIS están mintiendo?

–No. Quiero hacer un claro alegato a favor del Centro de Investigaciones Sociológicas. Como institución demoscópica, el CIS siempre se ha caracterizado por su transparencia. Es la única que publica el bruto de los datos (para que los investigadores puedan verificar las conclusiones), la ficha técnica de la encuesta y –esto es muy importante– la literalidad de la pregunta.

–¿Por qué es tan importante?

–Para comprobar si la pregunta está bien formulada o, por el contrario, está incitando a una determinada respuesta (las llamadas preguntas sesgadas). Así, por ejemplo, no es lo mismo preguntar si usted estaría dispuesto a votar a Vox en las próximas elecciones municipales que hacer la misma pregunta, pero añadiendo que se trata de un partido político de extrema derecha radical. En este segundo caso estamos añadiendo información que puede afectar a su respuesta. Eso sí, lo que no publica el CIS, por decisión del actual presidente, José Félix Tezanos, es lo que llamamos cocina.

–¿Qué es la famosa cocina?

–Actualmente, en España, cuando se pregunta la intención de voto ante unas hipotéticas elecciones generales, un 18,2% responde “no sabe todavía” (son los indecisos). La famosa cocina es estimar a qué partido votarán estas personas. Por ejemplo, podemos asumir que la mitad de ellas repetirán su voto de 2016. Otra técnica, por ejemplo, es preguntarle a los indecisos “independientemente de lo que vaya a votar, ¿cuál es el partido al que tiene simpatía?” o, también, que valore a los diferentes líderes políticos. Esas cosas nos dan pistas.

–Tuve un profesor que nos decía: “¡Cuidado con las encuestas! Los españoles son los únicos que mienten en ellas.” ¿Es cierto?

–En general, en la mayoría de las preguntas no se suele mentir. Hay sistemas para comprobarlo, como preguntar la misma cosa un poco más adelante con diferente enunciado. Pero es cierto que hay preguntas que la gente tiende a no responder a o a no decir la verdad. Por ejemplo, los ingresos económicos o la deseabilidad social...

–¿Qué es eso?

–Responder lo que es correcto socialmente, para quedar bien, lo políticamente correcto. La clásica pregunta a los hombres: ¿usted colabora en las tareas del hogar? La mayoría dice que mucho, pero estudios más cualitativos demuestran que es mentira.

–Si las encuestas del CIS son fiables, ¿por qué no se detectó el fenómeno Vox en las andaluzas?

–Porque tenemos la prohibición de publicar encuestas la última semana antes de las elecciones. Está comprobado que el voto a Vox fue una decisión de última hora.

Las encuestas no detectaron el voto a Vox en las andaluzas porque fue una decisión de última hora

–¿De última hora?

–Sí, la única encuesta que acertó fue la de Michavilla, porque se hizo la semana anterior, pero no se publicó hasta después.

–¿Y en el voto a Vox no había una marea más de fondo que se pudiese detectar?

–Creo que también afectó, precisamente, la deseabilidad social. Vox es un partido muy marcado por los medios de comunicación. Pero si uno pega un poco el oído verá a gente trabajadora, del ámbito de la izquierda, haciendo comentarios muy duros sobre la inmigración o Cataluña. La situación en España está muy complicada. Según las encuestas del CIS, en todo 2018, el porcentaje de ciudadanos que opinaron que la situación política está mal o muy mal ¡no bajó del 64%!

–Al CIS de Tezanos le acusan de que está construyendo opinión a través de las encuestas. ¿Eso se puede hacer?

–Sí, claro, porque las encuestas tienen un amplio eco mediático. Tezanos se ha equivocado en su estrategia de comunicación y en algunas de sus decisiones, lo cual está influyendo a la baja en su prestigio.

–Deme un ejemplo.

–Ha cambiado la literalidad de algunas preguntas de las encuestas sobre la situación política, con lo cual ya no se puede seguir construyendo series históricas que venían de muy atrás.

–¿Pero hay una intencionalidad política en este tipo de errores?

–Yo quiero creer que no, porque confío plenamente en la seriedad de los profesionales del CIS.

–Me gusta el título de su tesis doctoral: La nación evitada.

–Fundamentalmente entrevisté a líderes y cuadros medios de la izquierda, del PSOE e IU, sobre el tema de España, la nación, el patriotismo... La titulé así porque vi que la izquierda evitaba hablar de España, se sentía incómoda en este terreno. Creo que esto ha desmotivado a una parte de su electorado y lo ha expulsado. La falta de acuerdo en estos temas entre las élites socialistas dificulta la posibilidad de mantener una línea ideológica consistente en los asuntos territoriales, lo que lleva a riesgos electorales importantes. Ahora, el debate y la competición en el terreno identitario se están jugando en el campo ideológico de la derecha y el centroderecha. Sin embargo, hay mucha gente de izquierda que siente afecto por la bandera de España, y eso no es derechas.

–¿Hemos olvidado el patriotismo?

–El problema es que nuestros políticos juegan a la disputa en lugar de esforzarse por construir una idea de patria común que posibilite la coexistencia de los diversos sentimientos de pertenencia. De seguir así, la solidaridad como un valor clave de convivencia entre ciudadanos y entre regiones, va a verse muy trastocada, y puede llegar a tener consecuencias desastrosas. Se están construyendo identidades excluyentes, no inclusivas.

–Uno de los campos en los que usted ha trabajado es en el de la desigualdad, un fenómeno que ha crecido tras la crisis de 2008.

–Es evidente que ha aumentado la brecha entre las rentas más altas y las más bajas, también que se ha producido un deterioro económico de las clases medias. El concepto de igualdad está claramente en peligro. Además, en general, todos nos hemos vuelto un poco más egoístas, lo cual es un fenómeno en el que reflexionar.

La Administración suele pecar de ineficacia. Muchos cargos públicos no tienen ni idea de sus áreas

–¿Fenómenos como el 8-M sirvieron para algo?

–Actualmente colaboro en el proyecto de investigación Proteica (Protesta, aprendizaje y cambio político). Estamos investigando qué consecuencias tienen eventos de protesta como el 8-M o las movilizaciones de los pensionistas en la forma de pensar y hacer política de la ciudadanía. En otros trabajos hemos comprobado que la participación en manifestaciones puede ayudar a explicar el comportamiento electoral.

–Hay una especie de rebelión mundial contra las élites biempensantes y progresistas, esas que son veganas y van en bicicleta, pero no comprenden los problemas de los que tienen que coger el coche en su barrio periférico para ir a trabajar o comen carne barata porque el sueldo no da para más.

–La ciudadanía no es tonta, y sabe perfectamente que una hamburguesa vegana es más cara que otra normal; también conoce que para ir en bici a trabajar tienes que vivir muy cerca de tu trabajo... De ahí ese desapego que se manifiesta en los chalecos amarillos, etcétera. Hoy vivimos tiempos revueltos, que están rompiendo muchas de las inercias a las que estábamos acostumbrados. En los últimos tiempos hemos visto cómo se han producido cuatro cambios fundamentales: la crisis económica, la revolución tecnológica, la revolución ecológica y la revolución libertaria.

–También ha estudiado el tema de la seguridad y la delincuencia.

–Se dice que vivimos en una sociedad llena de ansiedades e inseguridades, de ahí la necesidad de investigar el miedo al delito o la inseguridad ciudadana, y mucho más en contextos muy cercanos a la ciudadanía, como son sus barrios. Una cosa son las estadísticas (el número más o menos real de delitos) y otra muy distinta es la percepción que tiene la gente sobre estos asuntos, lo cual se conoce a través de las encuestas de opinión. Es lo que se conoce como “la cifra negra del delito”, lo que no recogen las estadísticas oficiales.

–¿Cifra negra del delito?

–A usted le pueden robar el móvil en un autobús y no denunciarlo por las molestias que eso conlleva, pero si en una encuesta le preguntan si ha sufrido la delincuencia responderá que sí. El delito es interpretado y vivido de manera diferente en cada persona, no se realiza en un “vacío social”.

–La inseguridad también está muy vinculada a la desigualdad.

–La inseguridad tiene un determinado reparto social y geográfico. Está desigualmente repartida: aprovecha las vulnerabilidades de las personas y sus rutinas diarias. Existen personas dentro de una misma ciudad con más riesgos que otras de ser víctimas de un delito, por ejemplo las que viven en barrios problemáticos, las mujeres o las personas mayores.

–¿Y la eficacia de las administraciones públicas, otro de sus campos de trabajo?

–Las administraciones pecan de ineficacia y suelen tener miedo al cambio. Uno de los problemas es que muchos de los gestores públicos, los de confianza política, no tienen ni idea del área temática en la que están, algo grave en materias complicadas como empleo o economía.

–Me gustaría una reflexión final sobre la universidad.

–Hoy, la universidad pública está en la obligación de formar a personas en habilidades tan básicas y necesarias como la reflexión, el pensamiento crítico, la interculturalidad, una identidad abierta al diálogo, a valorar la pluralidad y la diferencia de opiniones, y a debatir en términos argumentativos y científicos.

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