la opinión invitada

Ganadería extensiva, todo un reto

  • El autor afirma que las autoridades no han sabido defender las particularidades de la dehesa

Ganadería extensiva, todo un reto

Ganadería extensiva, todo un reto

Hablar hoy día de ganadería extensiva, de la dehesa y del funcionamiento de estos sistemas de producción supone abordar muchas cuestiones complicadas, difíciles de asimilar, no sólo para aquellas personas que desconozcan la materia o sean nuevas en ella, sino para cualquier titular de explotación que lleve toda su vida practicando la actividad a pie de campo.

Partiendo de la base de que la producción extensiva representa una minoría en el conjunto de Europa y la dehesa es un sistema autóctono ibérico, nos encontramos con que, a la hora de elaborar la legislación correspondiente, nuestras administraciones no han sabido defender nuestras particularidades. Por ello, tenemos la obligación de cumplir una normativa que no se adapta a nuestras circunstancias, lo que hace prácticamente imposible satisfacer las necesidades específicas de nuestro sistema productivo.

Además, si añadimos que el día a día de las explotaciones ganaderas extensivas depende del conocimiento en profundidad de siglas tan difíciles de digerir y entender como PAC, Sigpac, EAP, ATP, PDR, CAP, PGI, SAC, Itaca, Pneea, PAVE, Rasve, IE, etc., aún se complica más la tarea. Sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de ellas se tramitan vía telemática y que la edad media del ganadero de hoy en día ronda los 65 años, con poca o nula posibilidad de relevo generacional.

En línea con proteger a los animales, no tengo más remedio que hacer mención a un tema de mucha actualidad; la reintroducción del lobo en Sierra Morena, a lo que nos oponemos totalmente desde el Consejo de EA Group y Comercial Ovino, como representantes de 2.500 ganaderos, en conjunto propietarios de más de un millón de cabezas de ovino en el territorio suroccidental de España. El lobo supone un peligro gravísimo para el ganado extensivo, así como para la población rural, que suficientes preocupaciones tienen con luchar contra otros depredadores salvajes y vehículos de transmisión de enfermedades como el ciervo, el jabalí, el meloncillo, el zorro y la jineta, etc.

Capítulo aparte merece el tema de las ayudas, como las de la Política Agraria Común (PAC), pues cada vez es más difícil acceder a ellas, y mucho más cobrarlas. Por ejemplo, el solo hecho de que sobre o falte una oveja en un control de explotación provoca la parálisis de todas las ayudas de la PAC y problemas administrativos de toda índole. Parece ser que nadie tiene en cuenta que la actividad ganadera es fundamental. Para empezar, crea fijación de la población en el territorio en el que se practica y lleva trabajo a zonas desfavorecidas o aisladas; y para terminar, mejora la composición de los suelos y ayuda a la sostenibilidad medio ambiental.

Al hablar de lo beneficioso que es nuestro sistema productivo, me viene a la mente algo que dijo Gustavo Alés Villarán, del Savory Institute, en una jornada técnica sobre la dehesa: "El territorio sin ganadería es un desierto". Esto es así, es innegable que nuestra actividad favorece a la regeneración y conservación de los suelos, y por tanto a su fertilidad y al consiguiente crecimiento y mantenimiento de árboles y plantas, las mismas que sirven de sustento a los animales de los que nos alimentamos. Podemos ver un ejemplo de ellos en las ganaderías de rumiantes de Australia y Nueva Zelanda, líderes mundiales en producción de carne de animales alimentados a base de pastos y forrajes.

Una cuestión fundamental a la hora de trabajar con animales es la sanidad, y en este ámbito se está haciendo un gran trabajo a todos los niveles. No obstante, queda mucho por hacer, sobre todo en lo referente a la tuberculosis bovina. Esta enfermedad supone uno de los grandes problemas de la ganadería andaluza, en su mayor parte por la falta de consenso entre los agentes implicados en la ejecución del plan de erradicación.

Por contra, se ha avanzado positivamente en la lucha contra la enfermedad de Aujeszky y la brucelosis, quedando pendientes las gestiones administrativas correspondientes para declarar las provincias de Cádiz y Huelva como oficialmente exentas de brucelosis en pequeños rumiantes.

De otra parte, el exceso de exigencias burocráticas que deben afrontar tanto los técnicos como los ganaderos de las agrupaciones, así como la disminución de las ayudas y el incumplimiento de compromisos económicos, ha llevado a las Agrupaciones de Defensa Sanitaria Ganaderas (ADSG) a acabar con su lema Sanidad animal a coste reducido, con el que se venían identificando desde sus inicios. Por lo que muchas agrupaciones han comenzado a replantearse su continuidad.

Dejando a un lado la sanidad, no se puede hablar de la dehesa sin hacer referencia a su producto estrella, el cerdo ibérico de bellota, así como a la norma de calidad que lo regula. Aprobada en 2014, reemplazó a la anterior y la mejoró considerablemente, recogiendo la mayoría de las peticiones formuladas por ganaderos y cooperativistas.

Sin embargo, aunque la legislación es correcta, su aplicación deja mucho que desear, ya que si nos acercamos a cualquier lineal seguimos viendo productos que, si bien son ibéricos, no pertenecen a la dehesa, y están etiquetados como tal. Quiero decir, podemos encontrarnos con un jamón ibérico en cuyo packaging aparezca una bellota, una encina, o cualquier alusión a la dehesa. El consumidor podría pensar que el animal ha sido criado en este sistema extensivo, se ha alimentado de bellota y que, por lo tanto, el producto tiene la máxima calidad, pero no es así, ya que sólo el 15% de los productos etiquetados como ibérico, proceden realmente de la dehesa.

Llamemos a las cosas por su nombre y démosle la importancia que merece a un sector con tradición histórica, que representa la imagen de nuestro país y que, si todos hacemos bien nuestra tarea, puede gozar de un futuro prometedor.

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