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Condena colectiva al silencio

  • Familiares de Ruth increpan y abuchean a los hermanos y los padres de Bretón

"Cualquier ciudadano que se preocupe es familia de Ruth y José", resumió ayer en pocas palabras una tía de Ruth Ortiz para intentar explicar los vínculos de solidaridad que han surgido en los últimos meses con la madre de los pequeños. Un grupo de ciudadanos anónimos y, sobre todo, allegados a la familia procedentes de Huelva acudieron ayer a las puertas de los juzgados de Córdoba con la esperanza de conseguir romper, de una vez por todas, el silencio del padre de los pequeños, José Bretón. Sus gritos y sus proclamas agotadoras, sin embargo, no lo consiguieron.

Con pancartas en las que tachaban de "criminal" al imputado, protagonizaron escenas de tensión a la llegada del furgó policial al palacio de justicia minutos antes de las diez de la mañana. Pese a que era escoltado por una decena de agentes del Cuerpo Nacional de Policía, el vehículo fue zarandeado. También hubo gritos y abucheos contra los familiares de Bretón que, como en ocasiones anteriores, permanecieron impertérritos a los gritos, los insultos y las imprecaciones. A la salida, varias horas más tarde, los abuelos fueron recogidos por un taxi en los aparcamientos de la Audiencia Provincial, lo que no evitó una nueva escena de tensión.

"Ruth entrará y saldrá por la puerta principal. Ella no tiene nada que esconder", dijo la tía de la madre para agrandar aún más el distanciamiento entre las dos familias. Las heridas aún abiertas quedaron en evidencia. "Actúan como una secta", resumió Federico Ortiz, primo hermano de la progenitora. "Él es un monstruo, y a los monstruos no hay que encubrirlos", sentenció. Y luego arremetió contra la Justicia: "Es una porquería. Si le presionaran, terminaría hablando".

A una especie de juicio sumarísimo, con sentencia condenatoria gritada a viva voz, fueron sometidos los familiares de Bretón, convertidos en reos de su silencio y sus contradicciones. Enfocados por todos los objetivos, fueron perseguidos, abucheados e insultados. La peor parte se la llevó el hermano de José Bretón, Rafael, quien, en torno a las 18:45, salió a pie por la puerta del juzgado de guardia y se quedó solo, abucheado e incluso agredido, en el centro de una vorágine de gritos y de reporteros. También hubo imprecaciones para Catalina, hermana de Bretón, a quien ya se ha apuntado en otras ocasiones con el dedo acusador del silencio, la ocultación y el hermetismo pese a que el juez instructor dejó claro desde el principio que nada tenían que ver los familiares en la desaparición de los pequeños.

Los medios de comunicación volvieron en tropel a los juzgados de Córdoba, muy poco acostumbrados al ajetreo de las unidades móviles, las cámaras y los micrófonos. La desconfianza y un celo excesivo por que se causaran molestias durante los interrogatorios llenaron de guardias civiles la planta cuarta del edificio de los juzgados, en cuya sala de vistas se tomaron las declaraciones. Con las puertas de acceso a la planta cerradas a cal y canto, cualquier persona ajena a las oficinas judiciales fue señalada con un dedo acusador, en esta ocasión bajo la amenazante sospecha de ejercer el periodismo.

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