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Antonio moreno andrade, magistrado

"Corrupción ha existido siempre, aunque lo de ahora es una vergüenza"

  • El juez ha sido elegido representante del CGPJ en Andalucía Occidental. Cree que el principal problema de la Justicia es "su falta de credibilidad".

Antonio Moreno Andrade debutó en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Marchena, de donde pasó -a los cinco años- al de El Puerto de Santa María. En 1981 fue ascendido a magistrado, trabajando en los juzgados de Tarrasa y Las Palmas. En 1983 llegó a Sevilla. Se hizo cargo del Juzgado de Instrucción 5 y, durante dos años, del Decanato. A la Sala de lo Contencioso Administrativo recaló en 1990 y es su presidente desde hace doce años. Ello supone ser miembro nato de la Sala de Gobierno del Tribunal, de la Sala de Recusaciones y de la Sala Especial de Casación y Revisión por infracción de normas emanadas por la Comunidad Autónoma. Amén de ello, es vicepresidente de la Real Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia. También ha sido vicepresidente del Consejo de Cofradías de la ciudad y pregonero de la Semana Santa de 1992, el año de la Expo, como lo fue luego de la de Cádiz en 2005. 

-Ha sido usted elegido recientemente representante del Poder Judicial en Andalucía Occidental. ¿Qué supone este reto para usted?

-Este cargo tiene una connotación fundamentalmente institucional, de representación de un poder del Estado en el territorio de la antigua Audiencia Territorial, comprensivo de las provincias de Córdoba, Huelva, Sevilla y Cádiz y la Ciudad Autónoma de Ceuta, siempre que no se encuentre en el mismo el presidente del TSJA. No conlleva, por ello, ningún tipo de competencias jurisdiccionales ni gubernativas. Para mí ha significado un alto honor terminar mi carrera profesional como nunca soñé, razón por la que he quedado sumamente agradecido al Consejo General del Poder Judicial por su unánime designación y confianza.

-¿Cuál es el principal problema que padece la Justicia?

-Son muchos y cada vez mayores. El primero, su falta de credibilidad, pese a la calidad y dedicación que, en general, pueden advertirse en los jueces. Pero la Justicia no son sólo los jueces; intervienen otros muchos factores humanos e institucionales. La falta de medios y la desatención de las administraciones públicas acaso sean determinantes de su ineficiencia y tardanza, principalísimo problema en la medida en que se traduce en la frustración de no conseguir una Justicia rápida, generando situaciones de angustia e inseguridad, lo que supone el gran fracaso del sistema.

-La imagen que la ciudadanía tiene de la Justicia, sinceramente, es pésima. ¿Cómo mejorarla?

-Bueno, lo de pésima me parece excesivo, aunque es cierto que con la Justicia que administramos pocos están contentos. Téngase en cuenta que, como decía Rosignol, cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón. El que pierde, protesta porque pierde, y el que gana, porque se le da la razón tarde y, a veces, no del todo. Pero el ciudadano sabe que la Justicia es el último bastión donde refugiarse, donde defender su derecho y que sin la Justicia, esto sería un caos absoluto y devastador.

-¿Qué está ocurriendo? ¿La corrupción es un mal endémico o epidémico?

-Ambas cosas. Corrupción ha existido siempre, aunque lo de ahora es una clamorosa vergüenza nacional, a la que sería aplicable el título de aquella película del gran Berlanga Todos a la cárcel.  Los aledaños de los juzgados de Sevilla se han convertido en un permanente plató de televisión; he visto hasta cinco furgonetas con monstruosas antenas, decenas de cámaras, cientos de micrófonos a la caza de los declarantes, de los abogados y de todo el que pase por allí para exhibir luego el espectáculo en los programas televisivos más variados. Los ERE, los cursos de formación, etc... El paseíllo de políticos con altas responsabilidades, alcaldes y otros muchos cargos públicos constituye un permanente bochorno. Yo creo que hay demasiados políticos y demasiados enchufados, cuya falta de formación y de bagaje ético les hace creer que pueden apropiarse o hacer un uso caprichoso e inadecuado de un dinero  a costa de perjudicar al ya desfavorecido, legítimo destinatario de esos fondos.

-Son varios los magistrados y operadores jurídicos que han alertado de la creciente politización del Poder Judicial. ¿Existe la independencia judicial?

-A los cargos judiciales se accede generalmente por rigurosa antigüedad. Los únicos que designa discrecionalmente el Consejo, aunque siempre requerido de motivación, son los magistrados del Tribunal Supremo, los presidentes de la Audiencia Nacional y de los Tribunales Superiores (y sus Salas) y los presidentes de las Audiencias Provinciales. Hay que aceptar que la mayoría de los nombramientos no suscita rechazo alguno. El Poder Judicial lo encarna cada juez y por ello la independencia depende de cada uno de nosotros. Yo creo sinceramente en la honestidad de los jueces y la sociedad puede tranquilamente confiar en ellos. Personalmente puedo decir que jamás me he sentido presionado por nadie.

-Hace poco tiempo se mostró usted partidario de anular las transferencias en materia de Justicia a las comunidades autónomas para dejar la organización judicial en manos del CGPJ. ¿Sigue defendiendo esta postura?

-Naturalmente. Es un desatino la convergencia de varias administraciones en la gestión de la Justicia, máxime cuando no todas se aplican a su obligación de igual forma. El Consejo debe ser económicamente independiente del Gobierno, con competencia plena sobre la Justicia. Uno de los tres poderes del Estado no puede depender del Ministerio o de la Consejería de turno a la hora de proporcionar los medios personales y materiales que los jueces necesitan. La realidad ha evidenciado que hay servicios del Estado que no pueden dejarse al arbitrio de las comunidades, como la Sanidad, la Educación, la gestión de los tributos o la Justicia. La experiencia ha creado desigualdades entre españoles de muy difícil corrección.

-Si tuviera usted una varita mágica, ¿qué cambiaría inmediatamente del sistema judicial actual? Por contra, ¿qué dejaría tal y como está?

-Cambiaría casi todo. Establecería los órganos en edificios dignos, con medios suficientes, modernos y capaces, crearía el doble de plazas de jueces y funcionarios y liberaría a la Justicia de toda dependencia de las administraciones, que tan mal la tratan. Dejaría la calidad de los jueces, su entrega, su afán por ofrecer una Justicia mejor a pesar de tantas privaciones. No puede imaginar la cantidad de compañeros que renuncian a su familia, que trabajan en fines de semana sin el menor reconocimiento ni conocimiento siquiera de nadie.

-¿Le gustaría volver algún día a su Chiclana natal?

-Yo no sabría vivir sin Chiclana. Allí estoy siempre que puedo y siempre que me llaman para lo que sea. Y casi todos los sábados me voy a contemplar La Barrosa. En casa comemos el pescado, las verduras, las frutas y las chacinas de mi pueblo, que tiene una plaza de abastos colosal. Allí tengo mis raíces, mis sentimientos, mis recuerdos más entrañables. Vivo en Sevilla, mi segunda patria chica. Y muy agradecido; el pasado año recibí la medalla de oro de la ciudad, lo más grande que me ha pasado en la vida. Pero soy irrenunciablemente chiclanero, como lo son mi mujer, mis hijos, mis nietos... y eso lo sabe todo el mundo. Así es que no es que me gustaría volver, es que no me he ido nunca. 

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