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operación carne picada

Flores en la tumba del hombre que nunca existió

  • Huelva conmemora el 75 aniversario del hallazgo del cadáver que cambió la historia de la Segunda Guerra Mundial

Gabriel Cruz e Isabel Naylor depositan un ramo de flores sobre la lápida de William Martin en Huelva.

Gabriel Cruz e Isabel Naylor depositan un ramo de flores sobre la lápida de William Martin en Huelva. / alberto domínguez.

Tres cuartos de siglo se conmemoraron ayer de uno de los hallazgos más singulares de la historia de Huelva, el que acabaría dando un magistral golpe de timón a la Segunda Guerra Mundial mediante la operación Mincemeat (Carne Picada). Aquel 30 de abril de 1943 un pescador de Punta Umbría, José Antonio Rey, encontró flotando en la playa de La Bota el cadáver de un hombre que fue identificado como el mayor William Martin. El cuerpo, que había sido transportado en realidad por un submarino británico, portaba unos documentos que lograron despistar al mismísimo Adolf Hitler sobre el lugar por donde las tropas aliadas iniciarían su asalto a Europa: se le hizo creer que lo harían por Grecia y Cerdeña, adonde movió sus tropas.

Los aliados, que acabaron desembarcando meses después en Sicilia tras invadir el norte de África, lograron que los alemanes se tragaran el señuelo de que Martin era un oficial naval británico, nacido en Cardiff el año 1907, con una vida aparentemente normal y una novia llamada Pamela a la que iba a pedir en matrimonio; pero lo cierto es que ni era comandante ni se llamaba William Martin, nombre que fue inventado por el capitán Ewen Montagu, un oficial de la Inteligencia británica que fue el que ideó la operación.

Los aliados engañaron a Adolf Hitler gracias a los documentos falsos que portaba el cuerpo

Actualmente se barajan varias hipótesis, entre ellas la de que fuera el cuerpo de un alcohólico vagabundo galés llamado Glyndwr Michael, según las evidencias del historiador aficionado Roger Morgan. Estos dos nombres aparecen en la lápida existente en el cementerio de La Soledad de Huelva, el falso y el supuestamente real.

Cuando el Servicio de Inteligencia Británico se cercioró de que los espías alemanes habían dado por buena la treta del hombre que nunca existió, -título del libro que escribió el propio Montagu y que tuvo una adaptación cinematográfica-, el primer ministro Winston Churchill recibió un telegrama en Estados Unidos, donde se encontraba de visita, en el que le decía: "Mincemeat swallowed whole" ("Se han tragado toda la carne picada").

Bajo un cielo plomizo de primavera, ayer se rindió tributo al mayor Martin en el cementerio de Huelva, donde se ubica su sepultura. Si está ahí o no su cuerpo y si en realidad este pertenecía al vagabundo británico Glyndwr Michael -versión oficial de Reino Unido- sigue siendo a día de hoy una incógnita que se afanan en despejar investigadores como los onubenses Jesús Copeiro y Enrique Nielsen.

Este último participó en el sencillo acto, que tampoco quiso perderse Isabel Naylor, una mujer que lleva 68 años llevando flores a la tumba de Martin cada 11 de noviembre, Día del Armisticio, con el que se puso fin en 1918 a la Primera Guerra Mundial. Naylor recordó también a su padre, un trabajador inglés de la Rio Tinto Company Limited que se apiadó de su compatriota e inició la tradición de llevarle cada año flores rojas a su sepulcro onubense. Ella hizo los honores ayer, acompañada por el alcalde de Huelva, Gabriel Cruz. Juntos depositaron un gran ramo de flores en tonos rosados y blancos sobre la peculiar lápida de La Soledad.

"En nombre de la comunidad británica de Huelva agradezco este acto para honrar la memoria de William Martin", manifestó Isabel Naylor, que estaba acompañada de su hija, Gladys Méndez. Ésta avanzó que "la tradición no se va a perder en la familia ni en Huelva, porque ya hay sucesora de la sucesora", su hija, la bisnieta de aquel británico que inició el ritual en la década de los cuarenta.'

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