Andalucía

Un déficit que no deja de crecer

UN reconocido economista de la tierra suele afirmar que el comercio exterior es el asunto a partir del cual se pueden obtener mejores y más esclarecedores datos para analizar la estructura productiva y la posición competitiva de los territorios. En ellas puede condensarse y resumirse prácticamente todo lo importante que cabe decir sobre una región y un país en su esencia productiva y consumidora. En las cosas que importamos y en las que exportamos están nuestras fortalezas y nuestras debilidades; o, si preferimos verlo de otra forma, en qué estamos especializados y qué carencias tenemos, si competimos con otros territorios contiguos -y, cada día más, remotos también- en productos y servicios que tienen mayor o menor valor añadido, es decir, aquéllos que producen mayores beneficios al territorio en cuestión. El análisis de las relaciones de intercambio de Andalucía con el exterior -todo el exterior, no sólo el extranjero- en los 30 años de autonomía confirma con datos lo que la ilustración adjunta sugiere: no producimos, pero demandamos e importamos productos de alto valor añadido, básicamente industriales y, concretamente, tecnológicos. Como contrapartida, lanzamos al exterior productos y servicios de escasa transformación, fundamentalmente derivados de la agricultura, el primer procesamiento del crudo y otras especialidades químicas.

La estructura y el saldo del binomio comercial exportaciones-importaciones han evolucionado en tres décadas, por supuesto, pero esencialmente mantenemos nuestro rostro exportador primario y/o de escaso grado transformador. Según las cámaras de Comercio, nuestra principal exportación a lo largo de las tres últimas décadas (conforme a los últimos datos de especialización comercial, el 12,5% de nuestras exportaciones) se encuadra en el rubro Combustibles, ceras y aceites minerales y materias bituminosas. Se trata fundamentalmente del primer proceso de crudos importados, que sobre todo se dirigen a Huelva para ser refinados o someterlos a otros procesos de transformación no excesivamente sofisticados. Por aportar un dato comparativo, el gran exportador que es la República Popular de China engrosa en un porcentaje -no determinado pero muy considerable- su fenomenal actividad exportadora con actividades ensambladoras de componentes que se fabrican en otros países, e incluso con la mera reexportación. Son la segunda, tercera y cuarta de las especializaciones comerciales del ranking exportador andaluz las que retratan mejor nuestra actividad económica vendida al exterior, la que satisface necesidades de otros países: hortalizas, aceites, frutas, grasas animales y vegetales y otros productos agrícolas y ganaderos elaborados o no son los que acumulan alrededor de un 25%. Durante los últimos 30 años hay excepciones a la regla consistente en "exportar primario de bajo margen, importar procesado de medio o alto valor añadido". Por ejemplo, las "aeronaves y sus partes" han ido creciendo -desde contribuciones testimoniales- hasta representar un 5% de nuestras exportaciones. El gran apartado exportador que no figura en la estadísticas, el turismo, merma la credibilidad de las mismas, aunque la metodología de cómputo sea similar en nuestros mercados de referencia; por su parte, la actividad exportadora de nuestras constructoras es creciente pero relativamente simbólica aún. Vendemos pepinos y cítricos; compramos dispositivos tecnológicos y otras cosas tangibles transformadas en fábricas.

Los datos más esclarecedores para interpretar quiénes somos en el concierto comercial global no son los de las exportaciones y las importaciones al extranjero. Desde que se tienen datos homogéneos disponibles (del Instituto de Estadística de Andalucía, por ejemplo), la comunidad compra del extranjero más de lo que le vende. Anteriormente, esta pauta deficitaria era sin duda del mismo corte y perfil, pero desde nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea (1986) y nuestra permanencia en la Unión Europea, hay un cambio sustancial: España, y Andalucía también, comienza a ser cliente nato de los países más industriales y exportadores del coto semicerrado comunitario. De hecho, la Alemania preeuro (antes de 1999) era comercialmente deficitaria, e incluso ocupaba el tercer puesto mundial en este apartado. Es con la llegada del euro donde cambian las tornas, y Alemania se convierte en lo que todos concebimos por Alemania en términos de poderío comercial. Nosotros, de su mano de campeón mundial de las exportaciones, comenzamos a concentrar nuestras importaciones en Alemania y otros pocos países... al tiempo que perdíamos la oportunidad de intentar variar nuestro modelo productivo y exportador hacia actividades más innovadoras y avanzadas, tanto en su naturaleza como en su procesamiento y en su margen comercial. ¿Nos hicimos estáticos y complacientes cuando teníamos la oportunidad de los nuevos mercados? A tenor de los hechos y los gráficos, es lícito sospechar que sí. De hecho, Andalucía ha exportado un monto económico total algo menor que lo que ha importado, año tras año, desde finales de los 80. En los años previos a la evidencia de la crisis (digamos entre 2005 y 2008), la brecha deficitaria comercial comienza a acentuarse en nuestro detrimento, y a partir de 2009 se modera el gap exportaciones-importaciones. Pero hay datos más significativos que lo que se vende al y se compra del extranjero: Andalucía como territorio debe ser analizada por otro medio más preciso.

Nuestro verdadero déficit comercial con el exterior, incluido el exterior español, no se mide con las estadísticas del Icex, Extenda o las cámaras de Comercio, o al menos deben ser completadas con aquellas fuentes de información que consideren lo que vendemos a Cataluña o lo que compramos a Madrid. Para ello hay que recurrir a las Tablas Input-Output, que equivalen al cuadro macroeconómico regional. En estas tablas se recogen, entre otras magnitudes, la demanda interna y el saldo exterior (con todo el exterior, reiteramos), además del Producto Interior Bruto regional. Dicha información sólo se publica cada cinco años, pero permite contemplar la evolución del déficit comercial andaluz en relación con la magnitud de referencia habitual, es decir, como porcentaje del PIB. Pues bien, dicho déficit exterior no ha hecho sino crecer en los últimos tres lustros de los que se disponen datos del IEA. Lo cual es todo menos una buena noticia. Si en 1995 el déficit era del 9,9% del PIB, en 2000 era del 11,7%, y en 2005 del 16,2%. La interpretación plausible es la que dan los profesores Mónica Rivera, de la Universidad de Jaén, y Luis Robles, de la Universidad de Málaga, considerando el periodo 1980-2000 y sin considerar el saldo explicado por el petróleo, cuya magnitud y variaciones de precios distorsionan el análisis conjunto: "Mientras que la producción total de la región o PIB y las importaciones se han multiplicado por ocho, las exportaciones lo han hecho sólo por cinco". Muy probablemente, con el impacto mayor de la crisis en nuestro territorio, esta tendencia no ha revertido en los últimos años.

Esa brecha contiene además una interpretación ulterior: las importaciones que más han ido creciendo son las llamadas de destino final, mientras que las de destino intermedio -más nutritivas económicamente, dado que requieren de reproceso o transformación posterior, alimentado a su vez las exportaciones- van cayendo. España tradicionalmente se asemejaba más al modelo chino (cuyas importaciones intermedias destinadas a ser tratadas y a su vez exportadas pesan más del 75% aproximadamente), pero va tendiendo cada vez más al modelo estadounidense, o sea, más intensivo en importaciones finales. Sin embargo, otras comunidades autónomas como Madrid, Cataluña y el País Vasco siguen la pauta contraria, lo cual alimenta su estructura industrial, de servicios avanzados y logística; actividades de mayor valor añadido que las que caracterizan con mayor intensidad a la estructura económica andaluza.

Por último, cabe interpretar la imputación de la exportaciones y las exportaciones a las ocho provincias andaluzas. La primera conclusión clara es que Cádiz es tradicionalmente y en su conjunto de zonas y actividades la principal y descollante provincia exportadora e importadora, seguida de cerca por Huelva y muy de lejos por el resto de provincias. Esto es en gran parte debido a su condición de destino y origen portuario, lo que en el caso onubense se acentúa por el desproporcionado peso del petróleo que arriba a su puerto y parte de él tras ser refinado. Por actividades, sí es claro que Andalucía ha conseguido no sólo mantener, sino incrementar sus exportaciones agrícolas principalmente por la contribución de Almería y Huelva, con Jaén y Sevilla ostentando poderoso músculo de la industria aceitera. Málaga es sin duda la exportadora (en buena parte reexpediciones a partir de importaciones intermedias, de nuevo también muy dependiente de su actividad portuaria) andaluza de componentes y dispositivos eléctricos y electrónicos. Nada demasiado nuevo después de tres décadas de autonomía política. Como tampoco es nuevo, aunque sí más preocupante, que la dependencia exterior de Andalucía no mengüe, sino que se incremente año tras año.

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