Arquitectura

La restauración de la Colegiata del Salvador de Sevilla

  • El Salvador se concibió inicialmente como una iglesia muy luminosa, con grandes y claros ventanales a Levante, como emblema de la Divinidad.

FERNANDO MENDOZA

Arquitecto

La recuperación de la iglesia del Salvador ha sido un largo proceso. Durante veinte años se ha intervenido en varias etapas. La última fase, que ha durado cinco años, ha permitido su restauración integral y la reapertura del templo. El Cardenal Arzobispo de Sevilla, Monseñor Carlos Amigo ha sido el impulsor de esta operación, asistido en todo momento por el inolvidable y querido canónigo Juan Garrido Mesa, quién dedicó sus últimos años de vida a la revitalización de la Colegiata. Las Administraciones central y autonómica, así como múltiples patrocinadores públicos y privados, han apoyado igualmente el proceso con sus fondos, su aliento y entusiasmo, demostrando la fuerza de la cooperación.

A mediados del siglo XIX la iglesia se vio reducida a una parroquia más del centro de la ciudad, después de perder el título de Real Colegiata del Divino Salvador del Mundo que había adquirido en 1248, tras la conquista de Sevilla y que, según la tradición, le fue concedido por el rey Fernando III.

Esta primitiva Colegiata aprovechó el edificio de la vieja mezquita de Ibn Adabbás (830) hasta su derribo en 1671, realizado para construir el edificio actual.

Desde que la Real e Insigne Colegiata del Salvador vio subastado su patrimonio económico por la Desamortización, el edificio perdió los medios para su mantenimiento. Después de un importante proyecto isabelino de reestructuración, realizado alrededor de 1860, poco se hizo. La capilla de Pasión se restauró por Juan Talavera de la Vega en 1907 después del incendio que destruyó un importante retablo-transparente de Cayetano de Acosta. En 1915 se pintó interiormente la media naranja. Desde la intervención del marqués de la Vega Inclán en el patio de los naranjos, en el año 1918, no se registró ninguna actividad de restauración o constructiva hasta 1987, en que comenzó a intervenir la Junta de Andalucía por medio de pequeños proyectos de conservación.

A lo largo de los trescientos años de vida del edificio que conocemos, el templo comenzó a deteriorarse prácticamente desde su inauguración, en 1712. Algunas causas fueron naturales, como el agua subterránea o los fuertes terremotos que ha padecido a lo largo de sus trescientos años de vida.

Sólo cuarenta y tres años desde su apertura, el gran terremoto de Lisboa comenzó a fracturar el templo. Otras causas del deterioro fueron estructurales, ya que el edificio fue construido con una piedra de baja calidad y su cimentación sufrió un fuerte incremento de peso originado por el relleno de la inconclusa cripta funeraria. Otras muchas agresiones fueron generadas por el propio uso y escaso mantenimiento, el humo de las velas, el incendio sufrido en la capilla Sacramental, su condición de gran cementerio del centro de Sevilla y los sucesivos cambios litúrgicos que generaban modificaciones en la forma del edificio.

Un aspecto que ha entorpecido la puesta en valor del Salvador, como organismo cultural, ha sido la crítica injusta y desmesurada a la que ha sido sometido hasta muy recientemente. Históricamente, la fortuna crítica de la iglesia del Salvador, en tanto que conjunto arquitectónico y artístico, ha sido escasa y de baja calidad, a pesar de su extraordinario papel en la historia religiosa y civil de la ciudad, como Colegiata, segundo templo y emblema de la iglesia de Sevilla. La mayoría de historiadores hicieron referencias sueltas y se centraron más en autorías y fechas que en análisis arquitectónicos. En general, mencionan descripciones negativas, confundiendo arquitectura y retablos, dentro del marco de incomprensión general de la cultura barroca. Las feroces críticas de Ponz, Llaguno, Colóm y Colóm, González de León, Amador de los Ríos, Gestoso y en fechas muy recientes, Chueca Goitia, entre otros, contribuyeron a crear la "leyenda negra" del Salvador, estirando la incomprensión neoclásica del fenómeno barroco casi hasta nuestros días.

En esta última fase de restauración, que ha durado cinco años y se ha realizado con el patrocinio principal del Ministerio de Cultura, se han resuelto viejos y graves problemas: la canalización de las aguas del subsuelo, que tan negativamente afectaba a los muros y pilares; el refuerzo de la cimentación y a la vez el aligeramiento del peso que gravitaba sobre ella, al haberse retirado más de seis mil toneladas de tierra y recuperado en su lugar la cripta visitable que se encontraba en el proyecto inicial de Esteban García; la consolidación y limpieza de la estructura de piedra; la creación de una losa antisísmica que evite en el futuro los peores efectos de los terremotos; la renovación de la cúpula y las cubiertas. También se han limpiado y consolidado todos los bienes muebles, incluyendo los grandes retablos, recuperado el conjunto de la Virgen de las Aguas y renovado la tribuna del órgano.

Uno de los aspectos más apreciados popularmente en la restauración ha sido la recuperación de la luz natural en el interior del templo. El Salvador se concibió inicialmente como una iglesia muy luminosa, con grandes y claros ventanales a Levante, como emblema de la Divinidad. La construcción del retablo mayor, que supuso el cierre de estas entradas de luz, la colocación de las coloridas vidrieras neomudéjares en 1860 y el progresivo ennegrecimiento de la piedra, desnaturalizaron este bello interior renacentista. La limpieza pétrea, que ha recuperado el color inicial, y la instalación de alumbrado artístico, han devuelto al Salvador una lectura del espacio mucho más próxima a la original.

La construcción del Salvador ha sido una tarea colectiva del pueblo de Sevilla. Arquitectos, escultores, pintores y canónigos crearon una síntesis histórica, aceptando y mejorando, cada generación, lo realizado anteriormente. La Real e Insigne Colegiata del Divino Salvador renace y recupera su pasado y obras de arte. Confiamos en que sirva durante largos años al pueblo de Sevilla tanto en su cuidado espiritual como en su condición de gran museo de la ciudad.

El método de trabajo y los resultados obtenidos en el Salvador han sido reconocidos con el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales en la persona del arquitecto Fernando Mendoza. Esto supone la confirmación de la posición destacada de Sevilla en el panorama del tratamiento monumental en España.

El proceso de restauración se ha finalizado con la edición del libro La iglesia del Salvador de Sevilla. Biografía de una Colegiata que ha tenido distribución en todo el país y en el que se expone la historia del monumento y las técnicas utilizadas en su recuperación.

De la experiencia del Salvador se pueden obtener muchas enseñanzas: la participación pública, que supuso la organización de visitas guiadas durante el transcurso de la restauración con el lema de "abierto por obras"; el papel del monumento como dinamizador cultural; la gestión conjunta de fondos públicos y privados en la financiación. Por último, la consideración del monumento como una fuente de conocimiento de la historia colectiva.

Este método de trabajo puede ser decisivo cuando se acometa una importantísima operación que deberá realizarse ineludiblemente: la apertura cultural controlada del ingente patrimonio arquitectónico y artístico de iglesias, conventos y monasterios, hoy cerrados al público total o parcialmente y la recuperación de los dos grandes conjuntos civiles, hoy sin uso y deteriorados: Las Reales Atarazanas y la Fábrica de Artillería.

Esta operación supondrá la potenciación de Sevilla como un gran centro cultural europeo y aportará fondos para la correcta conservación de estosmedificios y los tesoros históricos y artísticos que guardan.

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