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Más allá de la superación

En los maratones hay miles de historias que ponen los pelos de punta, un nudo en la garganta, emotivas, grandiosas, batallas de superación inexplicables para una persona normal y corriente. El poder de la mente supera cualquier obstáculo que aparece en el camino. Esta historia, la de Joasia Zakrzewski, es una de ellas. Ocurrió hace una semana en el Maratón de Sevilla. Sirva esta extraordinaria vivencia como homenaje a los atletas populares, para aquellos Clark Kent en la vida cotidiana que mutan en Superman cuando se calzan las zapatillas y echan a correr durante 42 kilómetros y 195 metros.

Esta escocesa de padre polaco -corrió el año pasado el Maratón de Varsovia, la ciudad en la que se crió su progenitor- vive en Dumfries, a hora y media de Glasgow y también de Edimburgo. Empezó a correr hace unos seis años -tiene 38-, "después de una juventud no demasiado deportista, la verdad", afirma la protagonista, médico de familia de profesión, con una mejor marca de dos horas y 39 minutos que esperaba batir en el Estadio de la Cartuja...

¿Quién mejor que Joasia para contar qué aconteció a las nueve de la mañana de hace siete días, cuando se dio el pistolezo de salida al Maratón de Sevilla? "Al empezar una carrera de élite, hay obviamente muchos hombres rápidos que comienzan detrás de ti y muchos otros que quieren empezar rápido desde el principio. Hay mucha presión mientras se espera y al inicio. Me derribaron desde detrás en los primeros 10 segundos y cuando intenté levantarme fui atropellada por otros corredores que me fueron pisoteando la cabeza y las costillas. Recuerdo haber gritado un largo y fuerte ¡¡¡Nooooo!!! para tratar de que la gente me esquivara, pero lo único que vi fueron pies y piernas arrasándome, haciéndome golpear la cabeza con el asfalto. En ese instante pensé: Ahora me doy cuenta de cómo puede morir la gente siendo pisoteada".

El parte médico, a bote pronto, era para haber abandonado... en condiciones normales: "Sufrí una fractura de los huesos propios de la nariz y contusiones y arañazos en la nariz, la frente, la barbilla, las rodillas, los codos y una probable fisura de costilla. Me miraron en el hospital aquella tarde en Sevilla. Y después he ido al otorrino en el hospital de Dumfries y me han dicho que se me quedará una cicatriz en la nariz, pero que afortunadamente no tendré que ser intervenida".

En cualquier caso, parece mentira que no sucumbiera a las heridas, al dolor, y decidiera correr, no parar, acabar: "Pensé fugazmente en la retirada, sí, pero la adrenalina me quitó esa idea de la cabeza. Sabía que una vez cruzada la línea de salida, el tiempo había empezado a contar y no quería que un no terminado manchara mi nombre. Hablo muy poco español, por lo que no estaba segura qué debía hacer si abandonaba. Recordé que mi hotel estaba en la ruta de la carrera y que siempre podría haber parado si hubiese sido necesario. Había sido un largo camino en apenas 10 segundos de carrera -bromea-. También pensé que si no hubiera continuado, podría haber sufrido un trauma que me habría impedido correr de nuevo. Afortunadamente, después de lo que parecieron años, aunque no fue en realidad más de un minuto, el flujo de corredores fue más lento y un señor me protegió con sus brazos extendidos, previniendo para que no me pisaran más y ayudándome luego a incorporarme. Más tarde, otros corredores me dieron pañuelos con los que pude cortar la hemorragia de la nariz".

Sus conocimientos médicos de poco sirven con tanto destrozo físico... "En ese momento era corredora, no doctora. Sabía que había poco que hacer ante una fractura de nariz y una fisura en la costilla. También que me dolería mucho más en cuanto me bajara el nivel de adrenalina". ¿Y qué explicación da a que su cuerpo soportara semejante suplicio, terminara cuarta en chicas y a sólo dos minutos de su récord personal? "Algo positivo que he aprendido de la experiencia, si eso fuera posible, es que he comprobado el nivel físico y de determinación que tengo. He visto que estoy en forma para una carrera importante, que es precisamente mi objetivo. Los últimos kilómetros fueron muy duros porque la adrenalina había comenzado a bajar y empecé a sentir más dolor. Hacía calor y tenía sed, porque encima me perdí varios avituallamientos. La misma adrenalina que me había servido de combustible empezó a abandonarme y creí que no iba a poder completarla. Pero lo hice. E incluso pude correr más deprisa de nuevo el último kilómetro".

Zakrzewski lanza un mensaje de gratitud "hacia ese hombre que me ayudó a incorporarme y al que tuvo el ánimo de coger un paquete de pañuelos del bolsillo y darme uno". Respecto al apoyo de los que acudieron a ver la prueba, comenta que "al no entender mucho español no sé si la gente realmente se dio cuenta de lo que me había pasado. Pero creo que era obvio por mi cara, mis brazos y mis piernas ensangrentados. La forma en la que los médicos corrieron hacia mí al cruzar la meta me hizo tomar conciencia de que tenía mala pinta. Estoy segura de que la gente hubiera estado dispuesta a hacer incluso más si hubiesen sabido lo que me había ocurrido al inicio".

Tras esta experiencia, ¿volverá?: "Sevilla es una ciudad preciosa y me hubiera encantado haber visto más, pero desafortunadamente pasé más tiempo en el hospital que disfrutándola. Espero volver, correr mejor y pasar más tiempo apreciando la ciudad".

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