SIN duda alguna, las referencias literarias más expresivas sobre el enclave de la plaza de la Alfalfa las escribió el periodista y escritor Manuel Ferrand, por iniciativa del editor José Manuel Lara Hernández, publicadas en un precioso libro por Planeta en 1976 (Ver Diario de Sevilla, 6 de abril de 2008). La prosa de costumbres de Manuel Ferrand iba acompañada por un reportaje gráfico realizado por el artista fotógrafo Alberto Viñals, que se recreó en estampas del ambiente ciudadano habitual, del mercadillo de pájaros, de las tertulias de tabernas y de los comercios históricos. Veintiún años después, fue el historiador Joaquín González Moreno quien publicó por su cuenta un libro titulado Calles de Sevilla (1997), donde incluyó sus propias vivencias sobre la plaza de la Alfalfa y zonas adyacentes, que forman un enclave histórico de curiosas referencias ciudadanas (Ver Diario de Sevilla, 6 de abril de 2008).

La morfología primitiva de la plaza tiene su más antigua referencia topográfica en el plano de Pablo Olavide (1771). Grabados antiguos muestran una zona de trazado irregular, más ancho en las embocaduras con las calles Alcaicería de la Loza y Alfalfa-Odreros, con edificios porticados como era normal desde tiempos medievales. Ante la ausencia de arboleda, los soportales guarecían a los peatones de las inclemencias del tiempo. Los establecimientos más primitivos estaban dedicados a la venta de carnes frescas, junto a vendedores de piensos, especialmente alfalfa, lo que daría nombre popular a la plaza. Desde siempre, el enclave fue zona de mercados diversos, de encuentros mercantiles, con numerosas tabernas y tiendas mixtas de comestibles y bebidas. Además, la cercanía de calles tan comerciales como la Alcaicería de la Loza le dio carácter de enclave de paso hacia las cercanas plazas de la Pescadería, del Pan y del Salvador (Ver Diario de Sevilla, 6 de abril de 2008).

A finales del siglo XIX, residían en la plaza, entonces rotulada de Mendizábal, una veintena de vecinos vinculados a diversas actividades económicas, como Pedro González (curtidos), Eduardo Nieto (panadería), Andrés Martínez García (comercio), Francisco Quirós (espartería), Antonio Heraclio García (comestibles, bebidas y carnicería), Manuel Flores (lechería), Viuda de Carranza (cerería), José María Gutiérrez Pérez (comercio), Juan González Bracho (vinos al por mayor), y otros sectores, como Pedro García Arévalo (propietario), Leopoldo Olarte (fotografía), José Goya Echaide (secretario del Banco de España), José Barberá Estruch (fiscal de la Audiencia Territorial), y Rafael López Pérez (comisionista).

Ya en la década de los años treinta del pasado siglo XX, el vecindario de la todavía plaza de Mendizábal estaba compuesto por numerosos empresarios de diversos sectores, sobre todo comerciantes y hosteleros. La plaza mantuvo durante los años veinte, treinta y cuarenta el mismo ambiente comercial y de encuentros. Fueron muy populares Manuel Bejarano Estrada (carnicería), Viuda de Manuel Correa (carruajes de alquiler), Manuel Gómez Brito (perfumes y quincalla), Antonio Japón Rico (loza y cristal), José Montada (carnicería), José Romero González (ultramarinos), Joaquín Fernández (taberna), José Montes Requena (barbería), Anastasio Zabala Sáenz (comercio), José Álvarez González (ultramarinos), los médicos Francisco Gómez García y Manuel Cordón Casanueva, y los empleados y funcionarios, César Díaz García, Marcelino López Vera, Cástor García Leánez, Rafael Pastor Martínez, Ildefonso Parejo Santos, José Gómez García y otros.

Más recientemente, en la década final del siglo XX, la plaza de la Alfalfa añadió firmas comerciales populares, como Calzados Mayo, Persianas Alfalfa, y varios establecimientos hosteleros con tertulias habituales. Por supuesto, tanto el Bar Tesoro, una institución del enclave, como la droguería de Guillermo Silva, fueron referencias de reuniones y tertulias, y según cuenta Joaquín González Moreno, la droguería fue sede de encuentros de jóvenes inquietos que vitalizaron la Acción Católica del casco antiguo en los años setenta del pasado siglo. Y en el Bar Tesoro se fomentó la colombofilia por aficionados de prestigio como los hermanos González Conradi, Manuel Delgado Lindres, Rodolfo de la Torre Roselló, Ángel Navas y Javier Mendoza, entre otros. También el dibujante Paco Díaz fue asiduo de las tertulias de la droguería de Guillermo Silva, hijo del fundador y cuñado del torero Pepe Luis Vázquez, casado con Mercedes, su hermana.

[Fuentes: Félix González de León, Noticia histórica del origen de los nombres de las calles […], Imprenta de José Morales, 1839; Manuel Álvarez-Benavides y López, Explicación del plano de Sevilla, Imprenta de Izquierdo, 1868; Siro García López y Manuel Jiménez López, Nomenclátor de la ciudad, Ayuntamiento, 1937; Santiago Montoto, Las calles de Sevilla, Imprenta Hispania, 1940; Nicolás Salas, Las Ferias y mercados sevillanos, Ayuntamiento, 1974: Manuel Ferrand y Alberto Viñals, Calles de Sevilla, Planeta, 1976; Antonio Collantes de Terán Sánchez, Diccionario histórico de las calles de Sevilla, Ayuntamiento-Junta de Andalucía, 1993, tomo I; José María de Mena, Las calles de Sevilla, Editorial Castillejo, 1994; Joaquín González Moreno, Calles de Sevilla, Gráficas Los Palacios, 1997].