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Los fantasmas del emperador

  • La empresa Engranajes Culturales organiza una visita teatralizada al Conjunto Arqueológico de Itálica que conmemora el 2.000 aniversario de la muerte de Augusto

Mientras el guía Sergio Raya recibe a los más rezagados, los vigilantes del Conjunto Arqueológico de Itálica cierran la verja que da al Ventorrillo Canario, la recepción oficiosa de este museo al aire libre situado a las afueras de Santiponce. El resto del público, que agotó las entradas el primer día que estuvieron disponibles, aguarda mientas las últimas luces del día se van apagando para dejar solos a los focos y a la Luna en su fase creciente. La elección del 19 de agosto como fecha para abrir el registro de asistencia a esta actividad gratuita no fue casual, ya que aquel día se cumplieron 2.000 años de la muerte del primer emperador romano. Por ese motivo, Engranajes Culturales ha tematizado su visita teatralizada a Itálica en torno a la efeméride, que esta edición se llama Augusto. El origen de un imperio.

Antes de empezar el recorrido, el guía pide silencio al grupo y le recuerda que se encuentran en un lugar muy sensible, pero a los visitantes les llama más la atención una figura vestida con una túnica verde que, sobre un enorme pilar, gesticula de forma muy exagerada. Sergio Raya, el conductor de la ruta, le explica al público que en poco más de una hora conocerán cómo Roma pasó de ser una república a un poderoso imperio que gobernó todo el Mediterráneo.

La historia comienza con la muerte del predecesor de Augusto, Julio César, y la lectura de su testamento. Marco Antonio, la figura de la túnica verde, es el encargado de transmitirlo al pueblo de Roma, igual que en la película de Joseph L. Mankiewicz inspirada en la obra de Shakespeare. "¡Éste era un César! ¿Cuando tendréis otro semejante?", sentencia Marco Antonio, que primero fue aliado y luego enemigo de Augusto por el control de Roma. Y esa es una de las principales características de la ruta de Engranajes Culturales: el público conoce al emperador a los ojos, sobre todo, de sus adversarios.

Sin embargo, entre escena y escena, Raya aprovecha para desvelar los secretos de las ruinas de Itálica cuando el recorrido se acerca a construcciones clave de la ciudad. Es el caso de la domus exedra, un edificio semipúblico donde se reunían los jóvenes. Después de explicar las características del edificio, Sergio Raya vuelve a la historia de Augusto para contar el impulso que este relevante político le dio a una disciplina tan importante como es la propaganda. "Dos de los autores más célebres que trabajaron para gloria del emperador fueron Cicerón, con sus Filípicas, y Virgilio, que hizo de LaEneida la gran epopeya nacional del imperio", asegura Raya, que también hace referencia a otro tipo de propaganda utilizada por Augusto y sus sucesores. "Durante el proceso de romanización de las provincias, los gobernantes promovieron gran cantidad de obras públicas, como la ampliación de Itálica", explica el guía, que recuerda que las ruinas incluidas dentro del conjunto arqueológico se conocen como la nova urbs, es decir, una zona residencial de lujo promovida en época de Adriano, mucho después de la fundación de la ciudad, cuyo foro se encuentra bajo el casco urbano de Santiponce.

El público sigue su recorrido entre los restos y, después de descubrir la disposición de las viviendas romanas, vuelve a atisbar dos figuras entre los setos de arrayán. En este punto, Sergio Raya introduce a los asistentes la situación de la mujer en la Antigua Roma, donde siempre dependían de los hombres, primero de sus padres y después de sus maridos. "Las romanas tenían que estar dentro de las casas, criando a sus hijos y haciendo sus labores, pero, a veces, había mujeres que se salían de ese papel de matrona", narra el conductor de la ruta. Y es en ese momento cuando se descubren los dos personajes: Livia, la mujer de Augusto, y Tiberio, hijo de ésta y, a la postre, heredero del imperio. En la escena que representan, se refleja el importante papel que tuvo Livia en la creación de la dinastía Julio-Claudia, que después regiría los destinos del imperio durante gran parte del siglo I.

La siguiente parada es en la Casa del Planetario, donde, sobre un mosaico que representa a los dioses que dan nombre a los días de la semana, los visitantes descubren a una mujer dormida que no es otra que Cleopatra. La reina de Egipto, enemiga de Augusto por ser la pareja de su rival, Marco Antonio, lo maldice justo antes de suicidarse por la picadura de una cobra egipcia. Las críticas al fundador del Imperio Romano continúan poco después, cuando su hija Julia, a la que acabó desterrando, lo acusa de usarla como moneda de cambio para sus intrigas políticas.

El viaje por la vida de Augusto se va acercando a su fin cuando los asistentes se aproximan al anfiteatro, que, con su capacidad para 25.000 personas, fue el quinto más grande del mundo romano. El público se adentra en los pasadizos de esta imponente obra de ingeniería para salir, finalmente, a la arena donde se celebraban los juegos de fieras y gladiadores. Es allí donde conocen al protagonista. El emperador, desde un estrado engalanado para la ocasión, empieza a glosar sus logros, al igual que hace en su autobiografía titulada Res gestae divi Augusti, es decir, Las obras del divino Augusto, que le sirvió para ensalzar su figura.

El recorrido llega a su fin, pero antes, en la puerta de salida, un ajado Augusto espera sentado en un sillón. "Yo soy el que supo gobernar un imperio, pero no pude gobernar a mi familia", se lamenta, mientras recuerda a Tiberio, a Julia y, por supuesto, a Livia, que observa la escena desde atrás y escucha las últimas palabras de Augusto: "La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!". Y el público, obediente, aplaude después de conocer quienes fueron los fantasmas de uno de los hombres más importantes de la historia.

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