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Bienal de Flamenco

La fiesta infinita

Así soy yo. Cante: Aurora Vargas. Guitarra: Antonio Higuero, Diego Amaya. Voz, guitarra y composición: José Gálvez. Palmas: Rafael el Eléctrico y Rafael Junquera. Palmas y coros: Mive Vargas, Felipa de Jerez. Violín: David Moreira, José Gregorio Moreira. Piano: Antonio. Flauta: Francesco. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Lunes, 24 de setiembre. Aforo: Lleno.

Es la fiesta del compás. Lujuria del ritmo. Africanía del cante jondo. Aurora Vargas es una excelente anfitriona. Y, si está motivada, como ocurrió anoche, la diversión está asegurada. En la primera parte se sintió encorsetada. Pero era una austeridad necesaria para que la voz fluyera con la necesaria concentración en tonás, seguiriyas y malagueñas. Los cantes de Chacón y del Mellizo nunca suenan en su voz como exigen los cánones. Esa es su facultad, su facilidad, su necesidad, hacer el cante a su forma. Íntima, concentrada, austera, firmó una primera parte precisa, formalmente muy acabada y de gran emoción.

Pero luego llegó su terreno, la fiesta infinita. Cantó, bailó, jaleó: fue feliz y nos hizo felices. Un ritmo que no se acaba nunca. Soniquete, fiesta a la forma de Sevilla. Esta cantaora y bailaora festera simboliza la forma sevillana de hacer la fiesta flamenca: más pausada que en Jerez, más solemne que en Cádiz, brillante, colorista, íntima y medida en su carácter dionisíaco. Lo que le ocurre a veces a Vargas es que, si el contexto no es el adecuado, pierde la concentración, la motivación. No fue, como digo, el caso en la noche de ayer, en donde estuvo inmensa en la fiesta. Después de hacer las tres canciones de José Gálvez que justifican la denominación "estreno absoluto" del programa de mano, cantó por tangos y anunció "ahora por bulerías, por bulerías de las mías". El grupo estuvo muy conjuntado a pesar de los pocos ensayos, que se pusieron de manifiesto cuando la cantaora jaleaba sorprendida un detalle melódico del piano o el violín. Es la naturalidad de lo jondo, que exige su tributo al momento presente, a la capacidad de vibrar juntos en el aquí y ahora. Aurora Vargas ejerció de anfitriona de la fiesta ordenando en la medida de lo posible las intervenciones y exigiendo silencio al grupo cuando, a ritmo de bulerías, cantó la cabal del Loco Mateo.

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