Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

Manuel de la Luz I Guitarra

Guitarra al raso

El guitarrista en la presentación de su álbum 'Mi clave' en el Alcázar.

El guitarrista en la presentación de su álbum 'Mi clave' en el Alcázar. / Claudia Ruiz (Sevilla)

Menos para introducir las piezas y dedicarlas a algunos de sus admirados artistas como Rafael Riqueni (presente en el patio de butacas), Enrique el Extremeño o Salvador Gutiérrez, que colaboran en Mi Clave, el nuevo disco que presentaba, Manuel de la Luz no abrió sus ojos en la casi hora y media que duró su recital hasta la rumba final. Como si para adentrarse en la guitarra que defiende necesitara alejarse del entorno y sumergirse en sí mismo, desde el recogimiento.

Es decir, el guitarrista apareció como un rara avis, ajeno a las modas y a la velocidad del mundo, para ofrecer un exquisito y elegante concierto de flamenco clásico, pulcro en la ejecución, respetuoso en la forma y riquísimo en la composición. Manteniéndose fiel al legado de sus maestros más directos -Sanlúcar y el propio Riqueni- en el manejo de los silencios y de los volúmenes y demostrando que también emociona la mesura y la tensión de la búsqueda.

Dicho de otro modo, la guitarra de De la Luz es medular. Huye de lo evidente y lo artificioso porque se preocupa más por alcanzar esa nota a la que aspira y con la que marca la diferencia. Por eso, su flamenco sobrio y nada efectista es fácilmente reconocible en la estructura, pero profundamente exigente por su densidad. Por las infinitas capas en las que se mueve. 

Así, despojó su guitarra y la puso al raso para hacer frente a la humedad del Alcázar (desangelado e incompatible para estos conciertos, por cierto) hurgando en las entrañas del instrumento. Y ahí, en ese camino hacia lo esencial, hacia la clave con la que se entiende la vida, encontramos a un músico profundo, culto y seguro que domina a la perfección lo que se trae entre manos.

De su repertorio, en el que hubo también bulería, fandango, soleá, rumba o bolero, la mayoría de su nuevo trabajo, nos quedamos con la delicadeza de su granaína en la que el onubense fue desvelando secretos; con la vigorosa y próspera seguiriya y con luminosa guajira. Palos todos que se enriquecieron con el excelente acompañamiento del violín de Levéfre, la flauta, armónica y guitarra de Francisco Roca, la percusión de Diego Amador y el compás y los coros de Los Mellis. En definitiva, una propuesta compacta y coherente de una guitarra casi olvidada que recibimos con la alegría de comprobar que aún tiene su espacio.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios