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Bienal de Flamenco

Los últimos de la fiesta

Toda una vida. Cante: Curro de Utrera, Romerito, La Cañeta, Rancapino, Manuel de Curra, Paulo Molina. Baile: Carrete, El Peregrino. Toque: Miguel Salado, Calderito, Antonio Soto, Juan Manuel Moreno, Perico de la Paula. . Palmas y jaleos: Ostalinda Suárez, Carmen Puente, Quico de Málaga, Yaya de Málaga, Rocío de Málaga, Loli de Cañeta. Lugar: Teatro Lope de Vega. Fecha: Miércoles 1 de octubre. Aforo: Lleno.

Los últimos de la fiesta, les llamó hace años el maestro Ortiz Nuevo, cuando tuvo esta idea. En el caso de Romerito la afirmación es literal: es el único superviviente de la primera fiesta colectiva por bulerías que se grabó en disco. También se acordó aquí de la fiesta, incluyendo algo de peloteo a Sevilla. Aunque fue en la soleá donde estuvo magnífico. Conserva un soniquete y una voz densa, aguda, deliciosa. Claro que si lo de Romerito es de mérito, lo de Curro de Utrera es un milagro. ¿Cómo se puede cantar la caña y por soleá de esa manera con 87 años cumplidos? El utrerano, que tiene el secreto de la eterna juventud en su garganta, estuvo maravilloso, pese a que el público lo recibió con frialdad. También en la rondeña perfiló la melodía con garbo y poderío. Porque lo curioso de esta selección de viejas glorias es que mantienen sus cualidades: afinan, frasean. No sólo atesoran vivencias y conocimientos sino que han sabido envejecer con dignidad. El flamenco es un arte vasto, generoso, integrador, en el que caben gordos y flacos, niños y viejos. En el que un cojo puede bailar y un mudo cantar. Es el caso de Rancapino, que se pelea con un hilillo de voz con la malagueña del Mellizo y convierte una melodía sentimental en pura épica, en una dura pelea por lograr la nota. Y el de Chiclana siempre llega y el público se emociona. También en la seguiriya, corta, directa, llena de gusto. O en los fandangos taurinos o peripatéticos de posguerra. No obstante, fue La Cañeta la dueña de noche. No sólo apuntaba los cantes, y bailes, de sus compañeros, sino que, cuando le tomó las medidas a la escena, ya no se quiso ir. Primero en los tarantos que dijo a su manera, con coletillas, comentarios, morcillas, ripios y notas al pie. Luego en el cante y baile festero de cuyos secretos es dueña y señora. Tantas noches, tantas horas de vuelo en los tablaos de su tierra. Si La Cañeta altera las letras originales para hacerlas suyas, darles un sentido irónico o humorístico o parodiarlas directamente, en los tangos y bulerías caben desde Lola Flores hasta Gloria Estefan. La Cañeta es contundencia y se sabe legítima poseedora de los tangos que inventó su madre La Pirula.

El baile no encontró el ecosistema adecuado. El Pelegrino ofreció unas pinceladas de arte enjuto, austero y viril. Y Cañete dio buena cuenta de ese personaje extravagante, expresionista, que ha inventado. Pero sus actuaciones no estuvieron a la altura de otras noches: no encontraron el contexto adecuado.

Eso sí, no era necesario darlo todo. No era necesario asfixiarse, lesionarse. No se trataba de una de esas fiestas de posguerra que sólo acababa cuando el señorito lo mandaba. Tampoco era necesario faltar al respeto a las multinacionales del disco y "a una parte de la crítica", como hizo la voz en off y el programa de mano. Todos los cantaores de la noche registraron discos inmarcesibles con multinacionales. Lo decía, lo firmaba, un crítico.

Imágenes cedidas por el ICAS. Ayuntamiento de Sevilla.

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