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Emprendedores

¿Quién dijo miedo?

  • Cuatro personas que acaban de abrir un negocio en Cádiz, en un acto heroico impensable para estos tiempos de crisis, cuentan sus experiencias poco después de lanzarse a la aventura

En actos de valentía o huidas hacia adelante en tiempos de grave crisis, casi 200 solicitudes de licencias de apertura, la mayoría de pequeños comercios, han llegado al Ayuntamiento de Cádiz en lo que llevamos de año. Es una cifra insólita teniendo en cuenta el dinero que se necesita para montar una tienda, las trabas burocráticas con las que se encuentran los emprendedores y la escasez de ayudas institucionales. A falta de trabajo por cuenta ajena, muchos deciden probar suerte con una empresa propia. En Cádiz, con el comercio tradicional de capa caída, abrir una tienda se ha convertido en un hecho heroico. Estos son los testimonios de cuatro emprendedores que llevan escasos meses al frente de un negocio, justo en la etapa económica más complicada de los últimos 20 años.

EL ARCA DE CARMEN Y JOSÉ

"Después de un año en el paro decidí abrir el negocio. No tenía otra alternativa", dice Carmen Barba. Su tienda, El Arca de Carmen y José, de plantas y animales, especializada en reptiles, no lleva ni dos meses abierta en la calle Sacramento. Su marido ha pedido un préstamo y Carmen se queja de "las escasas ayudas" existentes para emprender. "Por la crisis, lo que hace cuatro años era viable, ahora no lo es. La Junta de Andalucía te da las ayudas después de haber abierto, cuando debería ser al revés", lamenta. Afirma que el Ayuntamiento "ayuda poco" y destaca el "excesivo papeleo" que requiere abrir un negocio. "Tuve que llorar en Urbanismo y decirles que no podría abrir si tardaban en darme la licencia de apertura. Hasta que no la dan, los que abrimos un negocio seguimos pagando el alquiler del local. No quiero que me regalen nada, pero que agilicen un poco más que se trata, en la mayoría de los casos, de quitar a un parado de la calle", asegura.

Dice Carmen que desde que abrió la tienda "no he sacado nada de dinero para mi casa, pero al menos se está pagando sola". Su marido es pensionista. "No dependemos de otra cosa además de este negocio", apunta. Espera reducir su préstamos en septiembre, cuando la Junta conceda las subvenciones anuales a autónomos y emprendedores. Al menos, Carmen Barba ha tenido suerte con los dueños del local, que no le han pedido avalista. "No me falta ilusión ni trabajo. Hecho muchas horas de lunes a sábado, pero no queda otra", declara por último.

bicicletas 'a piñón'

Santiago Martínez decidió un buen día trabajar por su cuenta después de hacerlo para otros en el negocio de las bicicletas. "Ahora me toca trabajar para mí", declara. Hace un mes y medio abrió 'A piñón' en la calle Hospital de Mujeres, casi llegando a la plaza Jesús Nazareno. "No me puedo quejar. Poco a poco nos estamos dando a conocer", admite. Santiago, aunque piensa que las instituciones públicas deberían dar más facilidades a los emprendedores, reconoce haber ido "a tiro hecho" para conseguir acelerar los trámites de apertura. Lamenta que la Junta conceda las ayudas después de abrir "porque a lo mejor llega septiembre y un comercio ya ha tenido que cerrar agobiado por deudas". Un crédito bancario y el resto de su bolsillo constituyen el capital inicial. Para empezar tuvo que hacer pedidos, como es lógico, a los distribuidores de bicicletas y recambios para las mismas, aunque 'A piñón' también es un taller. "El mínimo pedido ha sido de 3.000 euros. Además, he tenido que hacer una pequeña obra para acondicionar el local", explica. Martínez tiene claro que le bastará un año para calibrar el futuro del negocio y otros dos o tres "para recoger beneficios".

cremería 'vienna'

Vincenzo y Sabrina, sociedad limitada, están encantados de haberse instalado en Cádiz. Estos italianos, amigos, abrieron hace dos semanas la Cremería-Heladería Vienna en el número 2 de la calle San Miguel. Sabrina llegó a la Bahía junto a su marido, militar italiano de intercambio en San Fernando. Vincenzo los vino a visitar y se quedó prendado del sur del sur. Llega de un país "también acuciado por la crisis", pero seguro de triunfar con este negocio, según le han recomendado amigos "expertos en economía". Porque como él mismo explica "una heladería produce a bajo coste, la clave está en dar calidad. Producir algo bueno y a bajo precio". Asegura haber montado un negocio de estas características en una zona "donde no hay tiendas parecidas". Y defiende su género: "El mismo helado que tú comes en Italia, el único, cremoso, porque el helado auténtico de allí no es de granizado".

Vincenzo no se queja de los trámites obligatorios para abrir un negocio. "Usted no sabe lo que es esto en Italia. Allí está todo más burocratizado y estas gestiones tardan el doble de tiempo", admite el italiano. El heladero se ha encontrado en el Ayuntamiento "con muy buenos profesionales, diligentes, gente preparada" y destaca "los buenos precios" que ha hallado tanto en los materiales como en la mano de obra para reformar un local que antes fue una tienda de moda infantil.

fruterías 'la paz' y 'la viña'

No una sino dos fruterías ha abierto Francisco Manuel Graván en los últimos meses. Ambas con nombre de barrio e instaladas en los mismos: La Viña y La Paz. Lleva 16 años en el gremio y reconoce que siempre le gustó el riesgo empresarial. Algún que otro fiasco no le ha frenado en su empeño de expandir el primitivo negocio, que se encuentra en el exterior del Mercado de San José. "Siempre escuché que es bueno invertir en tiempos de crisis y luego, al llegar las vacas gordas, recoger los frutos", dice convencido.

Su hermana se quedó parada, lo que se convirtió en otro de los motivos por los que se decidió a abrir la frutería de La Viña, donde ella es la encargada desde que se inauguró hace dos meses. En La Paz lleva dos semanas, en un local que, para su suerte, tenía ya montado el mobiliario de frutería y por el que han pasado cuatro personas "que no han logrado levantar el negocio". Francisco Manuel reconoce que una frutería "no tiene mucho coste, pero sí mucho trabajo". En cuanto a los trámites de apertura, el frutero ha encontrado en el Ayuntamiento "más facilidades y agilidad que hace unos años" y destaca que ahora "sólo con la solicitud de licencia en la mano ya puedes abrir al día siguiente una tienda". Le va bien, según afirma, porque tiene un método infalible en tiempos de crisis: "Vendemos fruta de una calidad media-alta a muy bajo coste. Nos hemos instalado en dos barrios muy castigados por el paro y con muchas personas mayores. Hay que saber qué se puede ofrecer en cada sitio". No se acaban aquí sus sueños. Graván pretende abrir en un futuro otras fruterías con el nombre de cada barrio donde se instalen. La palabra miedo no forma parte de su vocabulario.

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