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CORPUS CHRISTI | CRÍTICA

Diario de un falso cura rural

Bartosz Bielenia ofrece una poderosa interpretación.

Bartosz Bielenia ofrece una poderosa interpretación.

Tiene esta película un tema nuclear que puede recordar a San Manuel Bueno mártir de Unamuno. Quizás porque ambas obras están enraizadas en países de tradición y cultura católicas. ¿Puede un impostor que se hace pasar por sacerdote obrar el bien en una comunidad destrozada? ¿Puede ser su impostura una forma de sinceridad? En la novela de Unamuno la impostura, si se la quiere llamar así, reside en una ocultación: la narradora descubre que el ejemplar sacerdote Manuel Bueno, a punto de ser beatificado, fingía creer -especialmente en la vida eterna- para no desesperanzar a sus parroquianos. Un fingimiento que para el alter ego de Unamuno que en gran medida es Manuel Bueno no lo era. El protagonista de esta película va mucho más lejos: se hace pasar por un sacerdote sin serlo. Y tanto su pasado de delincuente como su carácter hacen más problemática la impostura. Sin embargo hay un punto de sinceridad en ello tras la experiencia religiosa vivida en su paso por un correccional y en su actuación al llegar fingiendo ser un sacerdote a una pequeña comunidad herida por una tragedia donde se convierte en un actor del bien. Convertirse tiene aquí el doble sentido de transformarse en algo distinto a lo que se era y de abrazar una religión en la que no se creía o que no se profesaba. Es un tema clásico tratado de forma apologética en la historia del cristianismo -con San Pablo en cabeza- y de forma dramática en obras maestras -recuérdese el encuentro entre Jean Valjean y el obispo en Los miserables- o novelas muy populares como La túnica sagrada del pastor luterano Lloyd C. Douglas, publicada en 1942 y llevada al cine por Henry Koster en 1953, o Barrabás del Nóbel Pär Lagerkvist, publicada en 1950 y llevada al cine por Richard Fleischer en 1962.

La llegada del impostor al pueblo devastado por una tragedia parecida a la de aquella dura película de Atom Egoyan que es El dulce porvenir (1997), además de enfangado en otras cuestiones de poder y ocultamientos, produce en él y en los lugareños reacciones sorprendentes. No se trata de una película que haga apología de la religión, sino más bien de lo contrario. No se trata de una película que haga crítica racionalista o burla blasfema de la religión, sino más bien de lo contrario. Y en esta aparente contradicción halla su riqueza.

Que el guionista sea Mateus Pacewiz, dos de cuyas confesadas referencias son los Evangelios y la no muy conocida pero apasionante novela de Hermann Broch El maleficio, que guarda importantes vínculos con su guión, puede ayudar a interpretar las intenciones hondas de la película, aunque es en su desgarrada ambigüedad donde halla su riqueza. El guión es un proyecto muy personal, basado libremente en un hecho sobre el que Pacewicz había escrito antes. Que el realizador sea Jan Komasa, autor de esa rareza llamada La sala de los suicidas o la apreciable Varsovia 1944, no significa en cambio gran cosa porque esas películas no presagiaban el salto en el vacío que Corpus Christi representa.

Pecado, conversión, redención, perdón, remordimiento, fe, verdad, creencia, engaño, revelación, hipocresía institucional religiosa, son algunas de las palabras de gran calado que se pueden utilizar al hablar de esta película sorprendente, tersa en su afilada puesta en imagen -soberbia y severa fotografía de Piotr Sobocinski, hijo y discípulo del que fue director de fotografía de Kieslowski-, desgarradora en la poderosa hasta lo extenuante interpretación de Bartosz Bielenia, capaz de convertir en mirada y gesto todas las contradicciones de la película, como si se concentraran en su personaje hasta amenazar hacerlo estallar.

A las referencias literarias antes citadas con relación al guión podrían sumarse otras cinematográficas en la realización, desde Bresson a Schrader pasando por Buñuel y desde luego por los maestros antiguos y modernos del cine polaco, desde Wajda a Pawlikowski. Una de las más interesantes películas de esta lamentable y rara temporada.

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