Crítica 'La isla de los olvidados'

Helada cárcel, fría corrección

La isla de los olvidados. Drama, 2010, Francia/Suecia/Noruega/Polonia, 116 min. Dirección: Marius Holst. Guión: Dennis Magnusson, Eric Schmid. Fotografía: John Andreas Andersen. Música: Johan Söderqvist. Intérpretes: Stellan Skarsgård, Benjamin Helstad, Kristoffer Joner, Trond Nilssen, Morten Løvstad, Daniel Berg, Odin Gineson Brøderud, Magnar Botten.

Denunciar las duras condiciones de vida y los malos tratos en un reformatorio de 1915 puede ser un sano ejercicio de reflexión sobre formas de opresión que se han dado en el pasado, sobre las estructuras legales y éticas que lo hacían posible, sobre la sociedad que creaba las condiciones de la delincuencia juvenil y a la vez la castigaba con extrema dureza y sobre la corrupción que inevitablemente nace de las condiciones de aislamiento en las que el poder es absoluto. Se trata de un tipo de denuncia indirecta que utiliza el pasado para hacer reflexionar sobre la condición humana y las estructuras de represión que un siglo después han cambiado, pero no hasta el punto de ser irreconocibles. Hay, pues, un propósito ético en esta recreación de algo que ya no puede cambiarse, porque ha sucedido hace casi cien años, pero que tal vez se manifieste hoy de otras formas. El pasado como lección para el futuro.

El problema ético se plantea en la forma de representar la violencia represiva que los vigilantes ejercen sobre los jóvenes y la que éstos multiplican al maltratar a sus compañeros. Porque el recreo en su representación puede inducir a pensar en la explotación morbosa de la fascinación que la violencia ejerce sobre quien la contempla. Este peligro se roza, como sucede tantas veces con el naturalismo extremo, pero hay una distancia en la puesta en imágenes que lo evita. No estamos ante una película carcelaria sensacionalista, tipo El expreso de medianoche o La casa de cristal, sino ante un retrato de la opresión en la que lo carcelario es testimonial.

En cambio la película no es capaz de superar algunos problemas de guión y realización. El primero, el tópico. Como en casi todas las películas carcelarias ingresan a la vez en el reformatorio un chico duro y un chico vulnerable. Y como en casi todas, el chico vulnerable será herido hasta extremos tan intolerables que suscitará la ira del chico duro y de los compañeros que antes lo ignoraban o despreciaban. Como en casi todas las películas carcelarias el director es un corrupto que endurece la vida de los jóvenes esquilmando los fondos y los vigilantes son brutales o degenerados. Y como en casi todas, pagarán sus excesos. Ya visto todo.

El otro problema es de realización: fría, sin capacidad de emocionar o suscitar identificación con los personajes. O se la ido al realizador la mano en el tratamiento distante o es incapaz de suscitar emociones a través de la contención. Correcta siempre, la película sólo levanta el vuelo cuando se alude al símbolo de ballena arponeada que no se rinde y en el tratamiento dramático del paisaje que, en el final sobre el mar de hielo, adquiere la fuerza trágica que la película debería tener y no tiene.

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