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Crítica 'Frankenweenie'

Sobredosis de autoconciencia

Frankenweenie. Animación, EEUU, 2012, 87 min. Dirección: Tim Burton. Guion: John August. Fotografía: Peter Sorg. Música: Danny Elfman. Voces originales de: Martin Short, Martin Landau, Winona Ryder, Catherine O'Hara, Christopher Lee.

El exceso de autoconciencia, cada vez más acentuado en su caso, alimentado por el mareante feedback de saber que se tienen hordas de seguidores fieles de tu universo, ha terminado por convertir al bueno de Tim Burton, también a su cine, en una suerte de parodia deformante y carísima de sí mismo, proceso que culminaba en fechas recientes con la entrega de las que son las peores, más inertes y extenuantes películas de su ya vasta filmografía: Alice y DarkShadows.

La recuperación de Sparky, trasunto perruno del Frankenstein de Shelley/Whale, el personaje del corto Frankenweenie realizado para la factoría Disney en 1984, no deja de ser la enésima operación nostálgica de cara a esa galería de los horrores con sello burtoniano que ha terminado por convertirse en una suerte de franquicia con o sin copyright para bolsos, mochilas, pegatinas, juguetes, libros ilustrados, exposiciones u objetos de merchandising de eterno aire juvenil y siniestro.

Con todo, combinando la vieja artesanía de la animación stop motion con los últimos recursos digitales, y apelmazado por la banda sonora de un Danny Elfman pasado de proteínas, este Frankenweenie más largo pero no mejor reelabora materiales de sobra conocidos y reconocidos (los niños diferentes y siniestros en el vecindario de la normalidad suburbana, la cinefilia como alimento iconográfico, lo grotesco y lo circense como escapatoria de la realidad) para entregarse a un trasunto en miniatura de la vieja fábula fundacional del filme de James Whale con un previsible trazado argumental hasta bien entrado el segundo tercio de su metraje.

Sólo en su último tramo, Frankenweenie consigue liberarse al fin de su cansina inercia narrativa y su paisaje de freaks infantiles de segunda mano (Quasimodos, Frankensteins, Morticias…) para guiñarse un ojo con el despliegue de una estupenda parada de los monstruos de más ancho margen por la que desfilan tortugas-Godzilla, gatos-murciélago y sapos-Gremlin que son, de largo, en su escalada de terror y destrucción masiva, lo mejor de esta función familiar en blanco y negro tan preciosista como agotada, tan plagada de citas y homenajes explícitos para adultos con memoria como, a la postre, timorata para despegarse de su propia autoconciencia y volar más libre y más allá de esa colina con un letrero en el que puede leerse Hollywoodland.

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