Crítica 'mamut'

Trascendencia y 'efecto mariposa'

Drama global, Suecia-EEUU, 2009, 125 min. Dirección y guión: Lukas Moodysson. Fotografía: Marcel Zyskind. Música: Jesper Kurlandsky, Erik Holmquist. Intérpretes: Gael García Bernal, Michelle Williams, Marife Necesito, Sophie Nyweide, Thomas McCarthy.

Otrora cotizado valor del nuevo cine independiente europeo, saludado por el mismísimo Bergman como la última gran esperanza blanca del cine sueco, Lukas Moodysson paseó su nombre por los festivales más selectos de finales de los años 90 y comienzos de siglo con un puñado de estimulantes películas como Fucking Amal, Together o Lilya 4-ever.

Alejado durante un tiempo de las carteleras, el director regresa ahora con esta pretenciosa Mamut con la que, lejos de la contención y el carácter eminentemente camerístico y airado de sus primeras obras, pretende emparentar con ese cine-importante-de-temas-importantes que, al más puro estilo Iñárritu-Haggis, aspira a dar cuenta de las ansiedades del hombre en el nuevo mundo globalizado a golpe de efecto mariposa, temática de actualidad y un toque de trascendencia lírica.

Se trata aquí de una pareja en crisis escindida como consecuencia de un viaje de trabajo. Él (Gael García Bernal) es un joven empresario del sector informático, ella (Michelle Williams) una cirujana de Urgencias. Ambos viven en un bonito apartamento de diseño en Nueva York con su hija pequeña, a cuyo cuidado está una inmigrante filipina que añora reunir suficiente dinero para regresar a su país junto a su hijo.

Mamut aspira a contar el mundo contemporáneo con esas claves didácticas que le encuentran relación a todo en una cadena de causas y efectos en la que siempre son los más humildes los que se llevan la peor parte. Para equilibrar la balanza, los ricos también lloran, o lo que es lo mismo, sienten el peso de su mala conciencia (de clase) en forma de escapada, vacío existencial o cuestionamiento de valores.

Moodysson aplica sobre estos materiales tan esquemáticos y previsibles el inconfundible estilo de la trascendencia, poniendo un toque poético, místico e impresionista, cancioncillas incluidas, ahí donde su capcioso guión manipula el azar y los paralelismos con una ingenuidad de manual posmoderno de escritura dramática. Ni García Bernal ni Michelle Williams alcanzan la intensidad emocional que se les requiere, dos actores a los que, en esta ocasión, el traje de las vidas de sus personajes les viene un par de tallas grande.

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