64 Festival de Cannes

La belleza en el burdel

  • Bertrand Bonello divide a la crítica con su visión idealizada de la prostitución en 'L'Apollonide. Souvenirs de la maison close'.

El cineasta francés Bertrand Bonello ha presentado en Cannes L'Apollonide. Souvenirs de la maison close, una visión preciosista de la prostitución en el París del cambio de siglo XIX al XX que ha incomodado por dotar de gran belleza a la sumisión sexual de las trabajadoras del burdel. No es tan raro que el cine haya buscado la poesía en actos socialmente mal vistos. Muerte en Venecia, el libro y la película, intelectualizaba la atracción de un sexagenario por un adolescente, mientras Hable con ella dotaba de desesperación romántica la violación a una mujer en esta de coma.

Sin embargo, la cinta L'Apollonide no disfrutó hoy del mismo privilegio de la licencia narrativa y fue acusada por parte de la prensa de idealización de la prostitución. "No creo que haya una relación entre la estética y la moral, ni que la forma tenga que ser devorada por el fondo. ¿Tendría que haber rodado la película de manera más dura y sórdida por el hecho de ser sobre la prostitución? No lo creo", se ha defendido Bonello en la presentación de la cinta.

Tercer filme francés en competición y segundo en centrarse en la prostitución, tras Sleeping Beauty, lo cierto es que, en términos visuales, ambas han sido dos de las propuestas más hermosas, pero términos como belleza y alegoría corren a veces el riesgo de ser confundidos. También es cierto que la respuesta "no he querido juzgar a mis personajes" es una de las favoritas de los directores de cintas moralmente complejas, y Bonello también se ha apuntado a la moda. "Mi opinión sobre la prostitución no es el tema de la película. Claro que tengo mi punto de vista, pero no quiero reabrir ningún tipo de debate, sino mostrar un mundo que desaparece en París a finales del siglo XIX para cambiar hacia un nuevo siglo que cree que su opción es mejor", ha asegurado.

Bonello, efectivamente, crea en el espectador la espinosa sensación de placer en cada relación sexual de una prostituta con su cliente, un éxtasis similar al de las grandes coreografías para los amantes del musical. Y retrata con nostalgia el indigesto concepto de un burdel magistral, una orfebrería en una disciplina que no es precisamente una joya.

Así, el público se ha dividido entre los que dejaron que lo moral fuera eclipsado por lo bello y los que pensaron que lo bello era incompatible con lo moral. Otros, directamente, juzgaron el filme como demasiado aburrido. "La película es como un partido de tenis, porque capta la mirada que las mujeres creen que tienen los hombres que las miran", ha asegurado el director, quien con declaraciones como ésta se ha granjeado acusaciones de misógino y machista.

Sin embargo, con él parecían comulgar todas las actrices que se sumergen en ese microcosmos que se mueve entre la perversión y el magnetismo y que crea una erótica que roza lo brutal: Hafsia Herzi, Céline Sallette, Jasmine Trinca, Adèle Haenel y la más joven de ellas, Alice Barnole. Pero Bonello -director de títulos como La pornographe y quien ya concurrió en Cannes con Tiresia- sí ha confesado una pequeña concesión al juicio y ha reconocido que ha metido el anacronismo de la música soul en la cinta porque cree que "hay una conexión entre el esclavismo y lo que se ve en película".

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