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Premios Goya en Sevilla | el 'otro' cine español

En tu fiesta me colé: el 'otro cine español' y los Goya

  • Cineastas, gestores, programadores y especialistas nos hablan sobre la difícil relación histórica entre el cine español más creativo e independiente y el embudo de los Premios de la Academia. 

Una década después de su bautizo como etiqueta autopromocional, tal vez seguimos hablando del otro cine español como inercia cómoda (y posiblemente estéril) para distinguir aquellas propuestas no integradas en el modelo industrial dominante (producción estándar, control televisivo, rostros conocidos, géneros populares), provenientes del entorno del cine de no-ficción y experimental o de posiciones marginales e independientes respecto a las tendencias, grupos mediáticos, familias, escuelas, regímenes profesionales y productoras consolidadas entre Madrid y Barcelona.

Un cine diverso, disperso, plural, exigente y minoritario que, sin embargo, ha tenido ocasionales puntos de encuentro, visibilidad e incluso éxito (recuerden la campanada de La Soledad, de Jaime Rosales, en 2007) en sus contadas apariciones en los Goya, tal es el caso de José Luis Guerin (En construcción, 2001), Fernando Franco (La herida, 2013), Carlos Vermut (Magical Girl, 2014), Carla Simón (Estiu 1993, 2017) o, en esta edición, de Isaki Lacuesta (Entre dos aguas), Elías León Siminiani (Apuntes para una película de atracos) y Silvia Rey (Wan xia, la última luz del atardecer). Pero junto a ellos, otros nombres como Mercedes Álvarez, Albert Serra, Juan Cavestany, Pablo Llorca, Luis López Carrasco, Lois Patiño, Oliver Laxe, Adrián Orr o Elena López, premiados en festivales internacionales, no han alcanzado nunca el reconocimiento de la Academia. 

Interrogantes

¿Qué queda hoy de esa etiqueta y qué ha sido de ese otro cine? ¿Hay realmente hueco en los Goya para estos modelos alternativos o su presencia es una mera anécdota, un pequeño gesto condescendiente y compensatorio? ¿Han de renunciar estos cineastas a su vocación experimental para poder asimilarse al sistema y situarse en el escaparate mediático? ¿Es posible un espacio compartido (de celebración y promoción) entre el cine mayoritario de consumo, el cine (de autor) de calidad y ese otro cine que apenas encuentra público y repercusión en los festivales? ¿Qué papel deben jugar las instituciones como el ICAA y la Academia? Preguntamos a cineastas, gestores, programadores, distribuidores y especialistas.

Para Elena Oroz, profesora de la Universidad Carlos III de Madrid y fundadora de la revista Blogs & Docs, "la singularidad del otro cine radicaría en su alteridad frente al modelo industrial (si es que tal modelo existe en nuestro país), que ha cambiado radicalmente en los últimos años, en las posibilidades brindadas por la tecnología digital, el auge de festivales y la nueva crítica. El problema de su definición a día de hoy es que tampoco está tan claro qué es una producción industrial y sus condiciones reales". Oroz señala también que "es una etiqueta que ha incomodado tanto a cineastas (que han visto sus producciones relegadas a una suerte de gueto, o que lo han visto como una romantización de la precariedad -el sello low cost fue muy gráfico al respecto)-, como a los estudiosos interesados por cines menores (realizado por mujeres, documental, mediometrajes y cortometrajes)".   

Diego Rodríguez, director del festival Márgenes, opina que "este (otro) cine más arriesgado y de marcado carácter autoral es en realidad el cine que mejor nos representa a nivel internacional. Mariano Barroso, Presidente de la Academia, es consciente de ello y parece tener el objetivo de darle más cabida. El cine español siempre ha sido mucho más de lo que se ve en los Goya". Rodríguez apunta también la necesidad de orientar las ayudas estatales a la distribución y exhibición antes que a la producción ("el 95% del cine español tiene un comportamiento lamentable en salas") y la "anomalía" sistemática de la categoría documental en estos premios: "No se premia la calidad, si no la temática, el buenismo, la fibra sensible. En España se han hecho algunos [véanse los recientes Mudar la piel o Ainhoa, yo no soy esa] de los mejores documentales de creación de los últimos años a nivel mundial y ninguno ha ganado un Goya".  

Javier Miranda, director artístico de Alcances (Cádiz), no se muestra tan optimista sobre la supuesta apertura de la Academia: "Los Goya son los premios de la industria y no se fijan mucho en este cine periférico, aunque las menciones a Rey y Siminiani puedan hacer pensar otra cosa. De hecho, así lo confirman las escasas nominaciones obtenidas por Entre dos aguas (dos) o Viaje al cuarto de una madre (cuatro), películas que representan una especie de tercera vía entre el cine más creativo y el industrial".

Quien se mueva no sale en la foto

Para Gonzalo de Pedro, actual responsable de Cineteca Madrid, "el problema de fondo es que vivimos con un sistema industrial, de ayudas, exhibición y producción muy estrecho y algo corto de miras, muy poco permeable a cualquier cosa que se mueva de la foto". Al hasta hace poco programador de Filmoteca Española le asaltan otras dudas: "¿no estaremos dando demasiada importancia a los premios? ¿No estaremos haciendo caso a una bomba de humo, cuando la pelea debería estar por que las instancias públicas funcionen como tal, apoyando cine no por criterios industriales, sino artísticos? ¿No deberíamos dejar de hablar de "industrias culturales" desde el ámbito del arte, y empezar a hablar de verdadero apoyo a la creación? […] En otros países, las películas pequeñas se benefician de los éxitos de las grandes, porque esos éxitos permiten la existencia de un sistema de ayudas culturales, y no únicamente industriales".

Nominada con su corto documental Wan xia, la última luz del atardecer, premiado en Alcances o Documentamadrid, la lorquina Silvia Rey no cree que haya renuncias estéticas en el otro cine español que está en los Goya, sino una adaptación de la industria. "Lo que sí ha cambiado es que el gran público y parte de la industria ya lo han normalizado". "Por otro lado", matiza, "ya no somos tan jóvenes y queremos vivir de nuestro trabajo, así que nos hemos quitado prejuicios para acercarnos a productoras de la industria (cita a Avalon, Aquí y Allí, Apache o Imval) y solicitar financiación del Estado. […] En principio las ayudas del ICAA (con Beatriz Navas al frente desde el pasado julio) al cine experimental están creadas para ese cine que no se puede financiar con la taquilla ni con las televisiones, pero tal y como está formulada, también sirve para dar apoyo a los cineastas nuevos con talento antes de que consigan una productora de la industria".  

La otra fiesta del cine

El sevillano Carlos Rivero lleva varios años haciendo películas íntimas, pequeñas, entre amigos y con pocos medios. Su estupenda Nosotros y la música ha podido verse exclusivamente en festivales (FIJR o Márgenes) y no reúne ninguna de las características reglamentarias para una nominación al Goya: "Eligen una película independiente, no demasiado incómoda, y la exhiben con orgullo. Así continúa el simulacro de la cultura y las buenas intenciones. La paradoja es que también ocurre al revés: festivales de cine autor, escenario habitual de las novísimas nuevas cinematografías, dependen en ocasiones de cintas asequibles e inocuas para, o bien poder subsistir, o bien generar beneficios. Al final, la otredad y la norma son empresas que comparten cierta voracidad". Sobre su posición, subraya: "Para los que hacemos películas como método de autoconocimiento y emancipación, encajar en determinados moldes sería como cambiar el color de nuestra piel. Hay que trabajar en nuevos modos de difusión y educación que trabajen la idea del cine y el arte como lenguaje privado e insustituible de los seres humanos y descargarlo de competiciones y sistemas de selección. Para mí la fiesta del cine se produce siempre que sostengo una cámara. No sé qué tiene que ver eso con premios, discursos vacíos o alfombras rojas; y, por supuesto, con becarios a coste cero".