Baby | Crítica

Caperucita yonqui en la casa de las muñecas

Rosie Day con su bebé en brazos en una imagen del filme de Bajo Ulloa.

Rosie Day con su bebé en brazos en una imagen del filme de Bajo Ulloa.

No se le podrá negar a Baby y a Bajo Ulloa su voluntad de nadar en modalidad libre y a contracorriente por las aguas del cine español, unas corrientes que remiten a los dos primeros filmes (Alas de mariposa y La madre muerta) de uno de los puntales del nuevo cine vasco de los 90 en su querencia por los cuentos siniestros y las atmósferas góticas como señas de género para el despliegue de sus fábulas sobre la inocencia perdida y el descubrimiento del mundo.

Pero tampoco se puede negar que la apuesta, que llega ahora después de una carrera errática y guadianesca, no terminar de cuajar en lo explícito de su exposición y lo forzado de algunas de sus decisiones estéticas: ya desde un parto casero filmado entre estampas documentales de la naturaleza y el River man de Nick Drake, Baby quiere moverse por el filo de la navaja de la sordidez estilizada y la lírica del cuento tradicional actualizado (la adicción, el abandono, la venta y el tráfico de niños, el instinto maternal, etc.) a golpe de mudez autoimpuesta, animalario simbólico y banda sonora sobredimensionada en una trama que no sostiene nunca el poderoso imaginario retro que parece ser el fin último de la película: sombras, contrastes, arquetipos, misterio y suspense en un caserón en mitad del bosque donde el antagonismo de una madre y sus dos hijas disfrazadas simulan el juego familiar entre crujientes idas y venidas por las estancias.

Es ahí donde Baby se empatana irremediablemente después de un prometedor arranque en el precipicio y donde deja ver de manera más explícita su desesperado intento por alargar y retorcer una idea que, posiblemente, hubiera cabido en un cortometraje, otra prueba más de que el talento insobornable de Bajo Ulloa tiene algo de fogonazo de adolescente empeñado en no madurar nunca. El problema es que tal vez ya no quede público dispuesto a acompañarlo en ese viaje regresivo al tiempo de los inicios.