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Crítica 'Siempre feliz'

El (des)amor para los tiempos Ikea

Siempre feliz. Noruega, 2010, 88 min. Dirección: Anne Sewitsky. Guion: Ragnhild Tronvoll. Fotografía: Anna Myking. Música: Stein Berge Svendsen. Intérpretes: Agnes Kittelsen, Joachim Rafaelsen, Maibritt Saerens, Henrik Rafaelsen.

Más allá de sus paisajes nevados y de la tonalidad blanquecina de su fotografía, la cinta noruega Siempre feliz, ganadora del pasado Festival de Sevilla en una decisión del jurado que corroboraba la equivalencia entre la medianía del certamen y la de sus películas-faro, podría pasar por decenas de títulos similares de ese cine nórdico que tiende a anular toda identidad local en favor de fórmulas cómico-dramáticas de probada eficacia y sencillo manual de instrucciones con un mismo tono amable y una misma estética funcional e intercambiable.

Anne Sewitsky se enfrenta a la socorrida crisis del matrimonio de clase media en un registro de comedia con ciertos retazos agridulces y algunos apuntes de sátira social (a propósito de la sobrevenida multiculturalidad o el racismo en la nueva Europa) para confrontar la supuesta felicidad de ese Estado del bienestar que ya empezamos a echar de menos con los clásicos líos de faldas, calentones, complejos, envidias, mentiras y puñaladas traperas entre dos parejas de vecinos.

Servido en bandeja de plástico duro el intercambio de anhelos y frustraciones a través del estereotipo caricaturesco (del que apenas se salva el ama de casa que interpreta Agnes Kittelsen), Siempre feliz busca siempre la salida más cobarde en su previsible enredo interconyugal para provocar la identificación y la catarsis de cualquier pareja cuyo horizonte de la felicidad empiece a las puertas de un Ikea.

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