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Crítica 'El invitado'

La ética del renegado

El invitado. Thriller, EEUU, 2012, 115 min. Dirección: Daniel Espinosa. Guión: David Guggenheim. Fotografía: Oliver Wood. Música: Ramin Djawadi. Intérpretes: Denzel Washington, Ryan Reynolds, Brendan Gleeson, Vera Farmiga, Sam Shephard.

A la espera de que llegue ese guión que lo convierta en el perfecto Barack Obama de ficción, Denzel Washington sigue avalando y protagonizando thrillers de acción para multisalas. A Déjà vu, American gangster, Asalto al tren Pelham 123 o Imparable le sigue ahora este filme de acción y espionaje con el que el sueco de origen chileno Daniel Espinosa hace su debut en Hollywood después de rodar Dinero fácil, donde ya apuntaba, en sus deudas genéricas y en su enérgico estilo visual, las maneras necesarias para convertirse en el enésimo artesano de encargos con estrella.

El invitado nos lleva a la capital surafricana para desplegar la pirotecnia (persecuciones, tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo rodadas con gran intensidad realista) y los quiebros de guión de un thriller global protagonizado por un ex agente de la CIA (Washington, un malo-bueno inteligente y manipulador) al que se le echan encima sus viejos compañeros de la agencia y los que parecen ser los últimos postores de su tráfico de información confidencial. De por medio, un joven agente (Reynolds) tendrá que custodiar a la presa cuando se desaten las hostilidades frontales y cuestionar la propia ética y los peajes personales de la profesión de agente secreto.

Escindida entre los despachos de Langley y las calles, rincones y pisos francos de una Ciudad del Cabo filmada en formato pseudocumental, El invitado dirige sus pasos hacia el duelo entre el veterano traidor (cargado de razones) y el joven cachorro con ganas de promoción en una clásica dialéctica que, como no podía ser de otra manera, invierte papeles y depara sorpresas a medida que avanza. Washington se merienda al blandito Reynolds mientras que la crítica sobre las cloacas del poder y el tráfico de información en nuestro tiempo acaba diluida en tópicos y personajes demasiado estereotipados que le restan eficacia y credibilidad.

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