Crítica 'Demolición'

El extranjero era Calamardo

DEMOLICIÓN. Drama, EEUU, 2015, 100 min. Dirección: Jean-Marc Vallée. Guión: Bryan Sipe. Fotografía: Yves Bélanger. Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Naomi Watts, Chris Cooper, Polly Draper, Wass Stevens, Judah Lewis, Stephen Badalamenti, Zariah Singletary.

El extranjero de Camus sampleado por un director con más ambición de ser (o parecer) un autor que talento para serlo. Una impostura. El drama del hombre sin sentimientos, carente de respuestas emocionales, vacío, que no es capaz de llorar cuando su joven mujer muere en un accidente de tráfico (en la obra de Camus era muerte de la madre la que ponía al protagonista frente a su íntimo vacío), está planteado en versión de luxe: es un alto ejecutivo de una gran empresa gobernada por su suegro, vive en una casa posmoderna de gélida elegancia y el shock postraumático (representado como un estático patatús nihilista) le lleva a desmontarlo y romperlo todo quizás para intentar desentrañarlo. ¿Lo captan?

Esta superficial falsificación de cine profundo de autor, que al final queda evidenciada por una historia de redención humanizadora que hubiera hecho vomitar a Camus, está muy en la línea del pedante director canadiense Jean-Marc Vallée quien, tras dudar entre el cine más arriesgado (C.R.A.Z.Y.) y el más convencional (La reina Victoria), optó por un sintético camino intermedio: rodar películas convencionales que no parecieran serlo. Y vinieron las imposturas de cierto éxito entre los espectadores impostores (porque les aburre el verdadero cine de autor pero no quieren renunciar a la distinción de sentirse por encima del público palomitero) Café de Flore, Dallas Buyers Club y Alma salvaje. Grandes Temas Humanos (GTH) tratados con una apariencia de originalidad creativa.

Demolición avanza por este camino tramposo contando a su favor con un Jake Gyllenhaal que se esfuerza poco: le basta mantener la mirada apagada y el aire abatido marca de la casa para construir su personaje. Su alabada interpretación, que me recuerda más al Calamardo Tentáculos de Bob Esponja que a otra cosa, queda muy por debajo de la del grandísimo Chris Cooper. Pero Gyllenhaal es una estrella interpretando a un personaje supuestamente complejo y Cooper es un actor de carácter interpretando a un hombre normal. Naomi Watts, excusa narrativa epistolar y redentora, sobreactúa. El problema es que su personaje resulta por completo artificial y que su relación con Gyllenhaal no tiene ni pies ni cabeza.

La aparición de un cierto realismo poético con La bohème de Aznavour de fondo empeora las cosas. Para colmo de males, el final de esta supuesta búsqueda de sí mismo emprendida por un personaje camusiano es pura azúcar de relamida cursilería. De lo peorcito, por más tramposo, que he visto en mucho tiempo.

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