Mira cómo corren | Crítica

Encantador homenaje a Agatha Christie

Sam Rockwell y Saoirse Ronan, en 'Mira cómo corren'.

Sam Rockwell y Saoirse Ronan, en 'Mira cómo corren'. / D. S.

Agatha Christie ha tenido y tiene una doble vida cinematográfica. De una parte, están las casi 200 películas, cinematográficas o televisivas, basadas en sus novelas desde 1928 hasta el Muerte en el Nilo de Branagh. De otra parte, están las copias, homenajes o revivals que crean universos paralelos por interés comercial libre de pago de derechos editoriales o, desde que lo retro y lo autorreferencial se pusieron de moda en los 60 y 70, por la recuperación nostálgica del clima de las novelas y películas de detectives clásicas (a la vez que desde otra perspectiva más moderna, más creativa y menos nostálgica El Padrino o Chinatown homenajeaban, recuperaban y/o actualizaban el cine negro).

En el caso de las películas que recreaban los universos del detectivismo de salón de Christie u otras reinas del crimen británicas podríamos remontarnos a las fundacionales El último de la lista (1963) y Detective con rubia (1965: Tashlin deconstruyendo a Christie) hasta llegar a la serie Solo asesinatos en el edificio (2021), Puñales por la espalda y su secuela (2019 y 2022) o la película que hoy nos ocupa pasando por Un cadáver a los postres (1976), Pero… ¿quién mata a los grandes chefs? (1978), la serie de la recientemente fallecida Angela Lansbury Se ha escrito un crimen (1984-1996), El juego de la sospecha (1985, basada en un juego inspirado en los relatos de detectives), Misterioso asesinato en Manhattan (1993) o Gosford Park (2001).

En este caso todos los elementos de la novela de detectives clásica (la amable y británica, no la negra o la hard boiled americana) se dan cita. Hay un motivo para reunión de una galería de personajes: la conversión de una obra de teatro -nada menos que la mítica La ratonera de Agatha Christie, de legendaria permanencia en cartel, con una presencia de la autora que va más allá de cita- en una película dirigida por un cineasta más bien escéptico con el proyecto (un convincentemente apático Adrien Brody que adopta el famoso recurso que Wilder ideó para Holden en Sunset Boulevard, no digo más). Hay un lugar en el que todos convergen: esta vez no un tren, ni una mansión rural, ni un barco, sino un teatro. Hay por supuesto una muerte. Y hay una investigación llevada a cabo por un veterano inspector y una agente novata (estupendo Sam Rockwell y divertidísima -lo mejor de la película- Saoirse Ronan).

No perfecta, pero sí amable e inteligente, la película juega al relato dentro del relato, el cine dentro del cine, las referencias y guiños para gozo de incondicionales del género e incluso la reflexión sobre los mecanismos de las ficciones policiacas, sus distintos tratamientos por británicos y americanos y su relación con el mundo real del crimen. El debut en cine del guionista de comedias televisivas Mark Chappell y el realizador televisivo Tom George no deslumbra, pero encanta. Y con inteligencia. No es poco.

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