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Un momento en el tiempo - Waves | Crítica

Elefantiasis expresiva

Una imagen de la película.

Una imagen de la película. / D. S.

Para jugar fuerte hay que tener un capital que apostar. En lo creativo el capital es el genio. El director de esta película, Tray Edward Shults, trabajó con Terrence Malick y la influencia del gran director no parece haberle sentado bien. Malick es un genio y por ello tiene capital sobrado que arriesgar en experimentos que a veces alcanzan lo magistral (La delgada línea roja, El árbol de la vida), a veces lo rozan (El nuevo mundo) y a veces no lo alcanzan (Knight of Cups, Song to Song); pero el capital nunca se le agota. Shults parece preso del estilo de Malick, y de influencias de los colorines de Wong Kar Wai entre otros referentes, pero no tiene su genio. No le falta talento, como demuestran su debut con Krisha (2015) y sobre todo Llega de noche (2017), en las que ahonda sobre el horror desde lo cotidiano a lo fantástico. Siempre centrado en la crisis de la familia o en la familia como centro de crisis inevitables.

Plantea aquí un drama familiar con ribetes sórdidos en dos tiempos, ligado el primero al hermano (máxima intensidad dramática y elefantiasis expresiva) y el segundo a la hermana (lirismo con sedación del estilo grandilocuente), con un tono tan enfático –tanto en lo visual como en lo musical– que rompe el necesario equilibrio entre lo que quiere contar y la forma en que lo hace. El exceso formal (y musical: ¡qué hartazgo de canciones!) se apodera de la película poniéndolo todo a su servicio hasta acabar creando un vacío y produciendo cansancio.

La relación entre un padre afroamericano duro hasta lo cruel y su hijo, al que fuerza para que triunfe en el mundo de la lucha (quizás una no muy sutil metáfora de las minorías raciales enfrentándose al mundo) es el germen de una tragedia desencadenada por una lesión. En la vida de un deportista esto es siempre duro. En la de este joven presionado por su padre y con una difícil relación con su novia es una tragedia que provoca otra mayor.

El personaje de la hermana pretende ofrecer un contrapunto sereno y luminoso a la tormentosa historia que ocupa la primera parte de la película. Y el estilo cambia radicalmente. Pero quien no haya entrado en el juego puede tener la sensación de que el cambio, más que obedecer a razones dramáticas y/o expresivas, es otro intento de alardear de facultades creativas.

Muy bien tanto Sterling K. Brown, reciente Oscar por Green Book, como Kelvin Harrison Jr. en sus papeles de padre e hijo, y Alexa Demie (tal vez no casualmente una de las intérpretes del teen drama televisivo Euphoria) en el de la novia de éste, otro de los factores que convocan la tragedia. Espléndida Taylor Russell como la hermana, pero mucho menos convincente Lucas Hedges de quien guardo el mal recuerdo de la tramposa y sobrevalorada Manchester frente al mar. No me extraña que el pomposo Shults, al igual que se interesa una intérprete de Euphoria, sea un entusiasta de aquella hueca pedantería.

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