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Cine

De la muerte no se habla

Vivir para siempre. Drama, España-Reino Unido, 2010, 92 minutos. Dirección y guión: Gustavo Ron. Fotografía: Miguel Gilaberte. Música: César Benito. Intérpretes: Robbie Kay, Ben Chaplin, Emilia Fox, Greta Scacchi, Phyllida Law, Ella Purnell.

No es ésta la primera ocasión en la que el cine se acerca al delicado asunto de la muerte infantil (anunciada). Títulos como El aceite de Lorenzo, de George Miller, o la más reciente La decisión de Anne, de Nick Cassavetes, ponían en el acento en la enfermedad terminal de un niño y sus consecuencias para el entorno familiar.

Rodada en Escocia, en inglés y con un reparto anglosajón a partir de la novela de Sally Nichols, Vivir para siempre, segundo largo de Gustavo Ron (Mia Sarah), se aleja de dramatismos extremos para contar la historia de un niño de 12 años enfermo de leucemia desde una perspectiva vitalista y, hasta cierto punto, cálida y luminosa, que parece querer espantar el miedo a la muerte con un ejercicio terapéutico con hechuras de cine indie norteamericano.

Así, lejos de cargar las tintas sobre la enfermedad y sus consecuencias físicas y psicológicas, la película sobrevuela el desasosiego a través de la optimista y excesivamente lúcida autoconciencia del personaje, narrador de su propia historia, repleta de sueños, fantasías y deseos, desde las páginas de un diario.

Hemos de entender que el enfoque de Ron aspira a animar a muchos espectadores juveniles a enfrentarse al tema de la muerte con una cierta calma, aunque no es menos cierto que para conseguirlo se emplee un cierto tono de manual de autoayuda y numerosos atajos sentimentales rayanos en la cursilería de diseño.

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