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Black Adam | Crítica

El show de Dwayne, otro tebeo digitalmente inflado

Dwayne Johnson en 'Black Adam'.

Dwayne Johnson en 'Black Adam'. / D. S.

El catalán californiano Jaume Collet-Serra sabe quién es, qué quiere y dónde está. Y esto es siempre importante. Desde que debutó en 2005 se ha convertido en un eficaz artesano que, tras iniciarse con el terror con La casa de cera, ha tomado la senda que abrieron Michael Winner y Charles Bronson en los años 70 con las películas de justicieros, actualizándola con solvencia narrativa y apoyándola con la presencia reiterativa pero también eficaz de Liam Neeson (Sin identidad, Sin escalas, Una noche para sobrevivir, El pasajero) que el actor ya había iniciado bajo la dirección de Pierre Morel (Venganza).

Entre las películas de vengadores, justicieros o agobiados hombres comunes metidos en situaciones extraordinarias Collet-Serra ha hecho sitio a otras de bichos (Infierno azul) o aventuras (Jungle Cruise). En esta última trabajó con Dwayne Johnson, con quien ahora repite abordando el relativamente nuevo territorio del universo DC cómics. Relativamente nuevo porque la protagoniza un vengador. Eso sí, con una edad milenaria y unos súper poderes que Neeson no tenía.

Black Adam es un personaje creado en 1945 por Otto Binder y C. C. Beck para Fawcett Comics después pasado a DC Comics. En origen se trata de un villano de origen más o menos egipcio que tras un porrón de siglos es un antihéroe con indecisa vocación de héroe que se enfrenta, por decirlo con lenguaje de la vida real, a dictaduras, neocolonialismos, poderosas corporaciones o intervenciones abusivas en economías y países ajenos. Todo, naturalmente, en dimensión de tebeo digitalmente inflado. El argumento -la Sociedad de la Justicia se enfrenta primero y recurre después al milenario coloso Teth Adam, también conocido como Back Adam- es un pretexto no muy elaborado para el despliegue casi ininterrumpido de efectos que presentan mundos inexistentes, luchas imposibles y personajes increíbles que la técnica hace existir, ser posibles y, si no creíbles, por lo menos identificables.

A Collet-Serra se le dan mejor los vengadores o justicieros humanos que los mitológicos, los marcos urbanos que los fantásticos. Las muchas citas acumuladas de películas de aventuras, fantasía histórico-arqueológica, superhéroes y hasta espagueti western (me temo que estos digeridos vía Tarantino) no logran dar una mínima base a esta película que se queda reducida a una endeble estructura para que cada pocos minutos y con el estruendo de una omnipresente música estallen los fuegos artificiales de los efectos digitales. Se agradece el recurso al humor. Dwayne Johnson está en Dwayne Johnson. Los demás, interpretando a Ciclón, Rompeátomos u Hombre Halcón, son comparsas disfrazados para Halloween. Pierce Brosnan, pobre alma mía, interpreta al Doctor Destino con cara de desear que todo acabe para cobrar el talón.

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