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Rincones con encanto · Plaza de Molviedro

Intimismo y negrura entrañables

  • Su nombre es en honor de Manuel Prudencio de Molviedro, un marino y comerciante navarro que dignificó el Compás de la Laguna liberándolo de mancebías.

LLEGAMOS al día más largo de esta extraordinaria ópera urbana que es la Semana Santa de Sevilla y vamos a centrarnos en un enclave que cobra vida en este día en el que se junta el sol con la luna, el día con la noche y el jueves con el viernes mediante el cordón umbilical de la excelsa Madrugada. Se trata de la Plaza de Molviedro, un rincón donde prima la calidad sobre la cantidad y donde se producen estampas que nos introducen de lleno en la negritud del túnel del tiempo.

Esta recoleta e intimista plaza fue en la noche de los tiempos un lugar sin nada que ver con lo que hoy significa. Su distinción exquisita de hogaño nada tiene que ver con lo que era en la Edad Media para extenderse hasta mediados del Siglo XIX. Era la plaza de la Laguna, llamada después Laguna de la Mancebía y posteriormente Compás de la Laguna, situada en el cogollo del mundo de la prostitución, que abarcaba todo lo que hoy es Castelar y Gamazo.

En la primera mitad del XIX, el topónimo Compás de la Laguna designaba, según González de León, tanto a la actual Molviedro como a Gamazo, ya que ambos eran puntos de entrada al lugar donde se ejercía el más antiguo oficio que registra la historia de la Humanidad. Ya en 1840, el acceso norte aparece rotulado como Molviedro. Es en honor de Manuel Prudencio de Molviedro, comerciante y marino que bajo el mandato del asistente de la ciudad, marqués de Monterreal, compró y llevó a cabo la remodelación de toda la zona.

En sus Anales, Justino Matute narra como "deseando la Ciudad alejar de lo principal de la población aquellas gentes, cuyas inmundicias físicas y morales eran opuestas a una buena policía, y por otra parte continuando con el proyecto de mejorar el aspecto público, enajenó bajo diversos pactos aquel terreno a personas acaudaladas, las cuales por los años de 1772 empezaron a labrar suntuosas casas, que con otras forman la que es hoy calle Nueva de la Laguna, y aún se extendieron a lo que se decía el Compás de la Mancebía y a la calle Piñones".

Manuel Prudencio de Molviedro era natural de la localidad navarra de Viana y se asentó en Sevilla a mediados del Siglo XVIII. Compró las casuchas de la zona, se hizo un palacio en la que hoy es Castelar y dignificó la Laguna, que fue progresivamente convirtiéndose en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. El diseño cuadrado de la plaza es fruto de la ordenación urbana de mediados del siglo XIX y su caserío fue ganando con el tiempo, destacando las casas 2 y 4, que fueron sede del Monte de Piedad en el pasado.

Y en Molviedro existe una capilla que fue levantada como ermita en el siglo XVIII. Linda con Doña Guiomar, la vía que une Molviedro con la calle Zaragoza. Félix González de León ofrece una breve noticia de la misma diciendo que "había una ermita pequeñita pero muy primorosa en su construcción, con su media naranja y linterna... y en su altar principal se venera una imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor, muy bella y de indudable mérito". En la parte central de la plaza existe un crucero que hasta hace poco se encontraba habitualmente invadido por automóviles, lo que se ha evitado rodeando la plaza de bolardos que impiden el tránsito rodado por ella.

Como decimos más arriba, en su importancia como rincón para el lucimiento de la Semana Santa hay que incidir en que prima la calidad sobre la cantidad, ya que son sólo seis los cortejos que la hollan camino de Zaragoza por Doña Guiomar o para salir y entrar de su casa la del Despojado. Y así, por ejemplo, nos encontramos con que martes, miércoles y sábado no pasa cofradía alguna por allí.

En esa que fue ermita de Nuestra Señora del Mayor Dolor mora la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras y María Santísima de los Dolores y Misericordia. Esta cofradía sale el Domingo de Ramos y abre la nómina de las que pasan estos días por Molviedro. El lunes, en su camino de ida a la Carrera Oficial pasa la Hermandad del Santísimo Cristo de las Aguas y María Santísima de Guadalupe, quedando para hoy el inicio del plato fuerte de Molviedro.

Desde que, al filo de la medianoche, ese prodigio que es el paso de la Quinta Angustia tuerza de Castelar a Doña Guiomar, todo será temblor y crujido. Cristo en su tétrico bamboleo por Molviedro a oscuras es uno de los momentos en que el estado natural del ser humano es con el vello de punta, pero esto no habrá hecho más que comenzar. A partir de que el gallo esté a punto de cantar y San Pedro no sepa cómo contener sus lágrimas, Molviedro será para no perdérselo.

Ya en la alta madrugada aparecerá por aquellas negruras la zancada prodigiosa del gran milagro salido de la gubia de Juan de Mesa, el Gran Poder, el Señor de Sevilla, levantándose al sonido único del martillo. Ahí se para el tiempo y se espesa el ánimo porque estaremos ante una visión que no es de este mundo. Y cuando todo parezca culminado y se crea que ya no puede pasar nada más, otro crujido que llega a los tuétanos, el del Cristo del Calvario levantándose al tercer golpe de martillo camino de la Magdalena.

Ya es viernes y viene el día, y la tarde, y nuevamente la noche para extasiarse con el señorío hecho paso de palio cobijando a la Virgen de Montserrat. Es otra estampa memorable, precedida por el paso del Cristo de la Conversión del Buen Ladrón, otra cumbre de Juan de Mesa, crucificado entre Dimas y Gesta, los dos ladrones que compartieron patíbulo con Jesús. Por entonces ya es Sábado Santo y sucediéndose los milagros estéticos y preñados de fervor por la ciudad.

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